Ejemplos con calaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mi tía Úrsula se calaba las antiparras y leía con gran detenimiento alguno de estos relatos, y los comentaba.
A veces, la ola entraba sobre cubierta y me calaba por completo.
Las olas saltaban sobre las peñas con tal fuerza que, al caer la espuma en copos blancos como nieve líquida, nos calaba la ropa.
De vez en cuando, el telegrafista, avisado por el chisporroteo de sus bobinas, se calaba la diadema con orejeras para escuchar a los remotos camaradas.
Kataliñ le ayudó a ponerse el recio gabán, y abrió la puerta de la calle mientras el doctor se calaba la boina y requería su , grueso cayado con contera de lanza, que le acompañaba siempre en sus visitas a las minas.
Ya porque Don Bruno se lo calaba hasta tocar a las orejas, ya porque se descuidara en cepillarlo, ello es que la agigantada prenda parecía como si hubiera sufrido un tremendo apabullo.
Cuando era preciso se calaba el chacó, martirizaba el pecho con el asfixiante correaje, y servía a la nación y a la libertad, yendo a pasar la noche en el Principal, donde comía melones en verano, se calentaba al brasero en invierno, en la santa y pacífica compañía de algunos otros comerciantes del Mercado, que, olvidándose de la marcialidad de su uniforme, pasaban las horas de la guardia hablando de las fábricas de Alcoy o del precio del azúcar y de la seda, todo esto sin perjuicio de faltar a la ordenanza, abandonando el puesto con frecuencia para dar un vistazo a sus casas.
Para librar su cabeza de las corrientes frías de la iglesia, llevaba en el bolsillo un gorro negro, y se lo calaba al entrar.
Le apenaba, primeramente, por mí, que volvería a hallar eternas las horas, Dios sabía por cuánto tiempo, entre los paredones de la casa, porque las nevadas que venían de repente como aquélla, y a traición, lo mismo podían ser pasajeras que durables, y en segundo lugar, ¿para qué había de ocultármelo? el mucho frío le calaba más «jondo» de lo que él pensaba con los buenos ánimos que tenía para resistirle.
En cuanto salimos de la ciudad encontramos una espesa niebla que nos calaba hasta.

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