Ejemplos con calumniado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Judas Iscariote, El Calumniado, ensayo del profesor Juan Bosch, que analiza la vida de éste discípulo de Jesucristo y su papel en la comunidad a que perteneció.
Eran poco más o menos de igual altura: él, a pesar de las malas pinturas, y ella, a pesar del descuido y desaliño que la afeaban, sonreían con dulzura inefable: el Hijo de Dios calumniado por un artista ramplón y la criatura abandonada por un padre infame, despertaban en el entendimiento de la pobre criada sensaciones análogas y dulcísimas: cuando abrazaba a la niña se le venía Jesús ante los ojos, y al rezar a los pies de la escultura su imaginación volaba hacia el fruto de sus entrañas, creyendo ver purificada por mediación de la sagrada imagen la falta cometida.
Muere el calumniado, pero la calumnia sobrevive, como para perseguir a la víctima hasta más allá de la tumba.
Recordaba que de rodillas ante el Magistral le había ofrecido aquel sacrificio, aquella prueba pública y solemne de su adhesión a él, al perseguido, al calumniado.
Había recordado, como por inspiración, que ella había visto en Zaragoza a una mujer vestida de Nazareno, caminar descalza detrás de la urna de cristal que encerraba la imagen supina del Señor, y sin pensarlo más, había resuelto, se había jurado a sí misma caminar así, a la vista del pueblo entero, por todas las calles de Vetusta detrás de Jesús muerto, cerca de aquel Magistral que padecía también muerte de cruz, calumniado, despreciado por todos.
Cuando José se resuelve a seguir el sendero de Castidad, es tentado por la mujer y cae en la cárcel de las amarguras, calumniado y difamado, pero fiel a su voto de castidad.
«Oh, en este siglo, gritaba Foja en el Casino, en este siglo calumniado por los enemigos de todo progreso, en este siglo materialista y corrompido, no se puede ya impunemente insultar los sentimientos filantrópicos del pueblo, sin que una voz unánime se levante a protestar en nombre de la humanidad ultrajada.
Encerrado en su casa, en su despacho, después de cenar, o bien escribía versos a la luz del petróleo o manejaba sus librotes, y por fin se acostaba, satisfecho de sí mismo, contento con la vida, feliz en este mundo calumniado donde, dígase lo que se quiera, aún hay hombres buenos, ánimos fuertes.
Era la mañanita una de las que el calumniado clima de Madrid ofrece como regalo divino: bañada de luz, de una luz rubia, vibrante, reanimadora, una luz que parecía que nunca iba a acabarse, que nunca transigiría con la noche.

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