Ejemplos con calañés

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En ocasiones, al sombrero calañés se le denomina sombrero castoreño, por estar confeccionado con fieltro realizado con pelo de castor o similar.
Asimismo, en materia etnográfica y artesana destacan el sombrero calañés y los botos camperos de Valverde.
Existe variedad de sombreros andaluces usados originariamente por los hombres, como son el sombrero cordobés o de ala ancha, el calañés, el catite y el pavero.
También se conoce como sombrero calañés a un sombrero de copa cónica truncada no muy alta y ala vuelta hacia arriba formando un canuto.
El sombrero calañés es un sombrero horma pequeña que se ajusta con una cinta y se lleva inclinado hacia un lado de la cabeza.
El sombrero calañés o sombrero de Calañas es un sombrero tradicional fabricado en el municipio español de Calañas, de la provincia de Huelva, en la comunidad autónoma de Andalucía.
Entrar en una de esas tiendas de montañés a tomar pescado frito y a beber vino blanco, ver cómo patea sobre una mesa una muchachita pálida y expresiva, con ojeras moradas y piel de color de lagarto, tener el gran placer de estar palmoteando una noche entera, mientras un galafate del muelle canta una canción de la muerta y el , oír a un chatillo, con los tufos sobre las orejas y el calañés hacia la nariz, rasgueando la guitarra, ver a un hombre gordo contoneándose marcando el trasero y moviendo las nalguitas, y hacer coro a la gente que grita: y y ésas eran mis aspiraciones.
Cogió en esto el caballero Tarfe su calañés para retirarse, y haciendo ademán de poner el gracioso sombrero andaluz en la cabeza de Teresita, le dijo: Ahí te dejo con ese fardo.
Un hombre de aspecto agitanado yacía junto a un farol, el cráneo deshecho, el calañés a media vara de distancia, y arrimados a la Casa-Panadería, tres hombres tumbados, que más parecían borrachos que muertos: eran cadáveres de héroes bebidos, que habían peleado enardeciendo su patriotismo con el aguardiente.
Más lejos iba Isabel Mazacán con Leopoldina Pastor, en un milord preciosísimo, Pilar Balsano, la duquesa de Bara, Carmen Tagle y otra infinidad de estrellas y constelaciones del gran mundo, entre las que descollaba la señora de López Moreno con su hija Lucy, vestida ella de azul con mantilla blanca y grandes rosas en la cabeza, ocupando casi por completo una gran carretela con arreos a la calesera, y cochero y lacayo con sombrero calañés, pantalón y chupa de oscuro terciopelo.
En ocasiones, por último, no faltó quien se propasase a tender la pañosa a modo de alfombra o a tirar el sombrero calañés a sus plantas para que ella le hollara y pisoteara.
—Su pantalon largo, de tela veraniega, la chaquetilla de lienzo blanco que llevaba al hombro, a lo húsar, su faja encarnada, casi siempre desceñida y arrastrando, su sombrero calañés tirado atras, y su fisonomía movible y falsa como la de un comediante, denotaban al individuo de baja estofa del litoral malagueño, nacido en la playa, al aire libre, criado sin casa ni hogar, educado por los truhanes más listos del viejo y corrompido Mediterráneo, y capaz de todo lo malo y de todo lo bueno que pueda hacer un hombre, salvo decir la verdad dos veces seguidas o rehusar una copa de aguardiente.
Y, quitándose el calañés, y tremolándolo por alto, exclamó en medio de la Plaza, con un fervor y un gracejo indescriptibles:.
Ahora bien: pues que ya conocéis la y la , y de juro también os han llevado, para que estudiéis las costumbres, a los toros del Puerto y de Sanlúcar, y a las ferias de Mairena y del Rocío, y a la Semana Santa de Sevilla, y de paseo o gran parada a la plaza de San Antonio de Cádiz, y de profana romería a la beata Sierra de Córdoba, y en todas estas habréis encontrado a las más genuinas andaluzas de alto y bajo copete, ora a pie, ora en las ancas de brioso caballo regido por apuesto contrabandista, ora en jumento con jamugas o con maldita la cosa, ora en calesa, calesín o birlocho, ya con vestido a media pierna, pañuelo de crespón encarnado y la cabeza orlada de claveles, ya con falda de espléndidos faralares, valioso mantón chinesco y toca blanca, al gusto de Goya, ya de legítima torera, con monillo, ceñidor y sombrero calañés, ya arrastrando luenga cola de seda y tremolando la clásica mantilla de casco, bandera negra de las españolas contra toda la extranjería, aquí tañendo las castañuelas, y bailando, verbigracia, el , allí cantando, al son de sus palmas, la apasionada , o entonando, con lágrimas en la voz, ¡sin palmas y con suspiros!, la quejumbrosa y lastimera, aquí abriéndose paso con su rumboso meneo entre una turba de majos, que arrojan a sus pies capas y sombreros para que le sirvan de alfombra, allí volviendo valientemente una esquina, y al mismo tiempo la cara en sentido inverso, como fascinadora culebra que no quiere que se escape el pajarillo, es decir, pues que ya habéis visto a la mujer técnica de la , sea duquesa o labradora, generala o cigarrera, en el pleno ejercicio de su privativo poder, de su peculiar gallardía, de su porte soberano, tengo que principiar por advertiros que.
Un hombre de aspecto agitanado yacía junto a un farol, el cráneo deshecho, el calañés a media vara de distancia, y arrimados a la Casa-Panadería, tres hombres tumbados, que más parecían borrachos que muertos: eran cadáveres de héroes bebidos, que habían peleado enardeciendo su patriotismo con el aguardiente.
Cogió en esto el caballero Tarfe su calañés para retirarse, y haciendo ademán de poner el gracioso sombrero andaluz en la cabeza de Teresita, le dijo: «Ahí te dejo con ese fardo.
No quisiera que os representaseis a Pepona de una manera falsa y romántica, con el terciado calañés y el trabuco de Carmen, ni siquiera con una navaja escondida entre la camisa y el ajustador de caña que usaban por entonces las aldeanas de mi tierra.
En los dos o tres bailes de trajes a que había asistido, en el que dio Viodal para inaugurar sus cuatro elementos, Rosario puso raya luciendo trajes españoles, ya el de Rosina en el Barbero, ya el de la que llaman duquesa de Alba en los tapices de Goya, ya el de la infanta Sánchez Coello, ya el picante calañés y la chaquetilla torera de terciopelo guinda que en sus juventudes ostentara Eugenia de Montijo.
Al dejar la pluma, respiró mejor, y, aprisa, buscó en el cajón más secreto del pupitre una fotografía de Rosario, magnífica prueba en que la chilena lucía el disfraz romántico de española que llevaba en el baile de trajes: la chaquetilla torera, la faja, el calañés torcido, la redecilla que recoge el crespo cabello.
No bien la casa quedó en silencio y todos recogidos, el doctor se escapó con Respetilla por la puerta falsa, de sombrero calañés, embozado en la pañosa, y con una pistola y un puñal en el cinto.

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