Ejemplos con cólera

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Apolonio paseaba, nervioso y tremante, zapatería arriba, zapatería abajo, erguida la cresta, amenazador continente, transido de funesta cólera.
¿Qué podía ser esto, sino que el espíritu del difunto montaba en cólera contra el profanador de sus restos mortales? Pero Novillo, con ánimo decidido y corazón entero, afrontaba estas escalofriantes escaramuzas con lo sobrenatural y suprasensible, con tal de no aparecer calvo y desdentado a los ojos de Felicita.
Si esa mujer está aquídijo el Padre Alesón después de leer la carta, le juro a usted, Padre Cosmén, que la estrangulo entre mis manos, tanta es la cólera a que me mueve su infame proceder.
Mi padre, como autor dramático, suponía que cada persona es víctima de una pasión, necesariamente, si no el amor, el odio, si no el odio, la envidia, si no, la cólera, si no, la avaricia.
¡Á vuestros asientos, MINERVA, APOLO: y vosotros, MARTE y BELONA! ¡No irritéis mi cólera celeste!.
¡Abrid, hijos de Satanás! ¡Abrid estas puertas que cierra vuestra codicia! ¡Abridlas de par en par, como tenéis abiertas las del Infierno! ¡Abridlas para que entren los que nunca tuvieron casa! ¡Soy yo quien después de habéroslo dado todo, llego a pediros una limosna para ellos! ¡Soy yo, quien pobre y miserable, golpea esta puerta cerrada! ¡Hijos de Satanás, no hagáis que mi cólera la derribe y entre por ella, como quien es, Don Juan Manuel Montenegro! ¡Abrid, hijos de Satanás!.
La ceguera de la cólera y la penumbra crepuscular no le permitieron distinguir si era hombre o mujer, pero vio cómo de un salto se metía dentro y cerraba la puerta de golpe, asustado por aquella aparición próxima a echarse la escopeta a la cara.
Sus ojos estaban inflamados, como si fuesen a manar sangre, su voz era trabajosa, cual si tirasen de ella, no dejándola salir el alcohol y la cólera.
, rodando por la pendiente de su cólera, sintió caer de un golpe sobre su cerebro todo el aguardiente bebido en dos días.
Su cólera, quebrantada al fin por tan horrible tensión, empezó a desvanecerse, y Batiste, repitiendo su rosario de insultos, sintió de pronto que su voz se ahogaba hasta convertirse en un gemido.
Iba a caer al suelo, apoplético, agonizante de cólera, asfixiado por la rabia, pero se salvó, pues de repente, las nubes rojas que la envolvían se rasgaron, al furor sucedió la debilidad, y viendo toda su desgracia, se sintió anonadado.
Su cólera iba en aumento: rugía los insultos, sus ojos inyectados ya no podían ver, se tambaleaba como si estuviera ebrio.
Era una voz trémula y aflautada por la sofocación de la cólera.
En sus ojos inyectados de sangre brillaba la fiebre del asesinato, todo su cuerpo se estremecía de cólera, esa terrible cólera del pacífico, que cuando rebasa el límite de la mansedumbre es para caer en la ferocidad.
¡Qué explosión de cólera la de don Joaquín! Lo que más le irritaba era la afición de los muchachos a llamarse por los apodos de sus padres y aun a fabricarlos nuevos.
Pero Batiste tenía la cólera firme de los hombres flemáticos y cachazudos, que cuando pierden la calma tardan mucho a recobrarla.
Roseta iba de un lado a otro fingiendo ocupaciones para no llamar la atención, esperando de un momento a otro el estallido de la cólera paternal.
Quedó inmóvil, con la cabeza baja y los ojos empañados por lágrimas de cólera mientras su brutal enemigo acababa de formular la denuncia.
Pero ¡gran cosa eran las multas para su reconcentrada cólera de hombre pacífico! Siguió protestando contra la injusticia de los hombres, contra el tribunal, que tenía por servidores a pillos y embusteros como.
De este encuentro surgió un motivo más de cólera para toda la huerta.
La barraca aparecía como esfumada entre las nubes de humo de estas luminarias, que despertaban sorda cólera en toda la huerta.
Saltaban en las sendas los pardos conejos, con su sonrisa marrullera, enseñando, al huir, las rosadas posaderas partidas por el rabo en forma de botón, y sobre los montones de rubio estiércol, el gallo, rodeado de sus cloqueantes odaliscas, lanzaba un grito de sultán celoso, con la pupila ardiente y las barbillas rojas de cólera.
Me sentí herido, y murmuré una disculpa, que no calmó la cólera de don Juan, sino que, por lo contrario, le impacientó, porque, interrumpiendo mis excusas, agregó en tono despreciativo:.
Dominé la cólera que en mí provocó aquel ataque, que ataque era, y muy audaz, puesto que la palabreja usada era ofensiva, y en pocas palabras, con mucha cortesía, expliqué los motivos de mi separación.
Hería mi vanidad en lo más vivo, lastimaba mi amor propio, y provocaba mi cólera.
Hice risa de mi cólera, me burlé de mí, repitiendo los dichos del boticario, y así logré que se calmara la tempestad.
A mí me dio mucha cólera eso, porque comprendí que sólo por averiguar y saber la verdad habían venido.
Vamos, si no puedo contener la cólera.
Únicamente se guardará secreto de esto a mi querida hija, porque en su estado nervioso son temibles los accesos de cólera.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba