Ejemplos con cohombros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando, por haber entrado la enfermedad en el período de descamación era más fácil el contagio, Pepe, que no lo ignoraba, redobló sus cuidados y, durante la convalecencia, se estuvo constantemente haciendo compañía a la muchacha, satisfaciendo sus caprichos y tolerando sus impertinencias, hasta que, dada ya de alta, tornó a su puesto de antes y siguió vendiendo cohombros a los chicos y ensartando buñuelos toda la mañana en los juncos, lo cual, con el manejo de los ochavos, acababa por dejarle los dedos sucios y pringosos: luego, de cuatro brincos, se plantaba a ver a la chica.
Antes que amaneciera, su amo y un aprendiz sobaban la masa dispuesta en el lebrillo, y luego freían con rara rapidez bolas, tortas y cohombros: Pepe, mientras tanto, arreglaba los veladores, mezclaba algo de harina al azúcar de espolvorear, fregaba vasos, ponía cada cosa en su puesto y, cuando se abría la tienda, colocado de pie en la puerta, despachaba buñuelos a grandes y chicos, formando en la grasienta superficie de zinc que cubría la mesa un montón de cuartos y , cuyo sucio contacto le dejaba los dedos manchados de verdín.
El bulto calló, como si de la conmoción de su caída perdiera el conocimiento, y el hombre, para verlo mejor, se puso de rodillas diciendo: «¡Ajos, cebollas, berenjenas y cohombros!.
Ella dijo: ¡No! ¡por la tumba de tu padre, que no he de permanecer aquí mientras esté ese hereje! ¡Y cuando se marche, fregaré las baldosas de la habitación, y quemaré incienso, y ni siquiera te tocaré a ti durante un mes entero, pues temo que pudiera mancharme con tu contacto! Luego añadió: ¡Sin embargo, puesto que ya está en nuestra casa y guardamos el oro que nos ha dado, voy a prepararos de comer, y después me marcharé a casa de los vecinos! Y en tanto que Hassán iba en busca del persa, ella extendió el mantel, y tras de hacer muchas compras, puso en la bandejas pollos asados y cohombros y diez clases de pasteles y confituras, y apresuróse a refugiarse en casa de los vecinos.
El otro contestó: ¡Sí, ¡oh Comendador de los Creyentes! veo en lo alto de una colina una cosa vaga! ¡Debe ser algún jardinero o un sembrador de cohombros! ¡De todos modos, como sin duda hay agua por allá, echaré a correr para traértela!.
Y duró de tal forma aquel estado de cosas cuarenta días enteros, quejándose siempre Abu-Kir de un resto de marco: y a diario, una vez a mediodía y otra vez al ponerse el sol, iba el barbero al khan para servir y dar de comer al tintorero con la ganancia que le proporcionaba el destino del día y su navaja, y el tintorero se tragaba panecillos, cohombros, cebollas frescas y agujas de kabab sin fatiga ninguna de su cuidado estómago, y en vano el barbero le encomiaba la belleza sin par.
El barbero fué entonces a buscar al tintorero, que, como de costumbre, estaba durmiendo, y que cuando una vez despierto vió junto a su cabeza tanta abundancia de panecillos, queso, sandía, aceitunas, cohombros y lechecillas secas, exclamó maravillado: ¿De dónde sacaste todo eso?.
Entonces Abu-Sir el barbero volvió a coger sus pertrechos, se echó al hombro la tela, cogió en la mano la taza vacía, y empezó a recorrer el navío entre las filas de pasajeros, agrupados o echados, y afeitó a uno por dos panecillos, a otro por un pedazo de queso, o un cohombro, o una raja de sandía, o incluso por dinero, y tuvo tanta suerte, que al fin de la jornada había recogido treinta panecillos, treinta medios dracmas, y una porción de queso, y aceitunas, y cohombros, y varias tortas de lechecilla seca de Egipto, que se extrae de los excelentes pescados de Damieta.
Y he aquí que precisamente Hassán-la-Peste, Ahmad-la-Tiña y los demás, estaban en aquel momento sentados en tierra alrededor del mantel, y comían pichones asados, rábanos y cohombros.
A estas palabras, el emir Moinben rompió a reír de tal manera, que se cayó de trasero, e hizo llamar a su intendente y le dijo: ¡Es preciso contar inmediatamente mil dinares primero, luego quinientos, luego trescientos, luego ciento, luego cincuenta, y por último, treinta, para dárselos a este hermano árabe con objeto de que se decida a dejar atado donde está a su borrico! Y el árabe llegó al límite de la estupefacción al recibir mil novecientos ochenta dinares por un saco de cohombros.
El emir le preguntó: ¿Qué me traes en ese saco, hermano árabe? El otro contestó: ¡Confiando en la esplendidez de nuestro dueño el emir, le traigo los primeros cohombros tempranos que nacieron en mi campo! - ¡Qué inspiración tan buena! ¿Y en cuánto estimas mi esplendidez? - ¡En mil dinares! - ¡Es mucho! - ¡En trescientos! ¡Es mucho! - ¡En ciento! - ¡Es mucho! - ¡En cincuenta! - ¡Es mucho! - ¡En treinta, entonces! - ¡También es mucho! Entonces exclamó el árabe: ¡Por Alah, que fue de real augurio el encuentro que tuve antes cuando vi en el desierto aquel rostro de brea! ¡No, por Alah, ¡oh emir! no puedo dar mis cohombros en menos de treinta dinares!'.
Y he aquí que el árabe estuvo muy lejos de reconocer en él al jinete que había encontrado en el camino y con el saco de cohombros en las manos esperó, después de las zalemas, a que el emir le interrogara.
Al oír estas palabras, Moinben se echó a reír y espoleó a su caballo para reunirse con su séquito y entrar enseguida en su palacio, donde dio orden a sus esclavos y a su chambelán para que dejaran entrar al árabe con sus cohombros.
El emir Moinben, a quien el árabe no había visto hasta entonces, le preguntó: ¿Y cuánto esperas que te dé por esos cohombros el emir Moinben? El árabe contestó: ¡Mil dinares de oro, por lo menos! El emir preguntó: ¿Y si te dice que eso es mucho? El otro contestó: ¡No le pediré más que quinientos! - ¿Y si te dice que es mucho? - ¡Cincuenta! - ¿Y si te dice que es mucho? - ¡Treinta! - ¿Y si te dice todavía que es mucho? - ¡Oh! ¡Entonces meteré mi borrico en su harem y me daré a la fuga con las manos vacías!.
Como se trata del hombre más generoso que se conoce, estoy seguro que me pagará mis cohombros a un precio digno de su esplendidez.
Se puso delante de él, y después de las zalemas consiguientes, le preguntó: ¿Adónde vas, hermano árabe, y qué llevas envuelto tan cuidadosamente en ese saquito? El árabe contestó: Voy en busca del emir Moinben para llevarle estos cohombros tempranos que ha dado la primera recolección de mis tierras.
Nombrado después edil, Catón fue quien atendió a todo lo que era del cargo de esta magistratura, y quien ordenó los espectáculos en el teatro, dando a los de la escena coronas no de oro, sino de acebuche, como en Olimpia, y los presentes no fueron costosos, sino que a los Griegos les dio zanahorias, lechugas, rábanos y peras, y a los Romanos jarros de vino, tocino, higos, cohombros y haces de leña.
Si abre el año, es señal de que el rocío será abundante y la primavera muy hermosa, nacerá una enorme multitud de niños de ambos sexos, y habrá muchos cohombros, sandías, calabazas, berenjenas y tomates, y también cotufas.

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