Ejemplos con chuecas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las válvulas de cuero que van en los peines tiene que estar planas o a lo sumo un poco levantadas, pero nunca con vueltas o chuecas.
Bajito pero muy potente, sus poderosas piernas chuecas le daban un pique corto tremendo y pegaba unos voleos de zurda que incrustaban al arquero con la pelota adentro o mandaban al hospital a algún espectador de la tribuna.
Habíanse ya trasegado a los estómagos muchas botellas del buscapleitos, cuando antojósele a la vieja, que viejas son pedigüeñas, pedir que brindase el padre Chuecas.
El corista obedeció, y su guardián lo plantó en la cárcel del convento, a pan y agua, por ocho días, pero la cosa llegó a oídos del arzobispo Las Heras, quien llamó al superior franciscano, le echó una repasata de padre y muy señor mío, y lo obligó a cambiar de conducta para con los conventuales que, gracias a la aguda iniciativa del corista Chuecas, se vieron desde ese día bien vestidos y mejor alimentados.
Chuecas se propuso afrontar, en público, la tacañería del reverendo padre guardián, seguro, segurísimo de que las beatas contestarían como loros con el estribillo de costumbre.
El famoso padre Chuecas, que a la sazón era corista, fastidióse del mal trato, y en uno de los días del novenario de san Antonio, hallándose el guardián en un confesonario atendiendo al desvalijo de culpas de una vieja, subió nuestro corista al púlpito para rezar en voz alta la novena del santo lisbonense.
Un viejo de barba larga y piernas chuecas, se acercó con desenvoltura para sufrir el mismo desaire.
El padre Chuecas pasó seis meses de destierro en Huaraz.
Ello no era verso, ni con mucho, pero era una banderilla de fuego sobre el cerviguillo de Chuecas.
El padre Chuecas, sin hacerse de rogar, se sirvió una copa y pidió el pie forzado.
Huyendo de los golpes que le contundían, trató de refugiarse en la iglesia, pero cabalmente comenzaba a salir entonces la gente, y aun quiso su mala fortuna que el primero que salía fuera Nilo Chuecas, el colaborador poeta de los ''Cantares tiernos'', el cual, al verse cara a cara con el sabio, le plantó en ella el mejor par de bofetones que se había dado en Villavieja muchos años hacía.
Por los tiempos en que el padre Chuecas andaba tras la flor del berro y parodiando en lo conquistador a Hernán Cortés, vivía en la calle de Malambo una mocita, de medio pelo y todavía en estado de merecer.
Debajo se lee esta redondilla del padre Chuecas:.
Las producciones del padre Chuecas se han perdido, y apenas si algunas de sus chispeantes letrillas se conservan en listines de toros, en la memoria del pueblo o en el archivo de tal cual aficionado a antiguallas.
Fue el padre Chuecas quien nos contó que para, catequizar a un curaca salvaje, lo llevaron a una capilla en momentos de celebrase misa, y concluida ésta le preguntaron que le había parecido la misa.
La moral era para Chuecas otra tela de Penélope, pues si avanzaba algo en el buen camino durante los meses de encierro, lo desandaba al poner la planta en los barrios alegres de la ciudad.
Gran parte del año la pasaba el padre Chuecas recluso por mandato de sus superiores en la Recolección de los descalzos.
Dejo para otros ingenios la tarea de escribir la biografía del padre Chuecas, que, ni abundo en datos ni en voluntad por ahora.
== Una aventura amorosa del padre Chuecas ==.
Y respondió a la interpelación del zapatero con una bofetada que sonó en toda la plazuela, e hizo dar a Tapas tres vueltas en redondo, salió entonces a la defensa del abofeteado uno de los menestrales que contemplaban a Maravillas poco antes, y obtuvo igual recibimiento que Tapas del hijo del boticario, púsose Nilo Chuecas al lado de éste, salieron de la iglesia otros dos ateos de los prosélitos de Maravillas, y uniéronse a los que peleaban por él, fueron entrando en pelea por aquí y por allá gentes que no habían soñado en ello ni tenían por qué soñarlo, comenzaron los gritos de las mujeres y los conjuros de los hombres pacíficos, presentáronse en escena otros dos colaboradores del maldecido periódico, llegó el mancebo de la botica, salió de la iglesia don Adrián, y detrás don Claudio Fuertes, que tomó sitio junto a Leto y comenzó a sacudir garrotazos a diestro y a siniestro, huyeron hacia la izquierda los Vélez y hacia la derecha los Carreños, que tenían un miedo horrible a los alborotos populares, desmayáronse dos Escribanas, una Codillo y Rufita González, y abriéronse todos los balcones que daban a la plaza y llenáronse de gente que se llevaba las manos a la cabeza y estaba sin color y sin pulsos al ver a los combatientes de aquel campo de Agramante, rodar aquí en montón confuso por los suelos, allá esgrimiendo los puños en el aire, acá forcejeando entrelazados, y acullá a Leto y al comandante segando hombres en un espacio de tres varas en rededor, que siempre estaba desembarazado de estorbos.

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