Ejemplos con chulescas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El que menos molestaba y también el menos divertido era Naturaleza, inofensivo poltrón, que se le ofrecía para recados, y que no hallaba mejor manera de mostrar su gratitud que brindándose a hacer un plato de repostería para que Guerra se chupase los dedos. Naturaleza y su prima se encerraban en la cocina, él de maestro, ella de alumna, y el plato salía, aunque jamás a gusto del artífice, excesivamente concienzudo y descontento de sus obras. Pero como Ángel no tenía ganas de comer, ni su querida tampoco, resultaba que Naturaleza se regalaba a sí mismo. El que rarísimas veces aportaba por allí era Policarpo, que a Guerra le parecía el más avieso de los Babeles, aparte de que sus maneras chulescas y su lenguaje de germanía le desagradaban. En cuanto a Dulce, cada día era menor su esperanza de ver en Ángel el mismo hombre de los tiempos de pobreza y fiebre revolucionaria. Manteníase delicado y respetuoso, pero de su antigua ternura apenas quedaban resabios, no hacía más que cumplir, cubrir el expediente, como decía ella para sí, conociendo que si conservaba la fidelidad que puede llamarse oficial, el corazón no le pertenecía ya. Sus temores de perderlo todo crecían diariamente, y su vida era una pura zozobra. Algunas noches, pretextando la necesidad de ejercicio, salía con él para acompañarle hasta su casa: el verdadero objeto de ella era prolongar lo más posible el estar a su lado, ansiosa de sorprender algo que la sacara de tal incertidumbre. Para Dulce, la causa del desvío de Guerra hallábase en la propia casa de éste, y si al principio se resistió su mente a sospechar de Leré, ya la temeraria idea principiaba a abrirse camino, como esos absurdos que lentamente se descomponen en realidad, al modo que, en los cuadros vivos, de las sombras monstruosas e indeterminadas van saliendo figuras. Dejábale en la calle de las Veneras, y se volvía a la de Santa Águeda con el corazón oprimido y la mente relampagueando. Alguna vez forjose la ilusión de que Ángel la permitiría entrar en su casa. ¡Qué simpleza! Lo que hacía el pícaro era decirle qué no se detuviese en la calle, porque helaba y encargarle que se retirase pronto, envolviéndose bien én la toquilla. Con esto, y unas buenas noches como las que se darían al sereno, él entraba, y ella se iba, sintiendo en el pecho una nidada de serpientes.
Las notas del organillo brincaban alegres y retozonas, frívolas y sentimentales, desgarradas y chulescas.
Al paso del automóvil llegaron a ella algunas chulescas galanterías, que tenían el olor acre de las flores del arroyo, olor de clavo y de canela un poco grosero y un poco picante, aunque grato, con la grata frescura de la vida, pero Lina no prestó atención, ni aun diose exacta cuenta.

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