Ejemplos con cabecera

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Encima de la urna colgaba de la pared del fondo un cuadro pintado a la acuarela, que representaba una bota, de perfil, despidiendo rayos, en la cabecera, un letrero: La podoteca ideal , y, en la parte inferior, una estrofa:.
De una parte, a la cabecera de la cama, permanecían, en pie, Apolonio y Chapaprieta, el capellán de la casa de Somavia, en la mano, y con un dedo entre los folios, el libro donde había leído la recomendación del alma.
Mi puesto es a su cabecera, para recoger su postrer suspiro.
El trazado de la vida de Belarmino era una página escrita con falsilla, y en la cabecera de la página un signo sagrado: la hija de sus entrañas.
El ángel cava, el demonio cava Uno a la cabecera, otro a los pies El demonio con una guadaña, el ángel con una concha de oro.
Uno a la cabecera, otro a los pies.
¡Mire que es de judíos lo que hicieron con Doña Sabelita! ¡De la misma cabecera de la difunta la echaron a la calle arrastrándola por los cabellos! ¡Y con qué palabras, Madre de Dios! ¡Ni siquiera la dejaron abrir el arca de su ropa para ponerse una pañoleta de luto! ¡Como no se halló nada en la casona, sospechaban que la ahijada tuviese escondido dinero y alhajas!.
Silenciosa y grave llegó doña Luz hasta la cabecera.
Poco antes de morir el Marqués, teniendo aún a la cabecera de la cama al cura D.
Don Juan en la cabecera, con las dos niñas, y en el extremo opuesto doña Manuela, teniendo a la derecha a Juanito y a la izquierda la silla destinada a Rafael.
Unos cuantos minutos y estaría yo a la cabecera de la enferma.
Fernández, en la cabecera, cerca de él, a la izquierda, un niño, como de seis años, pálido y enclenque, en seguida una señora que pasaba de los cuarenta, y a la derecha del dueño de la casa, Gabriela.
Andrés tomaba asiento lejos de nosotros, en la otra cabecera, siempre distante de sus amos, sin igualarse a ellos, sin confundirse con las personas que creía superiores a él.
Habrían colocado también, a la cabecera, el cuadrito de San Luis Gonzaga, que no quise llevarme, a pesar de las súplicas de mi tía Carmen.
Poco a poco fue tomando el dolor de Segismundo acentos más tranquilos, y sentado a la cabecera del lecho mortuorio, habló con la santa de un asunto que necesariamente y por la fuerza de la realidad se imponía.
¡Dejar las comodidades de su casa para velar a la cabecera de una infeliz! Pues lo que yo sé es que no lo hacen todas Dios se lo pagará.
Mauricia se volvió para Fortunata, que se había sentado junto a la cabecera, la miró mucho, sin decir nada, después clavó sus ojos en el techo, rezongando: Sí bien mala he sido, bien re-mala.
Guillermina estaba sentada a su cabecera, y a cada rato le daba abrazos y besos, diciéndole que pensara en Dios, que padeció tanto por salvarnos a nosotros De repente, se descompuso, hija, ¡pero de qué manera! se quedó amoratada, empezó a dar manotazos y a echar por aquella boca unas flores, ¡unas berzas! Era un horror.
Vuestra merced se sosiegue, señor mío respondió Sancho, que bien podría ser que yo me hubiese engañado en lo que toca a la mutación de la señora princesa Micomicona, pero, en lo que toca a la cabeza del gigante, o, a lo menos, a la horadación de los cueros y a lo de ser vino tinto la sangre, no me engaño, ¡vive Dios!, porque los cueros allí están heridos, a la cabecera del lecho de vuestra merced, y el vino tinto tiene hecho un lago el aposento, y si no, al freír de los huevos lo verá, quiero decir que lo verá cuando aquí su merced del señor ventero le pida el menoscabo de todo.
Llegada, pues, la hora, sentáronse todos a una larga mesa, como de tinelo, porque no la había redonda ni cuadrada en la venta, y dieron la cabecera y principal asiento, puesto que él lo rehusaba, a don Quijote, el cual quiso que estuviese a su lado la señora Micomicona, pues él era su aguardador.
Convidó el duque a don Quijote con la cabecera de la mesa, y aunque él lo rehusó, las importunaciones del duque fueron tantas que la hubo de tomar.
A todo estaba presente Sancho, embobado y atónito de ver la honra que a su señor aquellos príncipes le hacían, y, viendo las muchas ceremonias y ruegos que pasaron entre el duque y don Quijote para hacerle sentar a la cabecera de la mesa, dijo:.
Cesó la música, sentóse Sancho a la cabecera de la mesa, porque no había más de aquel asiento, y no otro servicio en toda ella.
Que me maten dijo a esta sazón el ventero si don Quijote, o don diablo, no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre.

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