Ejemplos con chiquitines

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una ideal para los chiquitines tiene un pequeño tobogán y la otra, una fuente.
A unos les corregía con gracejo, a otros con besos les estimulaba, a los más chiquitines les sentaba sobre sus rodillas, metiéndoles en la cabeza, como por arte mágico, las cinco vocales.
y los chiquitines de las marimachos.
Mi defecto era simplemente la pequeñez, pues no padecía ninguna deformidad: al contrario, mi rostro era correcto, mi cuerpo bien repartido de miembros y de notoria esbeltez, mi temperamento de gran viveza y acometividad, compensación que la Naturaleza suele dar a los chiquitines, casi enanos.
Si este niño tuviera salud y robustez como esos chiquitines que pasan por ahí ¡aunque fuésemos tan pobres como un mendigo!.
Quizá desde entonces encariñose por los roedores, y viendo en ellos una obra del Señor, es de presumir que diría, estableciendo comparación entre su persona y la de esos chiquitines seres, lo que dijo un poeta:.
A unos les corregía con gracejo, a otros con besos les estimulaba, a los más chiquitines les sentaba sobre sus rodillas, metiéndoles en la cabeza, como por arte mágico, las cinco vocales.
Menos mal que ella criaba los chiquitines, y aun le daba tiempo la crianza para dedicarse al oficio y aumentar los ingresos con algunos sombreros, tan modestos como la parroquia que hacía de ellos el encargo.
Así como así, familia no tengo, que bien jovencillos se me murieron los chiquitines y la mujer.
o, como dicen los chiquitines, ajuntemos de cosas: dime tú lo que te ha contado.
en aquel callejón de fuego, pues no parece otra cosa, tan angosto y tan espeso de luminarias por arriba y por los lados, con los gritos de los tenderos, y el cencerrear de los teatrillos, y la marca de gentes que la llevan a una en vilo, materialmente en vilo, algunas veces, y métase usted en este barracón, apestando a moco de candil, para ver el monstruo de las tres cabezas, o los hombres chiquitines, o los espectros ensangrentados, o en el circo de los caballitos, o en el caserón de las fieras, y en esta rifa y en aquel barato.
De cerca ya no sucedía lo mismo: tenía la boca grande, y los dientes ralos y amarillos, el cutis áspero, la nariz un poco torcida, y los ojos chiquitines, y en cuanto al pelo, aquel pelo que ondulaba siempre al compás de las pisadas o al capricho de la brisa, desgajado en copos encrespados de las alturas de la frente, había quien opinaba que no era suyo, es decir, que era crepé, muy bien imitado del natural, eso sí, pero, al fin, postizo.
Escopetazos en medio de la calle, tiros que al anochecer relampagueaban desde el fondo de una acequia o tras los cañares o ribazos cuando el odiado enemigo regresaba del campo, alguna vez, un Rabosa o un Casporra, camino del cementerio con una onza de plomo dentro del pellejo, y la sed de venganza sin extinguirse, antes bien extremándose con las nuevas generaciones, pues parecía que en las dos casas los chiquitines salían ya del vientre de sus madres tendiendo las manos a la escopeta para matar a los vecinos.
Tuvieron que esperarla un buen rato en la sala, que era pequeñita, como toda la casa desde el portal, y vieja, por supuesto, con puertas acuarteronadas, cerraduras y pestillos enormes, y vidrios muy chiquitines, donde los había.

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