Ejemplos con creso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Puede parecer que el tesoro de Karun perteneció a Creso, pero el tesoro de éste era mayor y se encontró en su túmulo funerario.
Los objetos son contemporáneos del rey lidio Creso, muy famoso por su riqueza en Grecia y Oriente Medio, siendo mencionado por ello en libros como el Éxodo bíblico o el Corán.
,en un batalla, entre el ejército de Creso, rey de Lidia y Ciro II el Grande, rey de Persia, fue el siguiente:.
El rey Creso, de Lidia, firmó con ellos una alianza y, más tarde, las ciudades griegas de Asia Menor apelaron a también a Esparta en busca de ayuda en la revuelta jónica.
Su poder y su riqueza, reputadas considerables, provenían de las arenas auríferas del río, y les debe haber sido inmortalizado con la expresión: rico como Creso.
Lidia tenía por rey el célebre Creso.
el rey Creso de Lidia fue derrotado por el rey persa Ciro, pasando desde entonces su reino y las ciudades griegas a formar parte del Imperio Persa.
Señores: soy un sátrapa, tengo ya más riquezas que el preste Juan de las Indias, Creso y Montezuma juntos.
Era colaborador gratuito de más de un periódico, y en uno solo cobraba por sus trabajos míseras cantidades, que a él le parecían los tesoros de Creso, tan hecho estaba el hombre a la pobreza degradante.
Usted, don Juan, no se dejaría ahorcar por diez o doce mil duros, tiene usted magníficas entradas, porque los pleitos y los chismes producen la plata, pues, bien, así fuera usted más rico que el mismísimo Creso, no le subiría el sueldo a ese pobre muchacho.
Excitada la curiosidad de Creso por este discurso de Solón, le preguntó nuevamente a quién consideraba después de Tello el segundo entre los felices, no dudando que al menos este lugar le sería adjudicado.
Bien podía darse el placer de un salón digno del gusto de un Goncourt y de los millones de un Creso: quimeras de bronce con las fauces abiertas y las colas enroscadas, en grupos fantásticos y maravillosos, lacas de Kioto con incrustaciones de hojas y ramas de una flora monstruosa, y animales de una fauna desconocida, mariposas de raros abanicos junto a las paredes, peces y gallos de colores, máscaras de gestos infernales y con ojos como si fuesen vivos, partesanas de hojas antiquísimas y empuñaduras con dragones devorando flores de loto, y en conchas de huevo, túnicas de seda amarilla, como tejidas con hilos de araña, sembradas de garzas rojas y de verdes matas de arroz, y tibores, porcelanas de muchos siglos, de aquellas en que hay guerreros tártaros con una piel que les cubre hasta los riñones, y que llevan arcos estirados y manojos de flechas.
Ante esta misiva, los primeros impulsos de Bonis fueron dignos de un Bayardo y de un Creso, en una pieza.
a Creso, Rey de Lidia, que ninguno se había de decir dichoso mientras viviese, por.
Yo he conocido a un príncipe italiano, rico como un Creso, uno de los personajes principales de Toscana, que cuando sus hijos se casaban a gusto suyo, les daba millones, y cuando lo hacían a su pesar, se contentaba con darles, por ejemplo, una renta de treinta escudos al mes.
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco -dijo Montecristo-, ¡cinco millones! ¡Demonio! ¡Y cómo vais, señor Creso!.
»-Todo eso será verdad, y más que me cuentes, pero ¿y qué? ¿Serías la primera mujer joven y hermosa, y aun noble y rica, casada con un Creso feo.
Creso, de nación lidio e hijo de Aliates, fue señor o tirano de aquellas gentes que habitan de esta parte del Halis, que es un río, el cual corriendo de Mediodía a Norte y pasando por entre los, Sirios y Paflagonios, va a desembocar en el ponto que llaman Euxino.
Este Creso fue, a lo que yo alcanzo, el primero entre los bárbaros que conquistó algunos pueblos de los griegos, haciéndolos sus tributarios, y el primero también que se ganó a otros de la misma nación y los tuvo por amigos.
A estos daba Solón el segundo lugar entre los felices, oyendo lo cual Creso, exclamó conmovido: —«¿Conque apreciáis en tan poco, amigo ateniense, la prosperidad que disfruto, que ni siquiera me contáis por feliz al lado de esos hombres vulgares? —¿Y a mí, replicó Solón, me hacéis esa pregunta, a mí, que sé muy bien cuán envidiosa es la fortuna, y cuán amiga es de trastornar los hombres? Al cabo de largo tiempo puede suceder fácilmente que uno vea lo que no quisiera, y sufra lo que no temía.
El imperio que antes era de los Heráclidas, pasó a la familia de Creso, descendiente de los Mérmnadas, del modo que voy a decir.
Entre tantos hombres, ¿has visto alguno hasta de ahora completamente dichoso?» Creso hacía esta pregunta porque se creía el más afortunado del mundo.
Luego que todas las hubo visto y observado prolijamente por el tiempo que quiso, le dirigió Creso este discurso: —«ateniense, a quien de veras aprecio, y cuyo nombre ilustre tengo bien conocido por la fama de la sabiduría y ciencia política, y por lo mucho que has visto y observado con la mayor diligencia, respóndeme, caro Solón, a la pregunta que voy a dirigirte.
Estos motivos y el deseo de contemplar y ver mundo, hicieron que Solón se partiese de su patria y fuese a visitar al rey Amasis en Egipto, y al rey Creso en Sardes.
Todas las naciones que moran más acá del río Halis, fueron conquistadas por Creso y sometidas a su gobierno, a excepción de los Cílices y de los licios.
Pues ¿qué otra cosa pensáis vos que desean los isleños, oyendo que vais a construir esas naves, sino poder atrapar a los lidios en alta mar, y vengar así los agravios que estáis haciendo a los griegos del continente, tratándolos cuino vasallos y aun como esclavos?» Dicen que el apólogo de aquel sabio pareció a Creso muy ingenioso y cayéndole mucho en gracia la ficción, tomó el consejo de suspender la fábrica de sus naves y de concluir con los jonios de las islas un tratado de amistad.
Creyendo Creso que se le decía la verdad sin disfraz alguno: —«¡Ojalá, exclamó, que los dioses inspirasen a los isleños el pensamiento de hacer una correría contra mis Lidyos, superiores por su genio y destreza a cuantos manejan caballos! —Bien se echa de ver, señor, replicó el sabio, el vivo deseo que os anima de pelear a caballo contra los isleños en tierra firme, y en eso tenéis mucha razón.
Preguntado por Creso si en la Grecia había algo de nuevo, respondió que los isleños reclutaban hasta diez mil caballos, resueltos a emprender una expedición contra Sardes.
Por muerte de Aliates entró a reinar su hijo Creso a la edad de treinta y un años, y tornando las armas, acometió a los de Éfeso, y sucesivamente a los demás griegos.

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