Ejemplos con aña

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Fernández cantó el Tirteo guaraní la heroica actuación con estas palabras, Comandante Irra ha hendive Brizuela, mokôivevoi aña Mbaraka.
El nombre del río, Añamaza, significaría bosques de aguas, si aceptamos la tesis de considerar la raíz prerromana aña como vena de agua o filón metálico.
Munduan ez da guizonic Nic aña malura dubenic Enamoratzia lotzatzenau Ardo eratia moscortzenau Pipa fumatzia choratzenau ¡Ay zer consolatucotenau!.
Y diciendo y haciendo, Catalina puso con mil primores la mesa, ayudada del aña, y, en efecto, bajó de un salto a la cubera y subió de otro, con un jarro de vino.
Y para que ustedes no digan que por mentir no pagan los cronistas alcabala, y que los obligo a que me crean bajo la fe de mi honrada palabra, copiaré lo que sobre el particular escribe el erudito señor de Mendiburu en su Diccionario Histórico: «Al emprender su viaje a Puno el conde de Lemos, encomendó el gobierno del reino a doña Aña, su mujer, quien lo ejerció durante su ausencia, resolviendo todos los asuntos, sin que nadie hiciese la menor observación, principiando por la Audiencia, que reconocía su autoridad».
AÑA.
-Buenas tardes, aña.
Ascensión, que así se llamaba la niña, se crió muy hermosa, gracias a que Agustina, que acababa de destetar a su hijo Diego, le sirvió de aña, criándola con tanto cariño y tanto cuidado como había criado a su hijo.
-Morroñito -dijo la aña-, toma, que tú también eres de Dios.
El chacolí comenzó a correr escanciado por la aña, decana de aquella reunión y autora de una improvisada fritada de magras, y todo el mundo se puso más alegre que un tamboril, pero nada más que alegre, pues el chacolí alegra y no emborracha.
-Corriente, señor don Santiago -dijo Ignacio-, le echaremos a la salud de usted, y a la de Catalina, y a la de la aña y la de todos los nacidos, que usted es nuestro padre.
El indiano, acompañado de Catalina y la aña y Navarro, que también se había agregado a la partida, fue enseñando la iglesia y las casas una por una a los atónitos aldeanos, que las encontraron admirables.
-Vamos -dijo ésta-, verás qué alegremente vamos a cenar juntos, tú, y la aña y yo.
Entonces el mis profundo abatimiento se apoderó de Santiago, sin que toda la solicitud y toda la ternura de Catalina y la aña bastaran a sacarlo de él por un instante.
Catalina, seguida de la aña, se precipitó a la portalada, e iba a lanzarse a los brazos de Santiago, pero éste, lejos de abrírselos, se contentó con murmurar fríamente:.
Catalina y la aña, a quienes había asaltado la dulce sospecha de que fuese Santiago el que tan familiar e imperiosamente les había dirigido la palabra, a pesar de que aquella voz le era desconocida, perdieron toda esperanza al ver al que cabalgaba en la mula delantera, aquel hombre en nada se parecía a Santiago, aun teniendo en cuenta lo que a éste debían haber desfigurado los años.
-¡Abra usted, aña o demonio! -dijo la misma voz en el tono peor humorado del mundo.
-¿Quiénes son ustedes? -preguntó la aña, sacando el candil por la ventana.
-¡Abre, Jariega! -dijo una voz fatigosa, que ni Catalina ni la aña conocieron, pero que resonó profundamente en el corazón de la primera como si fuese conocida y amada.
-No serán pasiegos -dijo la joven a la aña-, que los pasiegos no confían a piernas ajenas sus personas ni su maco.
Aquel mismo día formó parte de los moradores de Ipenza, en calidad de aña de la expósita, la vecina que había venido a dar a ésta de mamar algunas horas antes.
¡Adónde irá a parar esta criaturita! ¡Tal vez tropezará con alguna aña que la deje morir en cuatro días!.

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