Ejemplos con consolaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Hasta exhalar el último suspiro Teresa gozó la dicha de conversar con las personas divinas, que la consolaban o revelaban ciertos secretos del cielo, la de ser transportada al infierno o al purgatorio, y aun la de presentir lo venidero.
De cuando en cuando penetraban en un túnel, y entonces la obscuridad, el crujido fuerte del tren, un aire húmedo de subterráneo, colándose en el departamento, consolaban algo de la tórrida temperatura.
Los amigos que le oían quejarse, comparando la exigüidad de la paga con la muchedumbre de bocas que constituían su familia, le consolaban cada cual a su manera, pero él decía invariablemente: y sobre todo, me lo pueden creer, lo que más me contrista es no estar.
Únicamente le consolaban los desatinados amoríos de Carmen, celebraba la gracia, frotándose las manos, siempre que en el Casino se comentaba la procacidad del estudiante y el descaro de la chiquilla.
Tenían una hija, y como era muy virtuosa y linda, se consolaban de no haber tenido más hijos.
Ya no le atormentaba el terror del infierno, aunque se creía perdida por su pecado, pero tampoco la consolaban aquellos estallidos de amor ideal que en otro tiempo le daban la evidencia de lo sobrenatural y divino».
Y ambas, enlazadas hasta por la mañana, como esposo y esposa, se consolaban con toda clase de juegos y retozos delicados, aguardando la vuelta de su amado Kamaralzamán.
Continuaban la calma sofocante y el cielo cargado de nubes como peñascos, con unas intermitencias de sol que levantaba ampollas, los desperfectos del Sur, en tejados y cerrajas, iban poco a poco reparándose, y hasta se consolaban las gentes, unas a la fuerza y otras como podían, pero no se olvidaba un punto la anunciada invasión de los de Rinconeda, y hacia el camino de Rinconeda miraban todos los ojos de Cumbrales desde huertas, callejas y tejados, y a voces de Rinconeda sonaban todos los rumores en los oídos de la gente de arriba.
E hicieron común su dolor, y se consolaban mutuamente por turno, y después de mucho tiempo, acabaron por conseguir que el rey olvidara un poco la muerte de su padre, y le decidieron a que reanudara sus sesiones del diwán y se ocupara de los asuntos de su reino.
Los amigos le consolaban, discurriendo las explicaciones más racionales de la tardanza de Teresa.
Nuestros Oficiales y Guardias marinas, privados del trato y contemplación viva del bello sexo, se consolaban adquiriendo las preciosas imágenes.
Y entreabrió la puerta del aposento de su esposa, y la vió echada en su lecho rodeada de sus mujeres, que le secaban los ojos y la consolaban.
De su tedio le consolaban dos veces por semana las cartas que recibía de Beramendi con noticia sabrosa del teje-maneje político y entremeses picantes de gacetilla social.
Y porque su coraçon estaua de su cuerpo ausente y ninguna consolación se podía dar a su ánima, entre los bragos de su llorosa madre y de los parientes que en balde la consolaban, la indignante ánima del anxioso y trabaxoso cuerpo salió fuera.
Costábame grande trabajo la vez que conseguía el que mi prima, a quien mi padre quería mucho por su virtud, me llevara, y ella y yo padecíamos harto con los dichos y mormuraciones de los parientes, que eran muchos, en particular el que dije que me había mostrado aquel amor, como vio mi mudanza tan de golpe, se volvió contra mí, y poniéndose en las ventanas de las calles, por donde pasaba a la Compañía, me gritaba y mofaba, llamándome santa, santimoñera, y otras cosas, que a mí me consolaban harto interiormente, porque me parecía era un gran bien padecer algo por Nuestro Señor, y que con eso imitaría a los santos, y así sufría con gusto los apodos, mofas y burlas, y las contradicciones que todos me hacían, y el disgusto que traían conmigo.
Llamó a la portería, y entrando dentro al torno, y en dándoles cuenta del suceso, en menos de una hora me hallé detrás de una red, llena de lágrimas y cercada de confusión, aunque don Félix me alentaba cuanto podía, y sus tías me consolaban asegurándome todas el buen suceso, pues pasada la cólera, tendría mi padre por bien el casamiento.
Los únicos afectos que sobrevivían en las ruinas de mi corazón se habían reconcentrado en Matica, cuyas cartas me consolaban mucho, y me enteraban de lo poco que podía interesarme en el mundo.
En vano las cariñosas vecinas la consolaban indicándole la esperanza remota de que el inicuo parricida se arrepintiese, se enmendase, o, como decían ellas, «se volviese de mejor idea».
Halléle en un aposentillo, que debía ser calabozo, muy desfigurado, tanto que parecía estar en los umbrares de la muerte, y entre algunos que le consolaban diciéndole: «¡Buen ánimo, buen ánimo, que para los hombres se hicieron los trabajos!», y como por tener los ojos en el suelo y estar divertido no me hubiese visto, alzándolos, dijo que me llegasen a él, y poniendo las manos y clavándolos en el cielo me bendijo.
Ni los gritos de la venganza, ni las imprecaciones de la desesperación, consolaban a los afligidos en su abundoso llanto, creían obra del cielo aquel exterminio, creían a los europeos hijos del Dios de la luz, y al arrancar allá del alma sus gemidos, sólo fijaban los ojos en la tierra, y no osaban volverlos hacia el opaco firmamento.
La noche oscura y silenciosa iluminada sólo por las hogueras de los españoles, y los blandones funerales, iba terminando su perezoso curso, cuando Atahulpa no pudiendo resistir por más sus melancólicos recuerdos, suplicaba ardientemente a Pizarro que le diese feliz muerte, para compartir la gloria de su corte, de sus nobles y de sus guerreros, pero Pizarro y Luque lo consolaban con halagüeñas esperanzas, y le recordaban su pronto rescate.
Los viejos, habían sido conducidos a su casucha por algunos mozos y ancianos del pueblo que los consolaban, y al caer la tarde, entrando el sol en el mar, la pobre Rosita, que al lado de los viejos esperaba, echóse en brazos de éstos y lloró, lloró.
Los dos hermanos Zumiga abrazaban a Paco Yunque y le decían que ya no llorase y le consolaban diciéndole:.
Las buenas señoras sabían historias de duendes y de hadas, que contaban a los chicos para que se estuvieran tranquilos, conocían muchas y muy milagrosas recetas para el dolor de cabeza, para las picaduras de arañas, alacranes, hormigones y demás bichos venenosos, eran muy duchas en achaques de genealogías, entroncamientos y parentescos, velaban a los enfermos, consolaban a los afligidos, y cuando la muerte se colaba en la casa, la recibían ellas con cierta familiaridad, como a persona de confianza, y nadie se sabía, como ellas de memoria, las oraciones para bien morir.
Los enfermos -repetimos- se incorporaban algunos, los más jóvenes y menos combatidos por el dolor, contemplaban con sensuales codicias a Maricucha, en tanto los más viejos y doloridos la miraban indiferentes, algunos ni aun movían los párpados, varias mujeres y hombres del pueblo consolaban a sus deudos.

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