Ejemplos con crujido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es un sonido que debe ser distinguido de un murmullo cardíaco que, aunque son muy similares, se distinguen porque el roce cardíaco es más un crujido que el swish del murmullo.
En la obra también se pueden destacar toda clase de ruidos extraños, como por ejemplo: el ruido de unas pisadas que sonaban sobre la alfombra de Beatriz, el crujido de la madera, el azote de los vidrios del balcón, el agua que caía sin cesar, los ladridos de los perros, y las ráfagas del viento.
En caso de que le agarre van a tirar de él en el agujero Andy lucha, sino una horrible crujido se escuchó Andy y las piernas de ir cojeando el resto de él se tira pulg.
Se caracteriza por un crujido similar al de dos pedazos de cuero rozando uno contra el otro.
Y el caballo blanco, el rojo, el negro y el pálido los aplastaban con indiferencia bajo sus herraduras implacables: el atleta oía el crujido de sus costillajes rotos, el niño agonizaba agarrado al pecho maternal, el viejo cerraba para siempre los párpados con un gemido infantil.
Sólo el crujido de la coraza de ciertos cangrejos y el mugir doloroso, cerca de la superficie, de algunos peces llamados roncadores alteraban este silencio.
De cuando en cuando penetraban en un túnel, y entonces la obscuridad, el crujido fuerte del tren, un aire húmedo de subterráneo, colándose en el departamento, consolaban algo de la tórrida temperatura.
Los paseantes comenzaban a retirarse, y el leve crujido de la arena revelaba sus pasos lejanos.
Las fuentes guardaban todavía sus barbas de hielo, la tierra se desmenuzaba bajo el pie con un crujido de cristal, las charcas tenían arrugas inmóviles, los árboles, negros y dormidos, conservaban sobre el tronco la camisa de verde metálico con que los había vestido el invierno, las entrañas del suelo respiraban un frío absoluto y feroz, semejante al de los planetas apagados y muertos Pero ya la primavera se había ceñido su armadura de flores en los palacios del trópico, ensillando el verde corcel que relinchaba con impaciencia: pronto correría los campos, llevando ante su galope en desordenada fuga a los negros trasgos invernales, mientras a su espalda flotaba la suelta melena de oro como una estela de perfumes.
Apenas quedó abierto algo de espacio entre ellos y el muro, pasó adelante el vehículo Un crujido, un salto.
Era la niebla espesa y blanca como la albúmina, que caía sobre los buques, haciéndolos navegar a ciegas en pleno día, poblando el espacio de inútiles rugidos de sirena, no dejando ver el agua que los sustentaba ni los otros barcos cercanos, que podían salir de un momento a otro de la borrosa atmósfera, anunciando su aparición con un choque y un crujido enorme, mortal.
Le hacía falta el crujido de las maderas, el ruido continuo de agua corriente debajo de la ventana.
El crujido de un cerrojo y la soledad del corredor despertaron de pronto la cólera de Maltrana.
Se había paseado con ella por el desierto de la última cubierta, oprimiendo su brazo aéreo, oyendo el leve crujido de sus pasos invisibles, murmurando dulces palabras que sólo obtenían una respuesta mental.
Algo nuevo había ocurrido en torno de él mientras con el pecho en el filo de la mesa y los ojos sobre los papeles huía lejos, muy lejos, acompañado en esta fuga ideal por el leve crujido de la pluma.
En el fondo del comedor brillaban unos transparentes iluminados con dos inscripciones en francés y alemán: Era el banquete de adiós a los viajeros: una comida igual a todas, pero con un discurso del comandante y otro del doktor , que en nombre de los alemanes y extranjeros agradeció, con lenta fraseología semejante a un crujido de maderas, las grandes bondades que aquél había tenido con el pasaje.
Poco a poco envolvíales la alegría de la naturaleza, cómplice de las dulzuras del amor, el canturreo del agua desgranándose en el tazón de una fuente, el crujido de los troncos al estallar sus cortezas a impulsos de la savia, el lento murmullo de las hojas moviéndose solemnemente en el espacio caldeada, entre nubes de insectos que brillaban al sol como un chisporroteo de oro.
Sabían, por el crujido de la madera, lo que faltaba a cada tronco para partirse.
Alguno de los iba delante de los otros, les avanzaba por momentos, su corte se aproximaba rápidamente al fin: hasta que de pronto, un crujido especial, que no podía confundirse, hizo estremecer el gentío hasta los últimos límites de la plaza.
Oyó entonces que echaba un fósforo el vecino y aseguraba la puerta del corredor cerrando la llave por dentro Oyó después acercarse a la débil puertecilla unos ligeros pasos que no ahogaba del todo la alfombra, y sintió un leve crujido en el pasador por la parte opuesta.
Desde fuera, parecía aquello el zumbido de una colmena colosal, en que doscientas mujeres murmurasen al mismo tiempo entre el crujido de las sedas, el ric-rac de los abanicos, las tosecillas afectadas que dan tiempo a preparar una respuesta, las melifluas risitas que acompañan siempre a la afectuosidad femenina, y los perfumes peculiares a doscientos gustos diversos y doscientos tocadores distintos.
Un crujido misterioso lastimó entonces su pecho, y repitió muy quedo:.
Las mujeres llenaban todo el centro de la nave: había tantas que estaban apiñadas, molestas, dejando oír continuamente el chocar de las sillas, el crujido de las sedas y el aleteo de los abanicos.
Al cabo se oyó en el corredor crujido de enaguas almidonadas: la señora jueza entró, sofocada y compuesta de fresco, según claramente se veía en todos los pormenores de su tocado, acababa de embutir su respetable humanidad en el corsé, y sin embargo no había logrado abrochar los últimos botones del corpiño de seda, el moño postizo, colocado a escape, se torcía inclinándose hacia la oreja izquierda, traía un pendiente desabrochado, y no habiéndole llegado el tiempo para calzarse, escondía con mil trabajos, entre los volantes pomposos de la falda de seda, las babuchas de orillo.

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