Ejemplos con ceñido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El corte actual del redingte de hombre podría ser el de un capote largo ceñido o del más voluminoso impermeable, con añadido de mantelinas y collares, casi un redingote con garrick.
Es un traje que recuerda al estilo Imperio, popular en la Francia revolucionaria al estar ceñido por debajo del pecho y suelto hasta los pies.
Va vestido con un hermoso traje morado bordado en los extremos en oro y va ceñido a la cintura con un cíngulo dorado también.
Se llama brial al vestido de seda o de cualquier tela costosa y rica que usaron las mujeres ceñido a la cintura y bajando en redondo hasta los pies.
Famoso por su dificultad, el villancico ha sido versionado por una amplia lista de cantantes, músicos y bandas de todo tipo de estilos que se han ceñido al ritmo y melodía navideña de la composición.
El cuerpo poligonal se remata con una sencilla moldura de arquillos ciegos coronados por una crestería floral, que sirve de apoyo a un tambor octogonal, de mayor diámetro, ceñido por un relieve donde se repiten, en alternancia, flores de tres pétalos y puntas de lanza sobre filete corrido.
En francés, redingote venía utilizado habitualmente para describir un frock coat ceñido.
Inventó el frontolux, un sistema inspirado en las lámparas de los mineros que, ceñido a la frente del cirujano, permite iluminar el campo operatorio, el empuja ligaduras, para detener las hemorragias, el porta-agujas, en diversas medidas y formatos, la pinza doble usada para hemostasia y como pasahilos, el aspirador quirúrgico para limpiar la sangre del campo operatorio, las valvas Finochietto, para abrir heridas, la cánula para transfusiones, la mesa quirúrgica móvil, manejada con pedales e impulsada por motor el ctrico, que permite colocar al paciente en cualquier posición para facilitar la operación, el banco para cirujanos, que permite operar sentado, y el separador intercostal a cremallera para operaciones de tórax, conocido universalmente como separador Finochietto.
Diversas influencias se combinan para producir una cierta simplificación de la ropa femenina, como reacción contra el estilo representado por la aristocracia de ropa muy formal y rígida, se impone ahora una estética que continuará durante el imperio con trajes de tela ligera y talle alto, ceñido bajo el busto y una larga, falda suelta, a modo de camisón, idealizado de la antigua Grecia y Roma, y también largas túnicas con escotes de pico.
Actualmente esta ceñido a las actividades culturales, académicas no formales, de extensión, de divulgación y de proyección del quehacer universitario.
Chaquetilla y un poncho ceñido en la cintura a modo de kilt escocés, mientras otro colgaba de sus hombros, completaban con el gorro de fajina y un par de botas de potro, grandes espuelas, sable, trabuco y cuchillo, el atavío artigueño.
Para ocultar su edad en su afán de atraer a las mujeres, Pantaleone llevaba una extraña indumentaria turca, que consistía en un calzón ajustado a las piernas y ceñido hasta las rodillas.
Es uno de los hábitos más originales por su colorido, tienen un capillo blanco ceñido con un escapulario, símbolo de su hermandad.
El varón utiliza un terno negro de bayeta, además un sombrero blanco de lana ceñido con un hilo de colores con una bellota, un poncho negro, camisa blanca de manga larga, una faja multicolor, yanquis u ojotas de jebe.
Algunos habían ceñido espada y mandado hombres, otros habían manejado papeles sellados e interpretado la ley.
Y él, imperceptible molécula en la inmensidad del espacio, ínfimo espectador de la estupenda representación de la Naturaleza, podía abarcar con sus ojos el globo azul ceñido de nubes.
Las fuentes guardaban todavía sus barbas de hielo, la tierra se desmenuzaba bajo el pie con un crujido de cristal, las charcas tenían arrugas inmóviles, los árboles, negros y dormidos, conservaban sobre el tronco la camisa de verde metálico con que los había vestido el invierno, las entrañas del suelo respiraban un frío absoluto y feroz, semejante al de los planetas apagados y muertos Pero ya la primavera se había ceñido su armadura de flores en los palacios del trópico, ensillando el verde corcel que relinchaba con impaciencia: pronto correría los campos, llevando ante su galope en desordenada fuga a los negros trasgos invernales, mientras a su espalda flotaba la suelta melena de oro como una estela de perfumes.
Y él, con el chaqué ceñido de talle y abombado de pecho, los pies de femenil pequeñez enfundados en charol y cañas blancas sobre altos tacones, bailaba grave, reflexivo, silencioso, como un matemático en pleno problema, mientras las luces azuleaban las dos cortinas obscuras, apretadas y brillantes de sus guedejas.
La puerta del salón de Damas se abría solemnemente, un elegante y correcto anciano, con blancas patillas y delicadamente afeitado el resto de la faz, se quedó en el umbral en diplomática postura, una mujer alta y gallarda penetró en el recinto, acrecentaba su clásica beldad el negro traje de tafetán, muy ceñido y golpeado de azabache, sobre su frente de diosa, el sombrero de tul con espigas de oro, parecía mitológica diadema, era su andar noble y soberano, y sin cuidarse de saludar a nadie, se fue hacia el piano, vacante a la sazón, y sentándose, comenzó a interpretar magistralmente unas mazurcas de Chopín.
Desde la embajada española, allá en lo alto de Pera, veíase flotar sobre el límpido azul de las olas su largo levitó oscuro, ceñido por el zurriago de cuero de hipopótamo, insignia de su clase, que había servido de dogal.
La oportunidad es en todas las cosas precursora del éxito, y el llegar a tiempo ha levantado no pocas veces el pedestal de muchas celebridades y ceñido los laureles a infinitos héroes.
Allí, en las húmedas y boscosas calles de Barrio Viejo, encontraréis a todos los villaverdinos: unos a caballo, luciendo el potro rijoso y bien enjaezado, el pantalón ceñido, el sombrero suntuoso y el zarape de mil colores, otros, en viejos y desvencijados carruajes, los más, caballeros en el corcel de San Francisco.
Zapato vaquerizo, ceñido y bien cortado pantalón, chaquetilla gentil, sombrero bien ladeado, y joronguillo al hombro.
¡Aquí está el campirano! ¡Ya lo verán ustedes mañana, qué plantadote, con el sombrero charro y el pantalón ceñido!.
¡Ya, ya verá usted a su sobrino, qué majo y qué gallardo que viene, vestidito de charro, en un caballo soberbio! ¡Ya verá usted, tía Pepa, qué elegante y guapo estaré con el pantalón ceñido, el jarano galoneado, la chaquetilla airosa y la pistola al cinto! ¡Y taca, taca, taca ! ¡Ahí está el ranchero! ¡Ya llegó! Y entrará Juana, diciendo: ¡Señora ya vino el charro! Y usted, tía Pepilla, usted saldrá corriendo a recibirme y abrazarme, o se asomará usted a la ventana para verme llegar, y ver a todas las muchachas que han de mirarme con tamaños ojos, como diciendo: ¡Qué reguapo! Y entraré, sonando las espuelas, y ustedes se pondrán muy alegres.
Seguíale, a guisa de caballerango, un muchacho trigueño, guapo y bien dispuesto, de pantalón ceñido y jarano galoneado, que, por lo arrestado y vigoroso, contrastaba singularmente con el aspecto manso y bondadoso del clérigo.
Juan ceñido y aherrojado con tan gran cadena, descolorido el rostro y los ojos con muestra de haber llorado, se le cubrió el corazon, y se arrimó al brazo de su madre que junto a ella estaba, la cual abrazándola consigo, le dijo:.
Finalmente, con la sumaria del caso, y con una gran cáfila de jitanos entraron el alcalde y sus ministros, con otra mucha gente armada, en Murcia, entre los cuales iba Preciosa, y el pobre Andres ceñido de cadenas sobre un macho y con esposas y piedeamigo.
Así que, si tú tienes ceñido mi cuerpo con tus brazos, yo tengo atada mi alma con mis buenos deseos, que son tan diferentes de los tuyos como lo verás si con hacerme fuerza quisieres pasar adelante en ellos.
Suspendióles la blancura y belleza de los pies, pareciéndoles que no estaban hechos a pisar terrones, ni a andar tras el arado y los bueyes, como mostraba el hábito de su dueño, y así, viendo que no habían sido sentidos, el cura, que iba delante, hizo señas a los otros dos que se agazapasen o escondiesen detrás de unos pedazos de peña que allí había, y así lo hicieron todos, mirando con atención lo que el mozo hacía, el cual traía puesto un capotillo pardo de dos haldas, muy ceñido al cuerpo con una toalla blanca.

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