Ejemplos con dejándome

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al dejarlos caer, rodearon mis hombros, alejándome del mundo de los vivos y dejándome en estrecha comunión con el cadáver.
Yo soy quien me quedo con el sentimiento de no haberle disfrutado con fruición espontánea y sincera, sin pensar ni en la crítica ni en el público, dejándome llevar sólo por la magia del relato y por las dulces memorias que en mi espíritu evocaba.
Mi marido murió, mi hija murió también, dejándome dos nietos.
Los dos hombres, dejándome a mí atado y con la boca tapada, cogieron cada uno un remo y, apalancando en las paredes y remando, llevaron el barco hasta las puntas.
De la escuela de San Fernando saldría piloto primero, después haría un par de viajes y luego don Ciriaco se retiraría, dejándome que le substituyera en el mando de la.
Cuando ella salía de viaje, dejándome libre, mis paseos eran siempre hacia el puerto.
Poseo demasiados secretos para que me abandonen, dejándome en paz, han acordado suprimirme: estoy segura de ello.
Después, dejándome reposar un rato, salió con el preceptor a preparar en la iglesia todo lo necesario para el oficio.
Por fin entró Ayestarain, y Luis María salió, dejándome sobre la mesa el paquete de cigarrillos, pues se me habían concluído.
Estos y otros disparates escribí con mano febril, dejándome arrastrar de mi ardiente imaginación, y de mi odio a las repugnantes rutinas y ficciones que forman el entramado político y social de nuestra existencia.
En seguida me dio otro, y cuando yo creía que tomaba aliento para seguir despotricando, se levantó, dejándome con mis observaciones atravesadas en la boca.
Celestina, dejándome ver su blanca dentadura, se reía de mi furor y de las vulgares perfidias que lo motivaban.
Diciendo esto se retiró presuroso, dejándome sobrecogido, y a poco tornó a mi presencia con los alientos más desmayados.
Dije esto dejándome llevar de una sandia pedantería, que aprendí no sé dónde ni cómo, y el Príncipe, risueño y burlón, me cortó la palabra con los movimientos dubitativos de su hermosa cabeza casi negra.
Allí murieron mis padres, dejándome en la cuna, allí el abuelo se durmió tranquilamente en el Señor, allí corrió mi vida regocijada y venturosa.
El niño contestó con una sonrisa, dejándome admirar la hermosura de sus ojos negros, muy brillantes y expresivos.
Teresa se acomodó en el asiento dejándome ver los pies, primorosamente calzados, luego, cerró de un golpe el abanico, fingió que arreglaba las varillas, bajó los ojos, y después de un rato de silencio, repitió, viéndome de hito en hito:.
Pues si es verdad que me has querido, que aún me quieres, demuéstramelo dejándome vivir tranquila y no te guardaré rencor, es más, te lo agradeceré con toda mi alma.
Ahora el dolor está como indeciso, y dentro de media hora aparecerá en el lado derecho, dejándome libre el izquierdo.
Pero, aunque el infortunio me haya obligado a casarme con otro hombre, ¿no me conoces, Manuel? ¿Has dejado de leer en mi corazon con tanta claridad como cuando decias a todo el mundo: —Y, si me conoces, ¿por qué te marchas? ¿Por qué te marchas, desdeñándome, aborreciéndome, sin dignarte lidiar contra la nueva desdicha que nos separa en apariencia, y dejándome reducida a vivir y morir con este hombre que no conozco, que no me conoce, y que no quiero ni podré llegar a querer nunca? ¿Por qué me castigas tan duramente, entregándome al ludibrio de este pueblo, que siempre me habia coronado con la diadema de tu amor?.
Trinidad! ¡Me dice usted que ha amado, y luégo me propone eso!—¡Usted no ha amado nunca, ni sabe lo que es amor!—¿Á dónde iria yo con la sombra de mi sér, dejándome aquí el alma de mi alma? ¿Para qué viviria? ¡Ocho años me he mantenido de la esperanza de volver a este pueblo, de la esperanza de encontrar a Soledad! ¿De qué me mantendria ahora?—¡Acaba usted de hablarme de Dios!.
¡Eh! ¡quieto, Mustafá! le dijo, dejándome oír una voz infantil y fresca, al par que armoniosa y grave: ¿no ves que es un caballero?.
Temía echar a perder inútilmente mi papel de protector, de padre, dejándome arrebatar a una situación ridícula en un momento de olvido.
Despues de mediodia se puso en marcha el Super-intendente, con los que le acompañaban, para el Rio Negro, dejándome la órden para que yo regresase a dicho rio, con toda la expedicion con que vine, luego que viniese a bordo la chalupa.
—Harto mejor os lo pagara yo, dijo Luis, a tener lugar de tomar licion, pero no es posible, a causa que mi amo en saliendo por la mañana cierra la puerta de la calle, y cuando vuelve hace lo mismo, dejándome emparedado entre dos puertas.
Llegué con Guillarte mi criado a un lugar que se llama Aquapendente, que viniendo de Roma a Florencia es el último que tiene el Papa, y en una hostería o posada donde me apeé, hallé al conde Arnesto, mi mortal enemigo, que con cuatro criados disfrazados, y encubierto, mas por ser curioso que por ser católico, entendí que iba a Roma, creí sin duda que no me habia conocido, encerréme en un aposento con mi criado, y estuve con cuidado y con determinacion de mudarme a otra posada en cerrando la noche: no lo hice ansí, porque el descuido grande que noté que tenian el conde y sus criados, me aseguró que no me habian conocido, cené en mi aposento, cerré la puerta, apercebí mi espada, encomendéme a Dios y no quise acostarme, durmióse mi criado, y yo sobre una silla me quedé medio dormido, mas poco despues de la media noche me despertaron para hacerme dormir el eterno sueño cuatro pistoletes que, como despues supe, dispararon contra mí el conde y sus criados, y dejándome por muerto, teniendo ya a punto los caballos se fueron, diciendo al huésped de la posada que me enterrase, porque era hombre principal.
Cuando mis contrarios los vieron, dejándome solo, con presta celeridad se pusieron en cobro: de cuantos en el jardín estaban, no pudieron los turcos cautivar más de a tres personas y a Leonisa, que aún se estaba desmayada.
Estando en este tan manifiesto peligro, cercado de mis enemigos, que ya como ofendidos procuraban vengarse, me socorrió la ventura con un remedio, que fuera mejor haber dejado allí la vida, que no restaurándola por tan no pensado camino venir a perderla cada hora mil y mil veces: y fué que de improviso dieron en el jardin mucha cantidad de turcos de dos galeotas de cosarios de Viserta, que en una cala que allí cerca estaba habian desembarcado sin ser sentidos de las centinelas de las torres de la marina, ni descubiertos de los corredores o atajadores de la costa: cuando mis contrarios los vieron, dejándome solo, con presta celeridad se pusieron en cobro: de cuantos en el jardin estaban, no pudieron los turcos cautivar mas de a tres personas, y a Leonisa que aun se estaba desmayada: a mí me cogieron con cuatro disformes heridas, vengadas ántes por mi mano con cuatro turcos que de otras cuatro dejé sin vida tendidos en el suelo.
Yo me incliné, y él se fue a buscar los turcos, dejándome solo con Zoraida, que comenzó a dar muestras de irse donde su padre la había mandado.
No sé cómo pueda ser eso de enderezar tuertos dijo el bachiller, pues a mí de derecho me habéis vuelto tuerto, dejándome una pierna quebrada, la cual no se verá derecha en todos los días de su vida, y el agravio que en mí habéis deshecho ha sido dejarme agraviado de manera que me quedaré agraviado para siempre, y harta desventura ha sido topar con vos, que vais buscando aventuras.

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