Ejemplos con bocanadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La principal característica de este pez es poder respirar el aire atmosférico a través de la boca, para ello asciende con frecuencia a la superficie y aspira unas bocanadas del exterior, ya que esta provisto de numerosos vasos sanguíneos en la vejiga natatoria, la cual hace las veces de pulmón, permitiéndole así resistir hasta veinticuatro horas fuera del agua.
Hicieron sitio al con respetuoso silencio, y después de lanzar algunas bocanadas de humo de sus pipas cargadas , reanudaron la lenta conversación sobre los rigores probables del invierno próximo y la suerte de la futura cosecha de almendra.
Valls había sacado su pipa, llenándola de tabaco inglés, y expelía olorosas bocanadas.
Las zarpas del tío lo exponían de pie ante las bocanadas de aire salitroso que entraban por la ventana.
De la costa invisible llegaban tibias bocanadas de perfume campestre.
Dos o tres martillos de cada lado de la cabeza comenzaron a destrozarme las sienes, mientras el estómago, instalado en plena boca, aspiraba él mismo directamente las últimas bocanadas de humo.
Un perfume de gran mercado surgía a bocanadas por las puertas: perfume de flores que agonizan lentamente, de frutas y verduras detenidas en su fermentación por la catalepsia del frío, de vinos y cervezas agitados en sus encierros por la continua inestabilidad del buque.
El aire era menos puro, sin emanaciones salinas, con bocanadas de agua en reposo que olían a marisco en descomposición, y junto con esto un lejano perfume de selva brava.
Los árboles se agitaban al viento como incensarios, las flores, de color pálido, lánguidas, con anémica hermosura, olían a incienso, como si las bocanadas de aire de la catedral con que las impregnaban las cercanas puertas transformasen sus naturales perfumes.
Aún vaciló un momento, y miró a todas partes otra vez, y prestó oído atento a los lejanos rumores del bulevar, bocanadas de locura y de placer que escalaban las ventanas, y se decidió por último.
Las capillas laterales despedían resplandores amarillentos que, como grandes bocanadas de claridad, se confundían en el centro de la nave: de los arcos pendía multitud de arañas con flecos, colgajos y prismas de cristal tallado, en cuyas facetas irisadas se multiplicaba hasta lo infinito el tembleteo de las luces: y, al fondo, el retablo del altar mayor semejaba un monumento de oro adivinado tras la pirámide de llamas formada por cirios y velas, cuyos pábilos chisporroteaban, esmaltando de puntos rojos las espirales del incienso que flotaba en la atmósfera calurosa y pesada.
Estuvo como alimentador de horno en una fábrica de vidrio, sufriendo las bocanadas de las llamas, fue minero, permaneciendo semanas enteras sin ver la luz del sol: trabajó en los telares, respirando el polvillo que blanqueaba los tejidos y le cegaba los pulmones, no hubo industria que no intentara ni oficio en que pudiese medrar.
Dos ideas ocupaban su imaginación: la primera mandar que buscasen y avisasen a la célebre Mónica para que estuviese dispuesta a volver a su servicio si la cocinera provisional no cumplía bien su sagrada obligación, y la segunda, no permanecer ocioso en materia de amores, para evitar lo cual, entre cada dos bocanadas de humo, dirigía unas cuantas miradas a la casa de enfrente, donde vivía una viuda de peregrina belleza, pero de tan fresca y reciente viudez, que don Juan no juzgaba cuerdo empezar todavía su conquista.
Igualdad, palos de telégrafo, cabras, charcos, matorrales, tierra gris, inmensidad horizontal sobre la cual parecen haber corrido los mares poco ha, el humo de la máquina alejándose en bocanadas majestuosas hacia el horizonte, las guardesas con la bandera verde señalando el paso libre, que parece el camino de lo infinito, bandadas de aves que vuelan bajo, y las estaciones haciéndose esperar mucho, como si tuvieran algo bueno Jacinta se durmió y Juanito también.
Corren los simones, insultándose los cocheros de pescante a pescante sobre cuál pugna por adelantarse, y a las ventanillas asoman entre bocanadas de humo, ya el rostro moreno y bigotudo del madrileño de los barrios bajos, ya la carnicera rumbosa cargada de joyas anticuadas, que ciñe a sus hombros el rico pañolón de colores brillantes.
Los relámpagos sin serie de retumbos, a manera de gigantescas cabelleras de fuego desplegando sus hebras en el espacio lóbrego, contrastaban por el silencio con las rojizas bocanadas de las armas seguidas de recias detonaciones.
Las llamaradas ascendían en bruscas y sordas bocanadas, dejando bajo ella lívidos huecos, y en la cúspide, donde aún no llegaba el fuego, las cañas se balanceaban crispadas por el calor.
Aspirando con ansia bocanadas de aire, cual si con ellas quisiera aventar sus pesadumbres, y caminando a largos pasos, encuéntrase en una de estas ocasiones con su camarada, aquel acicalado solterón de quien tanto hemos hablado, y a quien no ha visto mucho tiempo hace, y como si Gedeón llevara letreros en la cara, que revelasen las desazones de su espíritu.
Estaban tan afirmadas sus ideas a este respecto, que sólo el manicomio o el cementerio lo sacarían de esa atmósfera peculiar y hasta nauseabunda que genera el vapor de los cocidos, los fritos en aceite, los guisos con especias y las aguas servidas que se arrojaban a la letrina, la cual emanaba, a tiempos, fétidas bocanadas.
Era el huracán de la calle, que barría hacia su hogar, en grandes bocanadas, los microbios que envenenan la salud moral, trayéndole el contagio de infinitas miserias y falsedades, al desbordar de esas almas tristes, que el orgullo disfraza con un rostro alegre, murmullos de vergonzante vanidad que se ostenta o espectáculo de blancas hilas que ocultan la excrecencia de la llaga.
Alcanzaba el oído a percibir de lejos como la sorda crepitación de un horno, abiertas las ventanas, todas, de par en par, como en montones por ellas, caía, derramábase la luz sobre la plaza, ganduleaban los curiosos ocupando las veredas frente a las puertas de reja de la entrada, la chusma de pilluelos, traficantes de contraseñas, pululaba en media calle y, al ir a penetrar, repleto todo de gente hasta el vestíbulo, un tufo se sentía caliente y fétido, salía del teatro en bocanadas como el aliento hediondo de una fiera.
Paseábase en una sala que daba a la calle, aplicando el oído por intervalos, y acercándose de cuando en cuando a la ventana, por lo cual descubrió a Alí arrojando bocanadas de humo con una regularidad que demostraba que el negro estaba dedicado enteramente a esta importante ocupación.
Esta voz hizo inclinarse a todo el mundo, a la manera que el viento inclina con una de sus bocanadas un campo sembrado de espigas.
Algunas bocanadas de aire llegaban a la ventana, trayendo consigo rumor de lejanas voces, rumor de que don Juan no se dio cuenta, porque no estaba entonces ni para oír ni para ver sino lo que tenía dentro y le hervía en la mollera.
Sacó aquél de uno de los grandes bolsillos de la amplia blusa una enorme pipa, y tras encenderla con toda parsimonia y arrojar algunas bocanadas de humo.
Un rumor confuso mezclado de imprecaciones y de metálicos ruidos salía por bocanadas de la cámara inmediata, cuya puerta custodiaba un hombrecillo rechoncho, colorado de fisonomía jovial, que se cuadró para dar paso a los recién venidos, sonriéndoles con un guiño de significativa expresión.
Caminábamos en silencio, sin que se oyera otro ruido que el de nuestros pasos y los rumores de la ciudad, que llegaban a nosotros en tardías bocanadas, como el lejano oleaje del océano.
Vivía viajando, En el mar, arrinconado bajo la toldilla de su yate, recibiendo, para no asfixiarse con emanaciones de imbéciles y esclavos, bocanadas de aire libre y sano que le enviaba el mar, misericordioso y grande.
Aquel café produce sueño, algunas bocanadas de opio en pipa, la melancolía de los concurrentes y el zumbido de las guzlas, causan el malestar de un sueño obligado, y no hay europeo que no salga de allí tambaleándose y creyendo que son media docena de luces la mortecina del farol que le guía por aquel laberinto de callejas en forma de herradura.
Thenardier encendió su pipa y respondió entre dos bocanadas de humo:.

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