Ejemplos con butrón

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y en esto concluyó Isabel Mazacán su aparte con el marqués de Butrón, y disculpándose con Currita de no acompañarla a la visita de la Inclusa, por habérsele ya hecho tarde, se marchó al parecer algún tanto disgustada.
Era el marqués de Butrón una de esas medianías que en los tiempos de escasas notabilidades pasan por eminencias, debiendo sólo su altura a las escasas proporciones de los hombres y cosas de su época.
Temblando como una azorada, entró Kate, la doncella inglesa, a participarle lo ocurrido, pareció entonces azorarse mucho la dama, como si de nuevo la cogiese, y quiso a toda prisa avisar al marqués de Butrón lo que acontecía.
Esta noticia pareció afectar muy poco al caro esposo de la dama y al duque de Bringas, al ministro de la Gobernación hízole, por el contrario, malísimo efecto, dando a sospechar, por sus muestras de disgusto, que algo que la ausencia de Currita chasqueaba por completo le había traído allí y héchole aguantar con paciencia las majaderías culinarias del héroe del combate de Cabo Negro, como Butrón temía, el nombramiento de camarera mayor comenzaba a mover la cola.
Mientras tanto, asombrado Butrón de aquel brusco arranque, y muerto de susto ante audacia tan temeraria, echaba a toda prisa las cortinillas para que no le viesen, y Currita, riendo como una loca, se asomaba por el vidrio de la trasera para ver a los transeúntes refugiarse asustados en los portales, y a los guardias públicos correr detrás de la berlina, haciendo señas de que parasen.
¡Qué mal huele la democracia!decía para ocultar a Butrón aquellas maniobras.
Ahí va ese mastodontedijo Butrón al oído de Currita.
¡Qué delicia! Mire usted, Butrón, mire usted qué graciosos van todos con sus cintitas encarnadas ¡Uy, aquel jorobadito! ¡Qué mono! ¡Ah, pícaro! ¡lleva una bandera en que pide ! ¡Pues claro está que la necesita! ¡pobrecito!, ¡sobre todo por la espalda!.
Butrón quiso volver atrás y salir por cualquiera bocacalle a la Carrera de San Jerónimo.
A la mitad de la calle del Turco, y dominando el ruidoso rodar del carruaje, llegó a oídos de la pareja un extraño rumor lejano: esa especie de sordo mugido, amenazador, imponente, que sólo es común al mar encrespado y a las muchedumbres alborotadas Currita y Butrón miráronse sorprendidos, y repararon entonces en algunos transeúntes que venían presurosos de la calle de Alcalá, y en el conserje de la Escuela de Ingenieros, que cerraba apresuradamente la puerta de este edificio.
Y tales cosas dijo Currita, y tales protestas hizo, y con tal acento las pronunció, que el mismo Butrón con ser tan ducho, se quedó perplejo, y entre las afirmaciones contrarias de aquellas dos condesas igualmente tramposas, sólo sacó en claro una nueva confirmación de aquel principio práctico que de toda la vida había profesado: la mujer aborrece a la serpiente por celos y envidias del oficio.
era la política de Butrón, como si la basura sirviera en alguna parte para otra cosa que para infestar el recinto que la encierra.
Tranquilo por esta parte Butrón, quiso, sin embargo, asegurar más y más al partido la alianza preciosa de Currita, porque hay ciertas políticas indecorosas y a la larga funestas, que, aun tendiendo a fines honestos, no saben prescindir de individualidades asquerosas.
Currita bajó las escaleras apoyada en el brazo de Butrón, encontrando al pie de su berlina, preciosa monería, verdadero juguete forrado de raso azul con botones de terciopelo, que parecía el delicado estuche destinado a guardar una joya.
Currita decidió entonces volverse a su casa, y el marqués de Butrón se despidió también en el acto.
Pero Butrón, que no cabía en sí de gozo al ver que su pifia diplomática quedaba orillada, se apresuró a detenerla, llevándosela al hueco de una ventana, donde por algún tiempo dialogaron vivamente.
Comprendieron todos, y Butrón el primero, a qué carta aludía Currita, y exclamaron en coro general, que dejaba sobresalir bastante las sordas notas de la envidia:.
¡Pero qué grandísima embustera! ¡Pero qué modo de inventar historias! ¡Mentira, Butrón, mentira todo! Si me dijo García Gómez que justamente en el consejillo había dado cuenta el ministro de Ultramar del deseo de ella, y entonces quedó acordado el nombramiento, supuesta la aprobación de Hoy, hoy por la mañana, es cuando debe de haber ido el presidente del Consejo a notificárselo a Currita.
Mientras la de Albornoz hablaba, Isabel Mazacán, muy impaciente, cuchicheaba al oído de Butrón, diciéndole:.
Butrón hizo una profunda señal de asentimiento, y la duquesa, ya amansada del todo y queriendo remediar su anterior arranque, dijo vivamente:.
¡Nadie, nadie!exclamó Butrón soltando el resoplido inmenso de un gigante a quien quitan de sobre el pecho una montañaNadie ha dudado ni por un momento de tu lealtad, hija mía querida, y cree que.
El peludo Butrón levantó ambas manos al cielo, la Mazacán paseó por la horrorizada concurrencia una mirada de triunfo, y la duquesa, irguiéndose iracunda, exclamó violentamente:.
El respetable Butrón le ofreció un cigarro.
Butrón quiso invocar los fueros de su autoridad, pero ya era tarde A través de la puerta del vieron todos adelantarse, por el salón vecino, a una dama muy pequeñita, flaca, que caminaba con menudos pasos sobre sus altos tacones, dando golpecitos en el suelo con el regatón del largo palo de su sombrilla de encajes.
Verdaderamente maternalrepitieron varios muy compungidos, y todos se echaron a reír, incluso la colegialita, con sencillez candorosísima, mientras Butrón, muy apurado, repetía con el ademán de Neptuno pacificando los mares:.
Tocóle la vez de enfurecerse a Isabel Mazacán, y mientras el viejo Butrón disimulaba un repentino sobresalto, como si juzgase aquel nombramiento cosa de grave peligro, dijo ella muy contrariada por el fiasco de su noticia:.
Butrón, un cigarrodijo, y con el aplomo de un veterano, de repente, sin preámbulos, hizo estallar esta bomba:.
Frunció, pues, Butrón el formidable pliegue, y mirando la ceniza de su cigarro, dijo solemnemente:.
Y todos convinieron en poner pantalones al tranvía, incluso Fernando Gallarta y Gorito Sardona, gomosos del Veloz, y el grave marqués de Butrón, ministro plenipotenciario antes de la gloriosa, y gastrónomo distinguido únicamente después de ella.
Éstos, creyendo que la pesadumbre de verse vencido y de no ver cumplido su deseo en la libertad y desencanto de Dulcinea le tenía de aquella suerte, por todas las vías posibles procuraban alegrarle, diciéndole el bachiller que se animase y levantase, para comenzar su pastoral ejercicio, para el cual tenía ya compuesta una écloga, que mal año para cuantas Sanazaro había compuesto, y que ya tenía comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado: el uno llamado Barcino, y el otro Butrón, que se los había vendido un ganadero del Quintanar.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba