Ejemplos con callosas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la naturaleza los pies de tales ramas forman protuberancias callosas en el tronco y acentúan la apariencia nudosa.
He estrechado las manos callosas de deportistas u obreros y he puesto medallas en los pechos de las grandes estrellas del deporte mundial.
Atacado de una especie de epilepsia ambulatoria corría de su casa a la de Tristán, de aquí al teatro, después al colegio a prevenir al mayordomo, al inspector y a uno de los pasantes, hombres de toda su confianza, que estuviesen preparados para , en seguida al a hacer lo mismo, más tarde a buscar al marido de su lavandera para entregarle una entrada de paraíso, luego al café de Madrid para ver a Fariñas, su camarero favorito, quien le había prometido tres o cuatro hombres de buenas manos callosas que sonaban como tablas, luego a visitar a un dependiente de la Dalia Azul que había conocido una tarde de merienda en los Viveros.
Si no fuera por el testimonio irrecusable de ese par de botas, tan mías y tan ajenas a mí como las excrecencias callosas de mis pies, si no fuera por ese hecho flagrante que me pone en contacto con la realidad objetiva, creería que lo visto y oído eran entelequias de mi razón adormecida y ofuscada.
La decadencia de los buques parecía reflejarse en el porte de sus capitanes, más rudos que antes, peor vestidos, con un abandono militar de combatiente de trinchera, las manos callosas y mal cuidadas, iguales a las de un cargador.
De los tres, de los cuatro, contando con su primo, fue el que menos zapatos pudrió en playazos y arenales, el que menos tiempo conservó las manos callosas del ajetreo de los remos.
Luz, al principio sonrió despreciativamente, pero al sentir las manos callosas sobre el pecho, dio voces, lanzó gritos de angustia, y en su auxilio acudieron tres hombres.
Bajo sus manos duras y callosas sentíanla trepidar, y apretaban más fuerte.
Entonces sus callosas manos alzábanlo del suelo como un objeto precioso y frágil, lo sentaba sobre sus rodillas y dejaba que sus deditos regordetes le tirasen del bigote y de la barba.
¡Todavía están agujereadas y hendidas por el anillo de crin que me puso Ibn-Adán para domarme y dirigirme, y a este anillo que aquí ves estaba sujeta una cuerda que Ibn-Adán confiaba al más pequeño de sus hijos, el cual, montado en un borriquillo, podía guiarme a su gusto, a mí y a todo un tropel de camellos colocados en fila! ¡Mira mi lomo! ¡Todavía conserva las heridas causadas por los fardos con que me carga desde hace siglos! ¡Mira mis patas! ¡Están callosas y molidas por las largas carreras y los forzados viajes a través de la arena y de las piedras! ¡Pero hay más! ¡Sabe que cuando me hago viejo, después de tantas noches sin dormir y tantos días sin descanso, explota mi pobre piel y mis huesos viejos, vendiéndome a un carnicero que revende mi carne a los pobres, y mi cuero en las tenerías, y mi pelo a los que hilan y tejen! ¡Y he aquí el trato que me hace sufrir Ibn-Adán!.
Pablo, por toda respuesta, desde la cama en que estaba sentado le alargó su mano pálida, fina y un tanto descarnada, mano que desapareció al punto entre las dos de Chiscón, enormes, atezadas, callosas y peludas.
Dos de estas manos, las que se mueven más adentro, pálidas, blanduchas, apilan en la tabla monedas, las otras dos manos, deshechuradas y callosas, cuentan las monedas y las hacen rebotar sobre el mostrador, una a una.
Sus padres al morir la dejaron sin casa ni canastilla y al abrigo de una tía entre bruja y celestina, como dijo Quevedo, y más gruñona que mastín piltrafero, la cual tomó a capricho casar a la sobrina con un su compadre, español que de a legua revelaba en cierto tufillo ser hijo de Cataluña, y que aindamáis tenía las manos callosas y la barba más crecida que deuda pública.
La riqueza, que viene a ser como la anguila, se desliza de las manos blandas, finas, afeminadas del aristócrata, para ser cogida por las, manos ásperas, callosas del trabajador.
Tras de la yunta o sobre un tractor, sus manos callosas de siglos hacen surgir, a pesar de contratiempos e injusticias, poemas de amor para el hambre.
La vieja criada, arrimada al fuego, por cuya roja llama pasaba sus manos arrugadas y callosas, que no podían percibir desde lejos la dulce impresión de un calor suave, parecía incansable en relatar a sus señoras hasta la más leve circunstancia de cuanto había ocurrido en su ausencia.
-Sí, sí, vamos -exclamó la vieja criada, batiendo con alegría sus callosas manos.
El enorme moreno se empacaba en un bordoneo demasiado difícil para sus manos callosas.

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