Ejemplos con capullo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Después de una serie de estos episodios, la estrella ha quedado encerrada en un capullo, en la imagen se observan los primeros indicios que muestran a la nebulosa emergiendo del capullo.
La puesta de huevos se producen en junio, en el fondo de la madriguera, y no conlleva la creación de un auténtico capullo.
En Calabria, al sur de Italia, se interesa de la utilización de la spartium junceum como fibra textil y del capullo de seda para fines alternativos a su utilidad de fibra.
En el campo inferior aparece el Riacho El Porteño y la mano del agricultor que sostiene el blanco capullo del algodón ubicado entre ambos campos, significando el primero la producción y cuna de los primeros asentamientos, el segundo el trabajo y el esfuerzo del pueblo.
Jellinek siguió poniéndose en contacto con los diseñadores de DMG con sus ideas, a veces ingeniosas, pero a menudo con arengas como: Su carro de abono acaba de estropear nuestro programa, Su coche es un capullo y yo quiero la mariposa o Sus ingenieros deberían estar encerrados en un asilo de insanos.
Sin embargo, existen notables excepciones a esta regla: por ejemplo, la mariposa Parnassius segrega un capullo para pupar.
La mayoría de las orugas segregan un capullo de seda durante su metamorfosis hacia el estado de pupa.
Ha expulsado sus capas exteriores que han formado un capullo alrededor del núcleo estelar.
En el caso de los integripalpos, que ya poseen estuches en estado larvario, obturan la obertura mediante una secreción, por lo que respecta a los anulipalpos, las larvas tejen un capullo, tanto si las larvas vivían en estuches como si no.
Pilar se consumía, a toda costa quería salir de Vichy, volar, romper el opaco capullo de la enfermedad y presentarse de nuevo, brillante mariposa, en los círculos mundanos.
¡Y ahorapronunció Artegui, con la brutal curiosidad de unos dedos que abren a viva fuerza un capullo de flor, sería usted más feliz que nunca! ¡Digo! ¡Casarse nada menos!.
Las torcidas líneas de su plan comenzaron al punto a enderezarse, y una idea germinó al fin en su mente, vaga todavía e indecisa, pero visible ya, como el capullo del gusano de seda a través de su sedosa borra.
Desde el día siguiente, Roseta formaría parte del rosario de muchachas que, despertando con la aurora, iban por todas las sendas con la falda ondeante y la cestita al brazo camino de la ciudad, para hilar el sedoso capullo entre sus gruesos dedos de hijas de la huerta.
Aprovechando sus descuidos, arrojaban cosas infectas en la cesta de su comida, romperle la cazuela lo habían hecho varias veces, y no pasaban junto a ella en el taller sin que dejasen de empujarla sobre el humeante perol donde era ahogado el capullo, llamándola hambrona y dedicando otros elogios parecidos a su familia.
El vaho ardoroso de los pucheros donde se ahogaba el capullo subíasele a la cabeza, escaldándole los ojos, pero a pesar de esto, permanecía firme en su sitio, buscando en el fondo del agua hirviente los cabos sueltos de aquellas cápsulas de seda blanducha, de un suave color de caramelo, en cuyo interior acababa de morir achicharrado el gusano laborioso, la larva de preciosa baba, por el delito de fabricarse una rica mazmorra para su transformación en mariposa.
Aquel punto luminoso le deslumbraba sin duda, o el capullo de su idea iba poco a poco aclarando la borra nebulosa en que antes aparecía envuelto.
Y la muchacha, como si estuviera hilando un capullo, agarraba estos cabos sueltos de su memoria y tiraba y tiraba, recordando todo lo de su existencia que tenía relación con Tonet: la primera vez que lo vió, y su compasiva simpatía por las burlas de las hilanderas, que él soportaba cabizbajo y tímido, como si estas arpías en banda le inspirasen miedo, después, los frecuentes encuentros en el camino y las miradas fijas del muchacho, que parecían querer decirla algo.
Inclinada sobre la criatura, Nucha le echaba el aliento para mejor adormecerla, y arreglaba con febriles movimientos el pañolón calcetado que envolvía, como el capullo a la oruga, aquella vida naciente.
Con placer del niño voluntarioso cuyos dedos entreabren un capullo, gozaba en poner colorada a Nucha, en arañarle la epidermis del alma por medio de chanzas subidas e indiscretas familiaridades que ella rechazaba enérgicamente.

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