Ejemplos con costanilla

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La atraviesa de norte a sur la Costanilla de San Andrés, próxima a la calle de Segovia, y a ella confluyen diferentes vías de trazado medieval: por el este desemboca la calle del Príncipe de Anglona y por el oeste las calles del Alamillo, del Toro, de Alfonso VI y de Redondilla.
De trazado medieval, esta plaza da a la calle de Segovia a través de la Costanilla de San Andrés.
Gran golpe de gente había frente a una tienda de cristales situada entre la Costanilla de los Ángeles y la Travesía de los Donados.
La afluencia de gente era todavía grande en aquella encrucijada, tan concurrida siempre, y Currita bajó la cuesta para ganar, al abrigo del jardinillo, la Costanilla de los Ángeles.
El vicio aquel tenía sus depravaciones, porque la señora de Santa Cruz no sólo iba a las tiendas de lujo, sino a los mercados, y recorría de punta a punta los cajones de la plazuela de San Miguel, las pollerías de la calle de la Caza y los puestos de la ternera fina en la costanilla de Santiago.
Millán vivía en la plazuela del Biombo, Pepe en la calle de Botoneras: aquél venía por la Costanilla de los Ángeles, éste por la calle de las Veneras, y después seguían juntos hasta el Noviciado, haciendo escala en cuantos escaparates hubiera algo que les llamara la atención.
Anatolio no era un ciervo para la carrera merced a la pesadez de su cuerpo, y se detuvo sofocado y sin aliento en la esquina de la costanilla de los Ángeles.
Convinieron, pues, con Vicenta en que ésta cerraría cierta puerta de escape que a lo largo de un pasadizo daba salida por la Costanilla le la Arganzuela, y ellos entrarían de improviso por la taberna, subiendo a las habitaciones superiores para cogerle como en una ratonera.
No les pareció mal a los dos amigos la relacion del asturianillo, ni les descontentó el oficio, por parecerles que venia como de molde para poder usar el suyo con cubierta y seguridad, por la comodidad que ofrecia de entrar en todas las casas, y luego determinaron de comprar los instrumentos necesarios para usalle, pues lo podian usar sin exámen: y preguntándole al asturiano qué habian de comprar, les respondió que sendos costales pequeños, limpios, o nuevos, y cada uno tres espuertas de palma, dos grandes y una pequeña, en las cuales se repartia la carne, pescado y fruta, en el costal el pan, y él les guió donde lo vendian, y ellos del dinero de la galima del frances lo compraron todo, y dentro de dos horas pudieran estar graduados en el nuevo oficio segun les ensayaban las esportillas, y asentaban los costales, avisóles su adalid de los puestos donde habian de acudir: por las mañanas a la carnicería y a la plaza de San Salvador, los dias de pescado a la Pescadería y a la Costanilla, todas las tardes al rio, los juéves a la feria.
-Pues aún te faltan otros ejemplares de primera: los Carreños de la Campada, rivales de los Vélez de la Costanilla, que acabas de conocer.
Añádase a esto que Villavieja nunca ha podido agenciarse un valedor en Madrid ni en la capital de la provincia, que la carretera nacional pasa a media legua de distancia de la villa, sea porque los ingenieros no tuvieron noticia de nosotros cuando la trazaron, o porque nos concedieron escasísima importancia, que la provincia no ha querido construir ese pequeño ramal de empalme, y que este municipio no ha logrado mejorar debidamente la áspera senda que hace sus veces, porque siempre que lo ha intentado, no con gran empeño, ha nacido la sospecha en los de la Campada o en los de la Costanilla, de que el intento era cosa de los de la Costanilla o de los de la Campada, y se le ha llevado el demonio con las artes de costumbres, añádanse, repito, y ténganse presentes estos hechos y algunos más de su misma traza, que no necesito mencionar, y hasta resultará una justificación de la conducta de los villavejanos.
Quedan otros tres: uno de ellos en la Costanilla, otro en la Campada y otro en la plazoleta del Maravedí.
Los paseos de moda son, en invierno y con mal tiempo, los Arcos de la plaza, y con sol, la Chopera de la Campada, en el verano, los mismos Arcos en el primer caso, y en el segundo la Glorieta de la Costanilla, el mejor paseo de Villavieja, como usted sabe, porque le tiene casi lindero de Peleches, dominando la playa y el mar por una parte, por la otra la vega y por la otra la villa, y no domina por la cuarta, es decir, por el sur tanto como por la opuesta, porque allí está Peleches que lo domina todo, incluso la Glorieta.
casi toda la Colegiata y un poco de los primeros edificios de la Costanilla, que arranca hacia acá del mismo costado de la Colegiata y es el camino más usado para venir desde la villa a Peleches y al paseo de la Glorieta, que es esa especie de alameda que ves a dos pasos de la entrada de este patio, un poco a la derecha.
Cerca ya del anochecer y cuando en Peleches no se esperaba a nadie, llegaron los Vélez de la Costanilla.
Era abogado por lujo, y por lujo consumía su juventud encerrado en el caserón de la Costanilla, por hábito de tener en poco a las gentes de Villavieja.
No pensaba en semejante cosa el tuerto Bermúdez, que le escuchaba sin pestañear y bostezando a ratos, y eso que podía jurar que lo de las artimañas y las componendas con las clases inferiores, iba con él porque era rico y del solar de Peleches, y vivía en Sevilla, y tenía negocios y amigos de muchas castas en varias partes, incluso Villavieja, sabía también que los Vélez de la Costanilla le detestaban con cuanto le pertenecía, y que si venían a visitarle entonces era sólo por darse lustre y venderle la fineza, sabía además que el resoplado Vélez, con todos aquellos pujos de idealismo aristocrático, era, so capa, el mayor y más funesto intrigante que había en Villavieja, con excepción del otro, de Carreño, el de la Campada, que allá salía con él en intrigas y en agallas, y sabía, por último, que era relativamente pobre y pobre vanidoso, vivía retraído y envidioso y maldiciente, lo mismo que sus hijos e igual que todos sus fidalgos progenitores.
Túvole al sonar las nueve de la noche, y los Vélez de la Costanilla se despidieron y se marcharon con el mismo insípido ceremonial con que se habían presentado en el solar de Peleches.
»Tiénese, y tengo yo también, por causa principalísima de este mortecino estado de cosas, la inextinguible y tradicional enemiga que existe, como usted sabe, entre los Carreños de la Campada y los Vélez de la Costanilla, los dos principales barrios, según usted recordará, bajo y alto, respectivamente, de Villavieja.
Hablando, hablando, se supo que el padre y la hija habían salido de Peleches a las seis de la tarde y bajado por la Costanilla.
La única nota discordante en aquel conjunto de cosas bastante bien concordadas y soportables, y hasta entretenidas a ratos, fue la familia Carreño, o más propia y gráficamente «los Carreños» de la Campada, o, como si dijéramos, los Mucibarrenas de Villavieja, ya que a sus rivales sempiternos, los Vélez de la Costanilla, se les llamó, a su debido tiempo, los Butibambas.
Se ignora si las racionales dudas de Nieves quedaron desvanecidas con esta argumentación de su padre, pero es un hecho que la una y el otro, a pesar de tener citado a don Claudio en Peleches para el anochecer, tan hartos se vieron de visitas y tan necesitados de libertad y movimiento, que a las seis de la tarde se echaron al mundo por la Costanilla abajo, anticipando la salida dos horas a la convenida con el comandante retirado.
Luego se puso en movimiento todo junto, aunque cambiando de forma como masa de agua que se acomoda al cauce que la guía, en dirección a la Costanilla, camino de Peleches y a la vez de la Glorieta, adonde se dirigían todos los elegantes de Villavieja entonces, por imperio de la moda.
El boticario se había puesto ya su gorro de terciopelo, y estaba sentado entre puertas viendo pasar a la gente elegante en dirección a la Costanilla para subir a la Glorieta.
Ello fue que antes de las dos de la tarde, los de Peleches saboreaban con delicia la frescura de la sombra de los hidalgos paredones, y el comandante Fuertes y el hijo del boticario bajaban por la Costanilla en busca de las respectivas madrigueras.
Nada de esto ni de otro tanto más sabía Leto aquella tarde, como no sabía que habiendo husmeado estas cosas los Vélez desde su palomar de la Costanilla, y manifestado por aquellos días el entristecido Manrique propósitos de intimar el trato de los Bermúdez para realizar un determinado plan que había ideado y declaró a su hermana, ésta le dijo, irguiéndose pálida y seca, como una tibia muy grande:.
Enderezó los pasos hacia la botica, y al entrar en la plazuela, vio, entre las sombras del fondo, junto a la desembocadura de la Costanilla, un bulto negro que se movía hacia él.
El eco de los golpes tolondrea por el ámbito lívido de la costanilla, y como en respuesta a una provocación, el reloj de la iglesia da cinco campanadas bajo el gallo de la veleta.

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