Ejemplos con cazadores

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Oculta entre dos rocas, como los crustáceos cazadores, estaba la rascaza.
Los filamentos de los árboles carnívoros eran guirnaldas de lámparas, los ojos de los animales cazadores, globos eléctricos, las insignificantes bacterias, glándulas fotógenas, y todos ellos abrían o cerraban sus conmutadores fosforescentes según la necesidad del momento, unas veces para perseguir y devorar, otras para mantenerse disimulados en las tinieblas.
Los ceramistas valencianos del siglo XVIII los habían ornado con galeras berberiscas y cristianas, aves de la cercana Albufera, cazadores de blanca peluca que ofrecían flores a una labradora, frutas de todas clases y briosos jinetes cabalgando en caballos como la mitad de su cuerpo ante casas y árboles que apenas llegaban a las rodillas del corcel.
Y Pablo no acepta jamás la gratificación que es costumbre dar a los otros cazadores de fieras dañinas, sino que después de haber traído muertos al tigre, al lobo o al leopardo, o de haber avisado a los pastores en qué lugar queda tendido, se retira sin hablar más.
Y después venían las horas de inquietud por la ausencia de su marido, unas tardes interminables, de angustia, esperando al hombre que nunca regresaba, saliendo a la puerta de la barraca para explorar el camino, estremeciéndose cada vez que sonaba a lo lejos algún disparo de los cazadores de golondrinas, creyéndolo el principio de una tragedia, el tiro que destrozaba la cabeza del jefe de la familia o que le abría las puertas del presidio.
Arboles azules sobre campos morados, horizontes amarillos, casas más grandes que los árboles y personas más grandes que las casas, cazadores con escopetas que parecían escobas y majos andaluces, con el trabuco sobre las piernas, montados en briosos corceles que tenían aspecto de ratas.
Los curiosos, enardecidos por el tiroteo, seguían con mirada ansiosa al pájaro que lograba escapar, interesábanse en las terribles disputas de los cazadores, reclamando todos la misma pieza, no se fijaban en la lluvia de perdigones fríos que caían en torno de ellos, y si por casualidad se perdía un ojo o se sentía escozor en el cuerpo ¿qué iban a hacer? esto entraba en la diversión.
—Cada baile de esos que exaltan la bilis del liberal irreflexivo, llena de oro el bolsillo de los guanteros, de las modistas, de los sastres, de los tapiceros, de los cazadores, de los pescadores, de los confiteros, de los perfumistas.
¡No fastidiar!gritaron unánimemente los cazadores.
Formaban círculo los cazadores, y a sus pies dormían enroscados los perros, con un ojo cerrado y otro entreabierto y de párpado convulso, a veces, cuando se aplacaban las risotadas y las frases chistosas, se oía a los canes , espulgarse a toda orquesta, ladrar por sueños, sacudir las orejas y suspirar con resignación.
Asistía Julián a la velada, entretenido y contento, porque la alegría y el humor de los cazadores le disipaba las ideas congojosas de algunos días atrás, el miedo a la Sabia, a Primitivo, a los Pazos, los lúgubres presentimientos acrecentados por la comunicación de los terrores nerviosos de Nucha.
Tuvo, pues, que salir al romper el alba, dando diente con diente, caballero en la mansa pollinita, y siendo blanco de las bromas de los cazadores, porque iba vestido de modo asaz impropio para la ocasión, sin zamarra, ni polainas de cuero, ni sombrerazo, ni armas ofensivas o defensivas de ninguna especie.
El día asomaba despejado y magnífico: en las hierbas resplandecían las cristalizaciones de la escarcha, la tierra se estremecía de frío y humeaba levemente a la primera caricia del sol, el paso animado y gimnástico de los cazadores resonaba militarmente sobre el terreno endurecido por la helada.
Es de advertir que don Eugenio no gozaba fama de diestro tirador, por lo cual, al reunirse los cazadores a mediodía para comer en un repuesto encinar, el párroco de Naya invocó el testimonio de Julián para que asegurase que se las había visto tirar al vuelo.
Como el capellán se quedó parado al hacerle tan insidiosa pregunta, ocurrióseles a los cazadores que sería cosa muy divertida darle a Julián una escopeta y un perro y que intentase cazar algo.
Tras de los pinos y matorrales se emboscaban en noches así los cazadores.
Pintadas mariposas revolaban de acá para allá, no ménos lindas que las flores en que libaban, y más libres que ellas, miéntras que tímidas alimañas y recelosas aves codiciadas por los cazadores retozaban descuidadamente, áun en el odiado camino de herradura.
Llegaron los cazadores, pidieron su liebre, y diósela don Quijote, pasaron adelante, y, a la entrada del pueblo, toparon en un pradecillo rezando al cura y al bachiller Carrasco.
Y, apenas habían sentado el pie y puesto en ala con otros muchos criados suyos, cuando, acosado de los perros y seguido de los cazadores, vieron que hacia ellos venía un desmesurado jabalí, crujiendo dientes y colmillos y arrojando espuma por la boca, y en viéndole, embrazando su escudo y puesta mano a su espada, se adelantó a recebirle don Quijote.
Cuentan los naturales que el arminio es un animalejo que tiene una piel blanquísima, y que cuando quieren cazarle, los cazadores usan deste artificio: que, sabiendo las partes por donde suele pasar y acudir, las atajan con lodo, y después, ojeándole, le encaminan hacia aquel lugar, y así como el arminio llega al lodo, se está quedo y se deja prender y cautivar, a trueco de no pasar por el cieno y perder y ensuciar su blancura, que la estima en más que la libertad y la vida.
Dejóse la bacía en el suelo, con la cual se contentó don Quijote, y dijo que el pagano había andado discreto y que había imitado al castor, el cual, viéndose acosado de los cazadores, se taraza y arpa con los dientes aquéllo por lo que él, por distinto natural, sabe que es perseguido.
En la mano izquierda traía un azor, señal que dio a entender a don Quijote ser aquélla alguna gran señora, que debía serlo de todos aquellos cazadores, como era la verdad, y así, dijo a Sancho:.

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