Ejemplos con cayó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A la señora le cayó en gracia la ingenua osadía de mi padre, emitió un ajo encantador, y le alentó a que improvisase nuevos versos elegíacos.
Felicita cayó en una especie de alelamiento, que duró poco.
En una ocasión cayó por mi misma casa de huéspedes un teutón, aprovechado como todos ellos, que buscaba aprender en vivo y por obra de práctica asidua el castellano.
Doña Juana no obtuvo respuesta a esta pregunta, porque su marido cayó al suelo como un tronco, sin soltar el telegrama que llevaba en la mano.
Peñascales entonces, creyendo ver un abismo abierto a sus pies, cayó con un síncope, entre la rechifla de las huestes victoriosas.
Iba a enfilar la puerta como una exhalación, pero viéndola ocupada por , saltó sobre el mostrador, sin duda para que le sirviera de trampolín, y derribando y haciendo añicos media docena de vasos y una botella, cruzó el espacio como un cohete, pasó, sin tocar, sobre la cabeza de Simón, cayó en la calle, sin soltar la morcilla, por supuesto, y desapareció en la calleja inmediata.
¡No grites, ladrón! El otro se lo dejo para que se defienda, ya que cayó debajo.
Te abandonó para ser engañada, para caer en la miseria y la vergüenza, y viéndola infeliz, ¿no merece tu conmiseración, más aún que si la vieses dichosa? Reflexiona, Esteban, en la manera como cayó tu pobre hija.
Enfermo y sin un oficio para ganarse la vida, imposibilitado de pedir trabajo en las imprentas, porque su nombre tenía cierta aureola que aterraba a los patronos, Gabriel cayó en la miseria, sin que le bastasen los auxilios con que le socorrían los compañeros.
Cayó en un mutismo de desesperado: no quería saber nada de fuera de la catedral.
Pretendía escaparse ¡fuego! Sus manos, que sentían la comezón del homicidio, echaron la escopeta a su cara, partió el gatillo sonó el disparo, y cayó el bulto en la acequia entre una lluvia de hojas y cañas rotas.
Creyó soñar, chocaron sus dientes, su cara púsose verde, y le cayó la capa, dejando al descubierto un viejo gabán y los sucios pañuelos arrollados a su cuello.
Cayó don Salvador en la acequia, sus piernas quedaron en el ribazo, agitadas por un pataleo fúnebre de res degollada.
¡Pillos! Hasta los había que se empeñaban en entrar después de haber sido de la riña en la que el pobre Pascualet cayó en la acequia, pillando su enfermedad mortal.
Rodaron jarros y mesillas, la gente se hizo atrás instintivamente, aterrada por el ademán agresivo de este hombre siempre pacífico, que parecía ahora agigantado por la rabia, y antes de que pudieran todos retroceder un nuevo paso, ¡plaf! , sonó un ruido de puchero que estalla y cayó con la cabeza rota de un taburetazo.
Resbalaban los dos en el blanducho suelo, sin poder agarrarse a las cañas por no soltar la escopeta, arremolinábase el agua, batida por la furiosa carrera, y Batiste, que cayó de rodillas varias veces, sólo pensó en estirar los brazos para mantener su arma fuera de la superficie, salvando el tiro de reserva.
Batiste quiso alcanzarle, pero con tanta precipitación, que fué él quien, dando un paso en falso, cayó cuan largo era en el fondo de la acequia.
Iba instintivamente en busca de la acequia, y cayó en ella con un chirrido de hierro que se apaga.
Allí cayó Roseta con su cántaro, sin haber encontrado al novio en el camino, a pesar de que anduvo lentamente, volviendo con frecuencia la cabeza, esperando a cada momento que saliese de una senda.
Cayó enferma mi tía Carmen, y Andrés se dijo: ¡A Villaverde! No debo vivir lejos de la familia.
Expidió una circular que cayó como bomba en Villaverde.
Pálido y expresivo el rostro, naricilla aguileña y muy dulces los azules ojos, el buen sacerdote me cayó en gracia.
¡Buen partido! Te cayó el premio te casarás.
Mi generoso rival cayó en la red, y se casó con Teresa.
Después se apasionó, como toda la juventud de su época, por , y a pesar de que don Eugenio le enviaba a misa lodos los domingos y a comulgar por trimestre, hízose un tanto irreligioso, y en su interior comenzó a mirar con desprecio a los curas pacíficos y bromistas que visitaban por la noche el establecimiento para jugar a la brisca con el principal, y cuando cayó en sus manos , paseábase por la trastienda, mirando los fardos apilados con la misma expresión que si en vez de paños, percales e indianas contuviesen un enorme tesoro, toneladas de oro en barras, celemines de brillantes, lo suficiente, en fin, para comprar el mundo.
Fue cosa del hígado, del corazón o del estómago, sobre esto no se pusieron de acuerdo los doctores, lo único indiscutible fue que cayó lánguidamente y sin ruido, como esos pájaros a quienes el lazo traidor arranca del espacio para encerrarlos en una jaula.
El gran tenor y sus triunfos figuraban en todas las conversaciones, y al fin, el pobre muchacho cayó en la tentación, no de oír el de Verdi, sino de ver el bicho raro que abriendo la boca se tragaba cinco mil francos de una sentada.
Y cayó como un fardo sobre el mismo sofá en el que por la tarde había visto la arrugada chaqueta como impasible acusadora del adulterio.
Primero se doblaron sus rodillas, quedando de hinojos en aquel lugar donde su padre le había abandonado setenta años antes, después cayó de bruces en la acera.
El general cayó pronto del encumbrado puesto, y acabó sus días, triste y descorazonado Cincinato, en miserable ranchejo, cuidando de unas cuantas vacas tísicas y estériles.

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