Ejemplos con conocemos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Qué necesidad tenemos nosotros de sufrir lo que aquí estamos sufriendo? Con lo que ya conocemos este trato, ¿cuánto no podríamos ganar estableciéndole en la ciudad?.
Lo que estos escándalos y aquellos tumultos y los otros motines atolondraban a don Simón, no hay para qué decirlo, conociendo, como conocemos, su sencilla buena fe.
¿Qué era él todavía en la corte? ¿Quién hablaba del señor de los Peñascales, ni de la familia del señor de los Peñascales? ¿Qué periódico había cantado su opulencia, o la de doña Juana, o los atractivos de Julieta? Por ventura, aquellas resmas de prospectos, o aquellas circulares de industriales que acaban de recibir el surtido para la estación , o las esquelas mortuorias, o los folletos insulsos que diaria y profusamente le llegaban por el correo interior y que al principio creyó muestras de una especial deferencia a su persona, pues le eran desconocidos los remitentes, ¿no se le enviaban a título de diputado a Cortes? ¿No los recibían igualmente todos sus colegas, muchos de los cuales no tenían sobre qué caerse muertos? Y fuera de estas distinciones y las que también conocemos, ¿de qué otras había sido objeto hasta allí?.
Esto entendido, calculen ustedes su asombro y descomunal alegría cuando don Simón las sorprendió con el periódico en el cual se estampaban los dos sueltos que conocemos, y con la noticia de que el autor de ellos era un elegante joven con sus barruntos de embajador.
La proposición del diputado Peñascales, célebre desde ayer en los fastos parlamentarios, es una verdadera monstruosidad en la forma y en el fondo, y bien seguro es que no hubiéramos dicho de ella lo que dijimos al anunciarla, si la hubiéramos conocido entonces como la conocemos ahora.
Esta consideración tan cuerda, que asaltó de pronto la mente de la pobre chica, hízola retroceder, y menudeando los pasos cuanto pudo, y tornando a recordar su herida y a llorar, por ende, llegó a la villa y no paró de correr hasta el estanco que conocemos, en el cual entró momentos después que nosotros, y al mismo tiempo que llegaba también, aunque por distinto sendero, Simón Cerojo, demudado el semblante y apretando los puños de ira.
Tan plenamenteexclamó Artegui soltando la rama de mimbre y asiendo la mano de la niña, que ahora me confirmo en creer que los seres puros poseen cierta presciencia, cierta intuición maravillosa y singularísima, negada a los que conocemos, en cambio, el triste misterio del vivir.
Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el que ya conocemos.
La energía moral, por victoriosa que salga de sus luchas con los obstáculos de la suerte y con las pasiones de los hombres, siempre queda herida de esa enfermedad incurable que se llama la tristeza, enfermedad que no siempre conocemos, porque no nos es dado contemplar a veces a los grandes caracteres en sus momentos de soledad, cuando dejan descubierta el alma en la sombra del misterio.
Ahora que nos conocemos y que soy dichosa, ¡sería tan triste perderte!.
Nos conocemos porque somos desgraciados.
A lo último, más allá y después de lo que conocemos, la víspera de su muerte, el P.
Tú sabes que nos conocemos, y a mí no me asustas.
Conocemos por su nombre a los mozos de los cafés.
—Parécense también a los Ministros en que, cuando antiguamente aparecía o desaparecía un cometa nuevo, había en el mundo grande agitación y zozobra, ni más ni menos que si se tratara de un Alvaro de Luna, de un Marqués de Villena, de un Duque de Lerma, de un Rodrigo Calderón o de un Príncipe de la Paz, mientras que ahora nos hemos acostumbrado tanto a verlos entrar y salir, y los conocemos tan perfectamente, gracias a los telescopios que nos trajo la civilización, que ya no reparamos en su presencia, ni sabemos muchas veces su nombre, ni creemos que puedan influir sobre nuestro globo sub-lunar.
¡Ven, y lánzate a este torbellino de ambiciones, de novedades, de espectáculos, de peligros, de grandezas, de miserias y de locuras, fuera del cual no podemos vivir un año entero los que ya lo conocemos a fondo!—Y es que Madrid se parece a esas coquetas encantadoras que despreciamos tanto como las apetecemos, y que abandonamos todas las noches, sin perjuicio de volver a buscarlas todos los días.
—¿Por qué? ¡ fuera más exacto!—El año que empieza es el mismo que ya conocemos.
¡Aquí, no conocemos al que hace ruido sobre nuestro techo, ni al que se muere detrás del tabique de nuestra alcoba, y cuyo estertor nos quita el sueño!.
Es más, ¡conocemos que nuestra casa no es nuestra casa!.
Y por la primera vez en todo el año conocemos que ni el café, ni el teatro, ni el casino, ni la fonda, ni la tertulia son nuestra casa.
No conocemos escritor compatriota que disponga de una forma más ductil y exacta para expresar de pronto y con rapidez pensamientos más distintos.
Me está faltando con alguna que ni su mujer ni yo conocemos.
La que ya conocemos salió descarnada, pero Manolita adornó la suya tanto y de tal modo la quiso hacer patética, que no la conocería nadie.
Severiana quiso llevarme otra vez a su casa, pero entonces una señora que conocemos, esa doña Guillermina la habrás oído nombrar me cogió por su cuenta y me trajo a este.
Parándose después ante Fortunata, le dijo: Porque nosotras nos conocemos, ¿eh? A mí me llaman.
Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís, mostrádnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida.
Y déste y de aquél, y de aquéllos y de éstos, libre y desenfadadamente triunfa la hermosa Marcela, y todos los que la conocemos estamos esperando en qué ha de parar su altivez y quién ha de ser el dichoso que ha de venir a domeñar condición tan terrible y gozar de hermosura tan estremada.
Si lo haces por dilatarme la prometida merced, desde más lejos pudieras entretenerla, porque tanto más fatiga el bien deseado cuanto la esperanza está más cerca de poseello, pero, porque no digas que no respondo a tus preguntas, digo que conozco a tu esposo Anselmo, y nos conocemos los dos desde nuestros más tiernos años, y no quiero decir lo que tú tan bien sabes de nuestra amistad, por no me hacer testigo del agravio que el amor hace que le haga, poderosa disculpa de mayores yerros.
Dígolo porque todos nos conocemos, y a mí no se me ha de echar dado falso.
¡Por cierto, que sería gentil cosa casar a nuestra María con un condazo, o con caballerote que, cuando se le antojase, la pusiese como nueva, llamándola de villana, hija del destripaterrones y de la pelarruecas! ¡No en mis días, marido! ¡Para eso, por cierto, he criado yo a mi hija! Traed vos dineros, Sancho, y el casarla dejadlo a mi cargo, que ahí está Lope Tocho, el hijo de Juan Tocho, mozo rollizo y sano, y que le conocemos, y sé que no mira de mal ojo a la mochacha, y con éste, que es nuestro igual, estará bien casada, y le tendremos siempre a nuestros ojos, y seremos todos unos, padres y hijos, nietos y yernos, y andará la paz y la bendición de Dios entre todos nosotros, y no casármela vos ahora en esas cortes y en esos palacios grandes, adonde ni a ella la entiendan, ni ella se entienda.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba