Ejemplos con cejijunta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Dónde diablos estaban las tartanas? Una vieja cejijunta, displicente y con ojos de sibila, me dijo que los coches se habían ido a los juncales del Ebro, y allí se los había tragado el fango.
Y cuando nos poníamos a comentar, ¡qué claro juicio en aquella salvaje! Lloraba con las ternezas religiosas de Manzoni, se entusiasmaba con el fiero nacionalismo de Monti y de Alfieri, y Leopardi la dejaba no pocas veces silenciosa y cejijunta.
Barbarita, cejijunta y preocupada, le dijo con frialdad: No sé qué pensar de ti, pero en fin, tráetelo y escóndelo hasta ver la cosa es muy grave.
Fortunata salió de la cocina sin decir nada, cejijunta y con los labios temblorosos.
Seria, cejijunta, descolorida Jenara murmuró algunas palabras para expresar el desprecio que le merecía el abigarrado tiranuelo a quien poco antes saludara con tanta zalamería.
Su turbante era mayor dos veces que el mayor de alguna de las otras, era cejijunta y la nariz algo chata, la boca grande, pero colorados los labios, los dientes, que tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien puestos, aunque eran blancos como unas peladas almendras, traía en las manos un lienzo delgado, y entre él, a lo que pude divisar, un corazón de carne momia, según venía seco y amojamado.
Y penetró Paco en el pueblo luciendo su gallarda apostura sobre su caballo, que ostentaba de vivos colores el flamante aparejo redondo, y llegó a casa de Clotilde, la cual habiéndole visto desembocar en la calle, esperábalo ya con cara un tanto mohína y cejijunta en la puerta.
Cansada de esperar a Pepe, cerró Dolores la ventana y, sombría y cejijunta, sentóse en la silla de la costura.
Y cuando nos poníamos a comentar, ¡qué claro juicio en aquella salvaje! Lloraba con las ternezas religiosas de Manzoni, se entusiasmaba con el fiero nacionalismo de Monti y de Alfieri, y Leopardi la dejaba no pocas veces silenciosa y cejijunta.
¿Dónde diablos estaban las tartanas? Una vieja cejijunta, displicente y con ojos de sibila, me dijo que los coches se habían ido a los juncales del Ebro, y allí se los había tragado el fango.
La puerta de la mampara se abrió, y encuadrada por el marco, vi una mulata cejijunta y de mirada aviesa, que de mal modo me preguntó lo que quería.

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