Ejemplos con cacerola

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se agrega la leche y el caldo caliente, se condimenta con sal, pimienta, orégano y el perejil picado y se deja cocinar a fuego lento, con la cacerola a medio tapar hasta que la salsa esté algo espesa.
Aparte poner el aceite en una cacerola y agregar las cebollas picadas, la panceta cortada en tiras finas y las hojas de laurel.
El exceso de calor puede dañar al jarabe, y una cacerola hirviendo en seco puede llegar a explotar.
Se lo puede preparar de las siguientes formas: a la provenzal, a la poulette, a la jardinera, al vino blanco, al gratín, a la cacerola, en escabeche, con arvejas, etcétera.
En una cacerola se someten a cocción garbanzos.
Estos componentes se mezclan para crear una masa o pasta que después se coloca en una cacerola o bandeja para calentarla.
Entonces se las lleva de vuelta al fuego en la misma cacerola tapada.
Transcurrido ese tiempo, se las coloca en una cacerola y se las vuelve a cubrir, dentro de ella, con agua fría previamente azucarada.
Se lava el arroz y se lo vierte en una cacerola con la leche, el azúcar, el agua y la cáscara de limón.
La ambientación se reduce al mínimo: una estantería con botellas, una fuente de arcilla y una cacerola en la pared.
Pero aquí está el hidalgo entre los hidalgos, obligado a tirar de cacerola y soplillo, cosa tan contraria ¡oh Dios mío!, a su abolengo y a su nombre.
De vuelta a su casa armó los tres pucheros con el minucioso cuidado que la cocina española exige, y empezó a hacer su arroz en la cacerola.
La cacerola tenía un mango de hierro, que era justamente lo que Edmundo necesitaba, y lo que hubiera pagado con diez años de su vida.
Levantó nuestra aventurera la cubierta de una cacerola y vio en ella unas anguilas, levantó otra y vio una cabeza de jabalí desosada y rellena de pechugas de faisanes y de trufas, en resolución, vio los manjares más exquisitos que se presentan en las mesas de los reyes, emperadores y papas, y hasta vio algunos platos, al lado de los cuales los imperiales, papales y regios serían tan groseros como al lado de éstos un potaje de judías o un gazpacho.
La aberración del gusto se había producido y abismaba ver cómo echaba en una cacerola velas de sebo, desperdicios y cáscaras de legumbres que sacaba del cajón de la basura, a lo cual unía pedazos de carne, con la particularidad de que no echaba sal al extraño potaje.
Dorotea no podía impedir que su marido comiese estas porquerías, porque cuando estaba preparándolas defendía su cacerola con la bravura de un perro a quien se trata de arrebatar el hueso que roe.
Viendo a lo lejos una hoguera, se acercó hacia allí, y vio a una pobre mujer que encendía unas ramas debajo de una cacerola y tenía a su lado a dos niños muy enclenques que gemían de un modo lamentable.
Y cogió harina, y cogió grasa, y lo echó todo en la cacerola, y con sus propias manos preparó aquel alimento.
El carcelero le llevaba todos los días la sopa en una cacerola de cinc.
Además de su sopa, contenía esta cacerola seguramente la de otro preso, puesto que había observado Dantés que unas veces estaba enteramente llena y otras hasta la mitad únicamente, según que su conductor empezaba a distribuir por él o por su compañero.
Dejó pues la cacerola.
El carcelero solía vaciar la cacerola en la cazuela de Dantés, quien después de comerse la sopa con una cuchara de palo, lavaba la cazuela para que le sirviera al siguiente día.
-Dejadme la cacerola -dijo Edmundo-, mañana podréis recogerla cuando me traigáis el desayuno.
Y era en verdad contraste singular que mientras su alma, como dice el salmista, escapaba al monte cual ave, estuviese su cuerpo en lugar tan rastrero como una cocina, y arremangándose los lindos brazos y poniéndose un delantal blanco, empezara a batir con ligera mano muchedumbre de claras y yemas de huevo que en honda cacerola espumarajeaban formando bolas de fragilísimo cristal.
La Thenardier volvió a su fogón y probó con una cuchara de palo el contenido de la cacerola, gruñendo al mismo tiempo:.
Bueno -agregó-, de cualquier modo lo vamos a comer, dame una cacerola.
A la hora de la visita enderezó lo mejor que pudo el mango de su cacerola, colocándola en su sitio.
Os dejaré la cacerola, y en ella os echaré la sopa de hoy en adelante: acaso no la romperéis.
Edmundo tembló de alegría, y comiendo esta vez a toda prisa la sopa y el resto de sus provisiones, que, según costumbre de las cárceles, se juntaban en una sola vasija, esperó más de una hora para cerciorarse de que el carcelero no volvería, separó la cama de la pared, cogió la cacerola, e introduciendo el mango por la junta de piedra, sirvióse de él como de una palanca.

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