Ejemplos con chascos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Alegres, juquetones, serviciales y un poco golosos, amigos de pegar chascos, pero muy hombrecillos de bien.
¿O es que esperaba un príncipe de la sangre? Pues que no se descuidara mucho, porque la juventud de las mujeres pasa pronto, y se han llevado en estos asuntos bastantes chascos.
Su excelencia encontraba cierto maligno gustito en no ser la única víctima de los enredos de aquella grandísima tuna que tan pesados chascos estaba dando a los Epaminondas y Arístides de la España con honra.
Yo me he llevado chascos en mi vidadijo meneando la cabeza como los muñecos que tienen un alambre en el pescuezo, pero un chasco como este no me lo he llevado nunca.
¡Me he llevado tantos chascos! tantas veces me ha pasado ver que una persona con fama de perversa salía de buenas a primeras con un acto de los más cristianos, que ya no me sorprendo de ver saltar el bien en donde menos se piensa.
Teníase por denigrativo entre la gente de color el servir a otra persona que el amo, género de idiosincrasia de que no tuvo María de Regla ni sospecha sino al cabo de muchos chascos y desengaños parecidos al que acaba de mencionarse.
El pobre viejo, que no está para muchas fiestas, se accidenta todo, le meten a dar un paseo al cuarto inmediato, y de allí a poco le vuelven a sacar hecho un energúmeno, como un sacerdote antiguo inspirado, que le viene a decir a su hijo antes de marcharse a la otra vida que es un mal hombre, y que le tienen que suceder muchos chascos por ser un jugador, y otras mil cosas por este estilo, que adivina, el diablo son los viejos, y las concluye todas con su última maldición.
Las minas de hierro y de carbón que empezaban a explotarse en aquella provincia por entonces, daban mil chascos a cada momento, y no pocos de ellos redundaron en perjuicio de las acciones de Emma que Nepomuceno había comprado, siempre diligente en el cuidado de la hacienda de su antigua pupila.
Volvió a la calle porque la voz se le mudaba, que era para el caso como perderla, y con la edad de comenzar las pasiones a abrir sus yemas, coincidió la mayor pobreza de su vida, por lo que no fue extraño, o a él no se lo pareció, que por aquellos días sus expedientes para procurarse el sustento y lo demás que necesita un mozo suelto y sin escrúpulos, fuesen del todo incompatibles con los rigores de la ley civil y criminal, sin que esto quisiera decir que llegase a robar, al menos con violencia, sino que, recordando tradiciones familiares, inventó industrias alegres y vistosas, como juegos de feria, con moderada trampa, inocentes chascos, justo castigo de tontos avarientos y confiados necios, en que el provecho que a él, a Mingo, le quedaba entre las uñas, era apenas la necesaria retribución de su trabajo, que hubiera sido exigua cotejada con el riesgo y con el primor y gracia de las trazas inventadas.
pues de no hacerlo, a chascos mil te expones.
Nada de eso: Nacho, con sus ojos dulces y expresivos, su barbita sedosa, sus facciones correctas y finísimas, y su actitud elegante, podría no valer en el fondo un puñado de alfileres, porque chascos mucho más gordos dan ciertos diamantes falsos, pero, ''a la vista'', era el tipo del abogado nuevo, del abogado artista, que no anda por los caminos trillados de las clásicas y vetustas tradiciones forenses, sino por las cumbres espinosas y arriesgadas de los nuevos problemas jurídicos, de los que no usan los libros de la profesión para ejercerla, de los que van a la Audiencia, no a alegar, sino a demoler, no a invocar textos y razones del acervo común, sino a enredarse en teorías frenopáticas dentro de un laberinto de disquisiciones antropológicas, para acabar declarando loca de remate a toda la humanidad que anda fuera de los manicomios, con el heroico fin de salvar del patíbulo, por loco irresponsable, al distinguido criminal a quien defiende, convicto y confeso y reincidente además.
Aunque no fuera esta peculiaridad un secreto para nadie, en la casa, más de una vez, en momentos de descuido, había sido fuente de chascos muy graciosos, cuando no irreparables, y era un peligro constante, en la misma familia, para los que tenían algo que ocultar.
Con la ayuda y protección del Protector, llegó sin incidentes a su casa y entró a ver a su hija Zeinab, que estaba en ascuas esperándola, y que le dijo: ¡Contigo estuvo mi corazón, oh madre mía! ¿Cuántos chascos has dado? Dalila contestó: ¡En este primer día he jugado cuatro malas pasadas a cuatro personas: un mercader joven, la esposa de un capitán terrible, un tintorero libidinoso y un arriero! ¡Y te traigo todas sus ropas y efectos en el asno del arriero!.
¡Y qué chascos se llevan las personas serviciales! Esperaba mi D.
En las habitaciones altas había otro de chimenea que habiéndose hecho bufón, reía de los grandes chascos que daba a sus amos y del trastorno que producía.
Echose a reír de nuevo, y me dijo que en Madrid no pasaba semana sin hacer alguna travesura de aquel jaez, que la alegría de la capital y su constante humor de bromas era contagiosa, por lo cual ella no podía resistir a la tentación de dar chascos, que se complacía en deshacer la fiesta, en trastornar el tiempo, en soltar los fríos del Norte después de sofocantes horas, y que se divertía mucho viendo el descontento de la gente madrileña.

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