Ejemplos con convulsivamente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Salté convulsivamente de la cama y, sin pronunciar palabra, huí como un maníaco de aquel reducto de horror, misterio y muerte.
Elena permaneció inmóvil algunos instantes y sintiendo que sus piernas flaqueaban y que iba a caer, apretó convulsivamente el frasco que llevaba y se aventuró a decir:.
Y se agarraba convulsivamente a la dura isla de músculos barbuda y sonriente.
Y Freya, como si le enterneciesen de un modo irresistible estos consejos, avanzó un brazo sobre los globos encorsetados de la doctora, apretando convulsivamente la diestra de Ulises.
¡Señor señor! , gimió convulsivamente.
El padre le abrazó convulsivamente, gimiendo como un niño, sintiendo que sus pies se negaban a sostenerle.
Golpeaba el suelo con un pie, apretaba convulsivamente con su garrita enguantada una muñeca de Ojeda, como si temiese verlo desaparecer.
Nélida, con un ligero temblor, mezcla de miedo y de placer, se agarraba convulsivamente a su brazo.
Oprimió convulsivamente el puño de la sombrilla que le servía de apoyo, mientras un fulgor de acometividad pasaba por sus ojos.
Al día siguiente, al tropezarse las señoras de Sarrió en la calle, no encontrando palabras con que expresar su horror, se daban por contentas con elevar los ojos al cielo, agitar los brazos convulsivamente y pasar de largo murmurando: ¡¡¡Sombrero!!!.
Su gran torso de atleta, se movía convulsivamente sobre el lecho, incorporándose unas veces, otras dejándose caer, mientras las manos temblorosas y crispadas se ocupaban instintivamente en tirar de la ropa, que a impulso de sus bruscas sacudidas se le marchaba.
Y siempre el maldito caballo ocupando su pensamiento, viéndolo con los ojos de la imaginación tal como estaba en su cuadra al salir ellas de paseo, panza arriba, estirando convulsivamente las patas.
Sus ojos cándidos y virginales deshonráronse con una viva chispa de malicia, tras la inocencia infantil asomó la precocidad de la vida aventurera, las lecciones infames aprendidas sobre el barro de las calles, y las dos, apretando convulsivamente sus puñados de pesetas, huyeron como si las amenazase un terrible peligro.
David, con corona de latón, barba de crin y el floreado manto barriendo los adoquines, avanzaba pulsando los bramantes de su arpa de madera, Noé, encorvado como un arco, apoyado convulsivamente en su bastoncillo, enseñaba el palomo que llevaba en su diestra a aquella muchedumbre que reía locamente ante esta caricatura de la vejez, detrás venía Josué, un mozo de cordel vestido de centurión romano, apuntando con una espada enmohecida a un sol de hoja de lata y caminando a grandes zancadas como un pájaro raro, y cerraban el desfile las heroínas bíblicas, las mujeres fuertes del Antiguo Testamento, que salvaban al pueblo de Dios cortando cabezas o perforando sienes con un clavo, representadas todas ellas por mancebos barbilampiños, embadurnadas las mejillas con albayalde y bermellón y vestidos con trajes de odaliscas.
Rosa, que apretaba convulsivamente la mano de Andrés conteniendo el aliento, al sentirlo se estremeció fuertemente y exclamó con angustiada voz:.
Manuel se estremeció convulsivamente al oir aquel nombre con que el pájaro americano saludaba todos los dias, hacía muchos años, la salida del sol, y un mundo de recuerdos y de fallidas esperanzas reapareció ante sus ojos, haciéndole volver del cielo a la tierra, de la eternidad al tiempo, del olvido a la realidad.
se retorció convulsivamente, y lanzó una especie de alarido.
Sus ojos fulminaban rayos, su curva nariz, afilándose y tiñéndose de un verde lívido, parecía el cortante pico del águila majestuosa: moviose convulsivamente su barba picuda, reliquia de la antigua casta celtíbera a que pertenecía, hizo ademán de querer hablar, mas con gesto majestuoso semejante al de las reinas de la dinastía goda cuando mandaban hacer alguna gran justicia, señaló a la otra condesa, y desdeñosamente dijo:.
Entonces pasó una cosa singular: cuando la sastra se acercaba a la puerta, Batilo, el perro misántropo, que en aquella mansión había olvidado los hábitos propios de su raza, corrió tras ella, se agitó convulsivamente como quien hace un gran esfuerzo, y ladró, ladró como un mastín ante un salteador, persiguió a la mujer dando agudos aullidos, y hasta llegó a pillarle entre sus inofensivos dientes el traje y el mantón.
querer contestarle, pero él, levantándose, e imponiendo a todos silencio con su actitud, empuñó convulsivamente un vaso, y exclamó con voz atronadora:.
Y tras un nuevo surco de fuego, se pudo ver que su cuerpo se sacudía convulsivamente, que sus gemidos adquirían un timbre profundo y ronco, y que su cuerpo cambiaba poco a poco de forma.
Un sudor frío bañaba la frente de la moribunda: sus yertas manos temblaban convulsivamente, sus palabras salían débiles, pálidas de sus labios, como las últimas gotas de sangre que vierte una herida de muerte! Sin embargo, haciendo un postrer y heroico esfuerzo, prosiguió así:.
Pareció recorrerle un escalofrío, sus espesas cejas temblaron convulsivamente con aquella singular contracción tan irritante que le dominaba cuando estaba turbado.
Y estrechando convulsivamente mis muñecas, apretó el paso.
Al llegar aquí, la madre dolorosa se cubrió los ojos con el pañuelo y su cuerpo se estremeció convulsivamente al batir de los sollozos que ya no salían afuera.
Asombréme, lloró desconsolada, golpeóse la cabeza con las manos, se mordió los puños apretados convulsivamente, volvió a hincarse en el suelo para pedirme perdón abrazada a mis rodillas, creció mi asombro, conseguí con trabajo que se sentara de nuevo, y la conjuré, por todos los santos de la corte celestial, a que me declarara enseguida todo cuanto tenía que declararme.
Pálido como el mármol, la mirada fija con extravío en un punto invisible del espacio, rezando entre dientes, y con las manos convulsivamente enclavijadas, veló a la muerta y la acompañó hasta su último asilo.
Cuando el negro Moroso hubo oído estos versos, su cara se congestionó de odio, sus facciones se agitaron convulsivamente, sus narices se hincharon, sus gruesos labios se contrajeron, y todo su ser trepidó de furor.
Mercedes sonrióse sin ruborizarse, y Fernando apretó convulsivamente el mango de su cuchillo.
-¡Adiós! ¡Adiós! -murmuró Faria, apretando convulsivamente la mano del joven-.

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