Ejemplos con comezones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De este arte apasionado, melancólico y amarguísimo se prendó tanto el hijo de Lucila, que sin quererlo, y por inopinadas comezones de la edad juvenil, fue inducido a imitarlo.
Aún no era viejo, aún podía procurarse por la vía matrimonial una compañera y un hogar tranquilo y honesto, que fueran alivio de sus comezones.
Empezaron, pues, las inquietudes, las comezones, las ganitas de jarana, y la curiosidad sabrosa de ver al jefe embarullado y sin saber por dónde salir.
Al mismo tiempo la apatía y la pereza quedaban vencidas Andábanle por dentro comezones y pruritos nuevos, un deseo de hacer algo, y de probar su voluntad en actos grandes y difíciles Iba por la calle sin ver a nadie, tropezando con los transeúntes, y a poco se estrella contra un árbol del paseo de Luchana.
José, decidido a verlo y exasperado con su mala suerte, olvidó sus comezones de vanidad y preguntó a la mucama:.
Al ver en las novelas más acreditadas de Francia y de España que los personajes de mejor sociedad sentían sobre poco más o menos las mismas comezones de que él era víctima, ya no vaciló en pensar que lo que le había faltado había sido un escenario.
» ¡Qué comezones y espasmos entre los chicos y los grandes! Se alampan por estas maravillas de la mar los honradotes escrofulosos de Becerrit.
ni qué ha de decirme usted a mí, ni qué han de decirme ellos, que yo no sepa sobre ese particular? ¡Si yo, yo, que hablo que hablo de ese resabio de casta, yo, que le conozco como a los dedos de la mano, y abomino de él, yo, yo mismo, escribiendo, aunque indigno, en un papelón de la corte, casi he sido madrileño, y he tenido comezones de mirar de alto abajo a las cosas de provincias! Tendrá ese mal algún fundamento remoto, como el que exponía Casallena, lo dará el clima, le producirán las costumbres.
De aquí el estudio y los esfuerzos de ingenio que se hacían para decirlo todo sin decir nada, y el hábito de afrontar riesgos muy graves a trueque de satisfacer las propias comezones y la curiosidad del público, ávido de escándalos con que entretener el desasosiego en que vivía.
Tampoco hay que olvidar esos otros momentos cuando los mosquitos zumban y zumban y nos dejan, además de desvelados, llenos de tremendas ronchas que nos desesperan con sus comezones.

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