Ejemplos con colérico

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sin embargo, de inmediato comienza a mostrarse caprichoso, altanero, desconfiado y colérico en sus relaciones con los cardenales que lo habían alzado por encima de sí mismos, reprochándoles en público, su absentismo, lujo y vida lasciva.
La tradición del siglo XIII, ampliamente representada por el Toledano, sabe que Laín Calvo fue hombre de humor colérico y que, mal avenido con los alegatos judiciales, consagró su actividad a la fatigas de la guerra.
En el lugar de cautiverio su llanto era tan profuso que de sus ojos salían riachuelos que al juntarse sobre su colérico y agitado pecho formaron un río que bajó como fuente inagotable, rugiente y tormentosa como clamando venganza.
Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación disoluta como nunca se ha visto, ateo al punto del fanatismo, ahí me tenéis en una cáscara de nuez.
Los alumnos encontraban en él un maestro algo colérico y exigente y la sociedad académica un gran recluso.
Su padre, colérico por la escena de la noche anterior, le había escogido como víctima, para desahogar su enfado.
Fuera, los postes del telégrafo parecían una fila de espectros, los árboles sacudían su desmelenada cabeza, agitando ramas semejantes a brazos tendidos con desesperación pidiendo socorro, una casa surgía blanquecina, de tiempo en tiempo, aislada en el paisaje como monstruosa testa de granítica esfinge, todo confundido, vago, sin contornos, flotante y fugaz, a imitación de los torbellinos de humo de la máquina, que envolvían al tren cual envuelve a la presa el aliento de fuego de colérico dragón.
Sí, mucho, muchoceceó rápidamente Gonzalvo, que solía al pronunciar comerse dos o tres letras de cada palabra, repitiendo en cambio la palabra misma dos o tres veces, lo que hacía galimatías peregrino, sobre todo cuando hablaba colérico, barajando o suprimiendo vocablos enteros:.
¡Casar a su hija de usted con Miranda!gritó enarcando las cejas y colérico y descompuesto.
Ante la inutilidad de sus quejas, el antiguo carácter de don Marcelo se había despertado colérico, rugiendo contra el destino.
El señor Desnoyers marchaba con la cabeza baja, colérico por esta intervención del enemigo que había cortado su dicha.
Un teniente flaco, de talle apretado, que conservaba el mismo aspecto de los oficiales que él había visto en Berlín, un verdadero , estaba a pocos pasos, sable en mano, detrás de sus hombres, como un pastor, sombrío y colérico.
Ella no se inmutó ante su acento colérico y sus miradas hostiles.
Por encima de esta avalancha de pensamientos emergió uno, fatal, dominante y colérico.
Tenía el gesto resignado y fríamente colérico del hombre que cree haber llegado demasiado tarde y está convencido de que su desgracia es obra de su descuido ¡Si él hubiese hablado antes! La certeza de su importancia no le permitía dudar que la joven le habría aceptado con júbilo.
De aquello no le habían hablado en Deusto ni una palabra, y colérico por lo que consideraba una derrota, deseoso de salir del paso como en sus trabajos electorales, con arrogancias de valiente, lamentaba la presencia de Sánchez Morueta.
Volvióse Jacobo colérico, soltando impaciente una sucia palabrota, con esa obscena grosería que se oculta con frecuencia bajo las pulidas formas sociales de ciertos hombres y brota espontáneamente en cuanto la excita la ira o la impulsa una confianza sin decoro.
De repente, sonaron hacia el fondo del teatro pasos importunos, que hacían crujir las tablas del escenario, furioso Butrón volvióse agitando las manos extendidas e interpelando en colérico al imprudente, como al bueno de Kent el rey Lear:.
¡Ay de vosotros si no os acercáis a tan excelsos caballeros, aparentando que todo lo esperáis de ellos! ¡Ay de quién no les rinda parias! De seguro que nada obtendrá, de fijo que a todo le contestarán con monosílabos, y saldrá de allí colérico y desesperado.
Indignado, colérico, estrujé la carta, y yo que no tuve en mis ojos una lágrima ni en los momentos de amortajar a mi tía, a quien tanto amé, a quien tanto debía yo, que tanto me quiso, que fué para mí como una madre, no pude resistir aquel nuevo dolor.
No tardó en salir trémulo y colérico.
Otras veces acabadas de untar, a nuestro parecer mudamos forma, y convertidas en gallos, lechuzas o cuervos, vamos al lugar donde nuestro dueño nos espera, y allí cobramos nuestra primera forma, y gozamos de los deleites, que te dejo de decir por ser tales, que la memoria se escandaliza en acordarse dellos, y así la lengua huye de contarlos, y con todo esto soy bruja, y cubro con la capa de la hipocresía todas mis muchas faltas: verdad es que si algunos me estiman y honran por buena, no faltan muchos que me dicen no dos dedos del oido el nombre de las fiestas, que es el que nos imprimió la furia de un juez colérico, que en los tiempos pasados tuvo que ver conmigo y con tu madre, depositando su ira en las manos de un verdugo, que por no estar sobornado usó de toda su plena potestad y rigor con nuestras espaldas, pero esto ya pasó, y todas las cosas se pasan, las memorias se acaban, las vidas no vuelven, las lenguas se cansan, los sucesos nuevos hacen olvidar los pasados: hospitalera soy, buenas muestras doy de mi proceder, buenos ratos me dan mis unturas, no soy tan vieja que no pueda vivir un año, puesto que tengo setenta y cinco: y ya que no puedo ayunar por la edad, ni rezar por los vaguidos, andar romerías por la flaqueza de mis piernas, ni dar limosna porque soy pobre, ni pensar en bien porque soy amiga de murmurar, y para haberlo de hacer es forzoso pensarlo primero, así que siempre mis pensamientos han de ser malos: con todo esto, sé que Dios es bueno y misericordioso, y que él sabe lo que ha de ser de mí, y basta, y quédese aquí esta plática, que verdaderamente me entristece: ven, hijo, y verásme untar, que todos los duelos con pan son ménos: el buen dia meterle en casa, pues miéntras se rie, no se llora: quiero decir, que aunque los gustos que nos da el demonio son aparentes y falsos, todavía nos parecen gustos, y el deleite mucho mayor es imaginado, que gozado, aunque en los verdaderos gustos debe de ser al contrario.
Alababa mucho la paciencia de un tahur, que estaba toda una noche jugando y perdiendo, y con ser de condicion colérico y endemoniado, a trueco de que su contrario no se alzase, no descosia la boca, y sufria lo que un mártir de Barrabas.
Volvióse don Quijote a Sancho, y, encendido el rostro y colérico, le dijo:.
El duque no sabía la ocasión porque no se pasaba adelante en la batalla, pero el maese de campo le fue a declarar lo que Tosilos decía, de lo que quedó suspenso y colérico en estremo.
Alborotóse el doctor, viendo tan colérico al gobernador, y quiso hacer tirteafuera de la sala, sino que en aquel instante sonó una corneta de posta en la calle, y, asomándose el maestresala a la ventana, volvió diciendo:.
Y, en esto, comenzó a llorar tan amargamente que don Quijote, mohíno y colérico, le dijo:.
De Reinaldos respondió don Quijote me atrevo a decir que era ancho de rostro, de color bermejo, los ojos bailadores y algo saltados, puntoso y colérico en demasía, amigo de ladrones y de gente perdida.
No estoy tan loco respondió Sancho, mas estoy más colérico.
Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia que, a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda y a todas las aventuras de nuestro caballero, mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada, con la mitad de la oreja, que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho.

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