Ejemplos con carta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Todavía no he recibido carta de mis amigos.
Dentro de pocas horas, en el primer tren, saldrá Angustias camino de Castrofuerte, con una carta para don Abel Parras, un canónigo viejo, gordo, pacífico y bonachón, que es mi mejor amigo.
A mí se me caen los pálpagos de sueño, porque, hija, no he pegado el ojo desde antanoche, y por eso no soy más opípara en esta carta.
Pero en defecto de estas y otras sabrosísimas lucubraciones, he de transcribir una carta que doña Juana escribió a cierta su amiga íntima de la ciudad, al día siguiente de la fiesta, y que, corregida por mí, únicamente en lo más indispensable de la ortografía, para mejor inteligencia del lector, al pie de la letra decía así:.
Don Celso concluía su carta diciendo que había que decidirse o por la derrota o por transigir con el Gobierno.
Esto lo sabía muy bien don Simón, y para mayor pesadumbre, ignoraba, a aquellas horas, la actitud en que el hidalgo se hallaba con respecto a él, pues la única carta en que había contestado a las muchas que se le escribieron desde la ciudad pidiéndole su apoyo, tanto tenía de dulce como de amarga.
Quedóse el botarga mordiendo la carta por un pico y murmurando:.
Volvió con el sello, pególe a la carta Lépero, y al devolvérsela al tabernero, le dijo:.
Repitole dijo don Celso, un tanto quemado con aquella actitudque esta carta no es un favor que queremos vender a usted.
¡Esto es infame!dijo don Simón por lo bajo, al cerrar la carta.
Y ¿por qué no? Sobre que la carta no ha de salir de la administración adonde vaya a parar.
Conque traiga usted papel y tintero, que vamos a escribir una carta, que puede ser la fortuna de usted.
Llamábase don Celso Lépero, y era el autor de la carta que dejamos reproducida más atrás.
¡Conque la hija del juez, y la del indianete, y la del alcaldeexclamó Simón en seguida, con rencoroso acentoson las que más te han injuriado, porque tenían a menos jugar contigo! ¡Las hijas de esos personajes que me adulan y me soban cuando necesitan un par de duros para comer aquel día, o media docena de onzas para apuntarlas a una carta, o pagar una trampa que podría ponerlos en vergüenza, si alguna les queda! ¡Pero yo les juro que, por poca que ella sea, he de sacársela a la cara, y a algunos más también!.
Que otro quiere un empeño para , aquí a buscar la carta tuya.
Por lo tanto, era menester apelar a un procedimiento rápido y enérgico, nos escaparíamos, pediríamos luego, por carta, perdón y consentimiento a nuestros padres, y a la postre, para evitar el escándalo, todo se arreglaría a pedir de boca.
Si esa mujer está aquídijo el Padre Alesón después de leer la carta, le juro a usted, Padre Cosmén, que la estrangulo entre mis manos, tanta es la cólera a que me mueve su infame proceder.
Cuando Belarmino recibió la carta de Angustias, rompió a llorar y a reír.
Esta carta se cruzó con otra que Xuantipa había escrito a Angustias de sobremesa, fresca aún la noticia de la fuga y en el primer impulso de la iracundia:.
Apuraré esta copa hasta las heces, y leeré la carta por dos veces.
Llevaba la carta en la mano, sin protegerla de la lluvia.
Mira qué caracho, él mismo, y ainda mais le dejó a usté una carta.
En la carta que mi hermano Deusdedit me escribió antes de morir, y ya hace de esto nueve años, me decía que eras un ganso.
No pudo presentarse el Estudiantón a Belarmino con carta de recomendación más eficaz ni credencial más honrosa que aquel mal llamado par de botas, pues en rigor era un cuarto o un octavo de unas botas.
Antes había dejado caer la carta al llegar a lo de la herencia.
La carta póstuma del conde yacía por tierra.
Luego se le aflojaron las cejas, le comenzó a temblar una mejilla, le asomaron lágrimas a los ojos, dejó caer la carta, sin acabar de leerla, se cruzó de brazos, estuvo silencioso largo rato, mirando al muerto, sollozó:.
Esta carta la leí siendo ya hombre.
Entre sus papeles había una carta para mi padre, en donde se decía: eres bueno, pero eres algo ganso, y no vales para andar solo por el mundo.
Ocupado en trabajar por mis ideas políticas, no prestaba atención a la suerte editorial de mi obra, cuando algunos meses después recibí una carta del señor Hérelle, profesor del Liceo de Bayona.

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