Ejemplos con césar

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Catón se suicidó tras su derrota en la batalla de Tapso mientras Marco Catón, el hermano de Porcia, fue perdonado por César y devuelto a Roma.
Él capturó la flota de César, dejando a éste varado en el Épiro, aunque ésta era una flota pequeña y César logró vencer a Pompeyo en la batalla de Farsalia.
Bíbulo se alió con Cneo Pompeyo Magno contra Julio César, dirigiendo la flota en el Mar Adriático.
Se destaca en el siglo XX la figura del poeta César Vallejo y su obra Trilce.
Álvaro Scaramelli, y con la destacada participación de los alumnos, entre los que destacaron el dúo Impugnables que ganaron el primer lugar, mejor interpretación y mejor canción con el tema de Los Tres, Te desheredo, este dúo fue integrado por Carlos Valenzuela y César Palacios, alumnos que siempre destacaron por su talento musical.
cuenta con el Edificio de Civil donde quedan la Biblioteca Central Enrique César Echegaray , la Biblioteca Rental de Ingeniería Civil Freddy Mulino y la Biblioteca Rental de Ingeniería Química.
Durante parte de su campaña en Corea fueron mandados por el Coronel puertorriqueño César Cordero Dávila, por William Harris y por Chester B.
César Pérez Vivas es un político y abogado venezolano, actual Gobernador de Táchira.
Los Febrer volvieron a su casa cubiertos de gloria en plena derrota: uno con el testimonio de amistad del César, otro, el comendador, tendido en una camilla y blasfemando como un pagano por haberse interrumpido el cerco de Argel.
Como Bruto a la silueta de César en la tragedia shakespeariana, digo a la sombra incorpórea del excelente don Amaranto:
Ascendía a Roger de Flor a la dignidad de César, pero lo obligaba a volver atrás, intentando al mismo tiempo introducir la discordia entre los jefes de la expedición.
Vivían aún en las paredes de estuco caricaturas y monigotes, obra de los pilluelos del siglo de César.
Aquel prelado casi infantil no podía ser otro que César Borgia, nombrado arzobispo de Valencia, por su padre el Papa, cuando tenía diez y seis años.
¿Y qué? ¿Y VIRGILIO no ha sido también pobre? ¿No estuvo mucho tiempo manteniéndose con un pan solo, regalo de César? La melancolía que se aspira en sus obras, ¿no dice lo bastante cuánto debió haber sufrido su corazón sensible y delicado? ¿Habrá padecido menos que el brillante HOMERO y el festivo CERVANTES?.
Ante aquel golpe de audacia que no tiene pareja sino con los de algunos héroes de la antigüedad, Aníbal, César, Gengis-Khan, la villa quedó muda y abatida algunos meses.
Después de publicar el grandioso manifiesto de Montecristi de despachar el barco expedicionario para Maceo, de vencer cuantas dificultades le salieron al camino, se embarcó, en unión de cinco compañeros, Máximo Gómez, Paquito Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario, en un vapor alemán que había llegado de paso a Cabo Haitiano, y que según la promesa de su Capitán a Martí, los conduciría cerca de las costas de Cuba y les cedería un bote para llegar a tierra.
César del catolicismo, campeón de la fe, pero que ansiaba tener la Iglesia a sus pies.
El señor Pulido desplegó las tres falanges de su dedo índice para decir, agitándolo de arriba abajo: ¡Lo dije, lo dije! , y el sesudo diplomático, con la energía de la constancia que no consiste en hacer siempre lo mismo, sino en dirigirse siempre al mismo fin, tomó por otro camino para llegar a su objeto, consolándose con que Napoleón cometió también faltas en la guerra de Rusia, Ciro en la de los Scitas, César en África y Alejandro en la India.
Presentóse algunos meses después al César un embajador polaco que tenía el cabello negro y la barba blanca.
Castro Pérez alardeaba de ser un dictador de primera fuerza, como César, Isabel de Inglaterra, Napoleón y el Arzobispo Munguía.
Juan de Jauregui, y con esto quedara mi ambicion satisfecha, y el deseo de algunos que querrian saber qué rostro y talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo a los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato: Este que veis aquí de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos, y de nariz corva aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes no crecidos, porque no tiene sino seis y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros, el cuerpo entre dos estremos, ni grande ni pequeño, la color viva, ántes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy lijero de piés: este digo, que es el rostro del autor de y de , y del que hizo el a imitacion del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas, y quizá sin el nombre de su dueño, llámase comunmente : fué soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades: perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida, que aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la mas memorable y alta ocasion que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Cárlos V, de felice memoria, y cuando a la de este amigo, de quien me quejo, no ocurrieran otras cosas de las dichas que decir de mí, yo me levantara a mí mismo dos docenas de testimonios, y se los dijera en secreto, con que estendiera mi nombre y acreditara mi ingenio, porque pensar que dicen puntualmente la verdad los tales elogios, es disparate, por no tener punto preciso ni determinado las alabanzas ni los vituperios.
No andes, Sancho, desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería, como se juzgó en la de Julio César.
Preguntáronle a Julio César, aquel valeroso emperador romano, cuál era la mejor muerte, respondió que la impensada, la de repente y no prevista, y, aunque respondió como gentil y ajeno del conocimiento del verdadero Dios, con todo eso, dijo bien, para ahorrarse del sentimiento humano, que, puesto caso que os maten en la primera facción y refriega, o ya de un tiro de artillería, o volado de una mina, ¿qué importa? Todo es morir, y acabóse la obra, y, según Terencio, más bien parece el soldado muerto en la batalla que vivo y salvo en la huida, y tanto alcanza de fama el buen soldado cuanto tiene de obediencia a sus capitanes y a los que mandarle pueden.
Los sepulcros de los gentiles fueron por la mayor parte suntuosos templos: las cenizas del cuerpo de Julio César se pusieron sobre una pirámide de piedra de desmesurada grandeza, a quien hoy llaman en Roma La aguja de San Pedro, al emperador Adriano le sirvió de sepultura un castillo tan grande como una buena aldea, a quien llamaron Moles Hadriani, que agora es el castillo de Santángel en Roma, la reina Artemisa sepultó a su marido Mausoleo en un sepulcro que se tuvo por una de las siete maravillas del mundo, pero ninguna destas sepulturas ni otras muchas que tuvieron los gentiles se adornaron con mortajas ni con otras ofrendas y señales que mostrasen ser santos los que en ellas estaban sepultados.
¿Quién piensas tú que arrojó a Horacio del puente abajo, armado de todas armas, en la profundidad del Tibre? ¿Quién abrasó el brazo y la mano a Mucio? ¿Quién impelió a Curcio a lanzarse en la profunda sima ardiente que apareció en la mitad de Roma? ¿Quién, contra todos los agüeros que en contra se le habían mostrado, hizo pasar el Rubicón a César? Y, con ejemplos más modernos, ¿quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo? Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama, que los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos merecen, puesto que los cristianos, católicos y andantes caballeros más habemos de atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza, la cual fama, por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin señalado.
Julio César, animosísimo, prudentísimo y valentísimo capitán, fue notado de ambicioso y algún tanto no limpio, ni en sus vestidos ni en sus costumbres.
Un Viriato tuvo Lusitania, un César, Roma, un Anibal, Cartago, un Alejandro, Grecia, un conde Fernán González, Castilla, un Cid, Valencia, un Gonzalo Fernández, Andalucía, un Diego García de Paredes, Estremadura, un Garci Pérez de Vargas, Jerez, un Garcilaso, Toledo, un don Manuel de León, Sevilla, cuya leción de sus valerosos hechos puede entretener, enseñar, deleitar y admirar a los más altos ingenios que los leyeren.
Puede mostrar las astucias de Ulixes, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialio, la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zopiro, la prudencia de Catón, y, finalmente, todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos.
Y no le tuviera bueno Augusto César si consintiera que se pusiera en ejecución lo que el divino Mantuano dejó en su testamento mandado.

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