Ejemplos con cobardía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sociológicamente, las características más notables de los Titerotes son su cobardía grupal e individual, su tendencia gregaria y su inquebrantable sentido del honor.
Discute con Menelao y le reprocha la decisión que tomó de tratar de recuperar a Helena y la cobardía que luego mostró en Troya.
La historia muestra cómo una de tantas campesinas que muy joven se lanzó a la gran aventura, viajando en tren con lo puesto, sin instrucción, sin dinero, feminista intuitiva y heroína por necesidad, creyó en el amor y despertó con un hijo en los brazos para enfrentar la cobardía del hombre que le mintió.
En la ciudad, Homer y Bart tienen que ahuyentar la cobardía de los habitantes robando las banderas de rendición.
Jaime se levantó contento, y al deshacer la barricada de muebles que obstruía la puerta, rio algo avergonzado de su precaución, considerándola casi una cobardía.
Todos le admiraban, con esa cobardía colectiva de la multitud temerosa.
Pero Pablo apenas había vivido en Mallorca: había viajado mucho, no era como los de su raza, inmóviles en la misma postura durante siglos, reproduciéndose sobre el montón de su vileza y su cobardía, sin fuerzas ni solidaridad para levantarse e imponer respeto.
¿Qué hacía allí el llamado Julio Desnoyers, hombre seductor é inútil, atormentando con su presencia a una pobre mujer, queriendo desviarla de su noble arrepentimiento, insistiendo en sus egoístas y pequeños deseos, cuando la humanidad entera pensaba en otras cosas? Su cobardía le irritó.
Su odio era una cobardía, pero insistió en él, como si en su interior se hubiese despertado otra alma, una segunda personalidad que le causaba espanto.
Pero Ferragut protestaba, como si le propusiese una cobardía.
¡Abandonar el , que era el mejor de todos los buques en que había servido! Se acusó de cobardía, creyendo que era él quien había impulsado al capitán a tomar esta decisión.
Una cobardía intelectual, el miedo al fuerte, hacía admirar todo lo de procedencia germánica, sin discernimiento alguno, en bloque, por la intensidad del brillo: el oro revuelto con el talco.
¡Desear la muerte de un pobre señor que no les había hecho daño alguno y al que inferían desde lejos diariamente un sinnúmero de misteriosas ofensas! ¡Qué cobardía! Pero el egoísmo amoroso acabó por despertar en él igualmente, con una crueldad implacable.
Su abandono arrastraba consigo la cobardía y la degradación.
Nació en plena corrupción colonial, cuando era Cuba mártir, el vertedero de todo lo podrido, el refugio de todos los estorbos, de todos los hambrientos y desocupados de España, cuando era nuestra tierra, el criadero de una milicia viciosa y enfermiza, robada a la Agricultura y a la Industria de su país, cuando era esta ciudad, jardín de América hoy, corral blando y holgado de Capitanes Generales infecundos, logreros e imperiosos, cuando la bandera roja y gualda flotaba sobre nuestra casa y a su sombra los cubanos estaban condenados a perpetua cobardía y los españoles autorizados para enriquecerse y engordar sus vicios insolentes, cuando el criollo moría en la miseria y el peninsular paseaba satisfecho en el carruaje comprado con el oro que manaba del crimen, cuando había más cárceles que escuelas, y el látigo infamante chasqueaba sobre las espaldas de los hombres de una raza tan necesitada de justicia como la nuestra, cuando el cubano que no se sometía a servir de celestino al pisaverde madrileño que lo solicitara, iba a purgar su osadía en el presidio, cuando el talento de los nativos dormía echado bajo la bota del déspota ceñudo, y la capa torera sobre los hombros y la cinta de hule en el sombrero, eran los únicos pasaportes de honor y las únicas cédulas de vida, verdaderas.
Unos habían de buscar la alegría de su existencia fracasada fuera de su casa, manteniendo, por cobardía o egoísmo, las apariencias de un hogar tranquilo, otros, más resueltos y valerososél, por ejemplo,rompían abiertamente, no queriendo vivir encadenados a un alma muerta y volvían a su existencia de solteros, con la amargura de no poder buscar públicamente una nueva compañera.
Experimentaba la cobardía del amor, y cerraba los ojos.
Sánchez Morueta se avergonzaba al pensar en su cobardía de la segunda noche.
Lo repito: es una cobardía lo que haces.
Perdura en ella el miedo, la cobardía que inspiraba la hoguera inquisitorial.
Y a más de esto, la amenaza material: el terror de la hoguera inspirando la cobardía y el envilecimiento a los hombres ilustrados.
Únicamente cree en Dios y le teme en la hora de la suprema cobardía, cuando la muerte le abre la obscuridad sin fondo de la nada, y él, en su orgullo de bestia racional, se subleva contra la completa supresión de su ser.
Mas este algo podrido, esta charca hedionda, desbordada siempre por la desvergüenza propia y la cobardía ajena, mezclándose con el agua pura y comunicándole en apariencia sus impurezas, habíala ella estancado en casa de la Albornoz, y al quedar deslindados los campos, la lógica de los números metió la mano inexorable del gran mundo y sacó tan sólo catorce mujeres perdidas, por ciento veinte mujeres honradas.
La cobardía que sintió impulsábala a correr hacia la calle.
Acaso el instinto de cobardía propio de su raza les moverá a agazaparse breves minutos detrás de un arbusto o de una peña, pero al primer imperceptible efluvio amoroso que les traiga la cortante brisa, al primer hálito de la hembra que se destaque del olor de la resina exhalado por los pinares, los fogosos perseguidores se lanzarán de nuevo y con más brío, ciegos de amor, convulsos de deseo, y el cazador que los acecha los irá tendiendo uno por uno a sus pies, sobre la hierba en que soñaron tener lecho nupcial.
En los días en que he dejado de verte me he visto volver a mi antiguo estado insignificante, a mi cobardía primera.
Esto pasaba en la puerta de la venta, y en ella andaban las puñadas y mojicones muy en su punto, todo en daño del ventero y en rabia de Maritornes, la ventera y su hija, que se desesperaban de ver la cobardía de don Quijote, y de lo mal que lo pasaba su marido, señor y padre.
¡Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias, aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas, aquí se escurecieron mis hazañas, aquí, finalmente, cayó mi ventura para jamás levantarse!.
Yo, pues, como me cupo en suerte ser uno del número de la andante caballería, no puedo dejar de acometer todo aquello que a mí me pareciere que cae debajo de la juridición de mis ejercicios, y así, el acometer los leones que ahora acometí derechamente me tocaba, puesto que conocí ser temeridad esorbitante, porque bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos estremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad, pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baje y toque en el punto de cobarde, que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que al avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía, y, en esto de acometer aventuras, créame vuesa merced, señor don Diego, que antes se ha de perder por carta de más que de menos, porque mejor suena en las orejas de los que lo oyen el tal caballero es temerario y atrevido que no el tal caballero es tímido y cobarde.
Ésta sí será letura digna del buen entendimiento de vuestra merced, señor don Quijote mío, de la cual saldrá erudito en la historia, enamorado de la virtud, enseñado en la bondad, mejorado en las costumbres, valiente sin temeridad, osado sin cobardía, y todo esto, para honra de Dios, provecho suyo y fama de la Mancha, do, según he sabido, trae vuestra merced su principio y origen.

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