Ejemplos con ayudante

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Estaba habituada, años y años, a oír los latinajos del antiguo marinero, que desde su banco apoyaba a gritos las respuestas del ayudante.
Su rostro se llenó de arrugas en torno a la boca sumida, y comenzó a cantar las frases del sacerdote y las respuestas del ayudante.
Yo soy español, tú francés, Karl es alemán, mis niñas argentinas, el cocinero ruso, su ayudante griego, el peón de cuadra inglés, las de la cocina, unas son del país, otras gallegas o italianas, y entre los peones los hay de todas castas y leyes ¡Y todos vivimos en paz! En Europa tal vez nos habríamos golpeado a estas horas, pero aquí todos amigos.
Don Segis avanzó y trató de alcanzar con el palo la cabeza del ayudante, pero antes que pudiera hacerlo, un garrotazo le había caído sobre el cogote, dejándole malparado.
El ayudante de Marina del puerto, Alvaro Peña, joven de treinta años, moreno, con grandes ojos negros y bigotes a lo Víctor Manuel, se caracterizaba por un odio profundo, implacable, al estado eclesiástico y a todo el que lo representase, aunque fuese su mismo hermano.
Los sueldos son muy crecidosapuntó el ayudante del puerto.
El ayudante de marina pronunciaba las erres con la garganta, produciendo un sonido muy semejante a la jota.
El ayudante vió a Gabino Maza sentado en una butaca cerca de la pared, y le gritó con alegría:.
Señoressiguió el ayudante animado por los rumores,yo creo que lo que le hace falta a este pueblo es despertaj del letajgo en que yace, ¿eh?, vivij de la vida de la razón y del progreso, ¿eh?, ponerse a la altura de los adelantos del siglo, ¿eh?, tenej conciencia de sí y de sus fuejzas.
El ayudante hablaba mejor, y adquiría cierto donaire en cuanto se trataba de denigrar al clero.
Después de la brillante oración que acaba de pronunciarnos mi queridísimo amigo el ilustrado ayudante de este puerto, señor Peña , quedará bien convencida la asamblea del fin generoso y patriótico que ha inspirado a los promovedores de este.
El orador continúa y termina al fin, deseando, como el elocuente ayudante de marina, que Sarrió despierte a la vida del progreso, que salga del letargo en que yace, y que de algún modo se manifieste en su recinto la lucha de las ideas, fecunda siempre, y luzca en su horizonte el sol radiante de la civilización.
Es el caso que en aquel momento llegaba de la tienda de Graells, donde acostumbraba a pasar las noches, el invicto ayudante de marina Alvaro Peña, que tenía su domicilio en la calle del Azúcar.
Armándose de un palo de hierro que le facilitó su nuevo amigo Delaunay, esperó al ayudante en la esquina de la calle de San Florencio, y por detrás le arrimó un garrotazo en la cabeza que le hizo caer al suelo sin sentido.
Ni aun en estos críticos instantes podía el ayudante prescindir de aquella retórica anticlerical que acostumbraba a usar, y de sus frases campanudas.
A la mañana siguiente el ayudante recibió la visita del párroco de Sarrió que venía a suplicarle encarecidamente que no se hablase de aquel incidente desagradable en el periódico, prometiendo en cambio todo género de satisfacciones por parte del teniente y don Segis, lo mismo a él que a Sinforoso.
Estas últimas palabras las acompañó el ayudante con un gesto expresivo, traspasando el aire con los dedos de punta, lo mismo que si los estuviese introduciendo por un cuerpo humano.
Este símil consolador produjo inmediatamente en el ayudante un acceso de risa, que duró buen rato.
¡Aquel Peña era un hombre tan expeditivo! ¿Por qué diablos había dicho que tenía ganas de tropezar a don Pedro para darle dos puntapiés, cuando en realidad acababa de verle al salir de casa, y había cruzado a su lado sin decirle una palabra? Pero estaban allí más de veinte personas, y se vió en la dolorosa necesidad de contestar al ayudante, aunque en el tono menos agresivo posible:.
¿Se negaría usted a batijse conmigo?preguntó el ayudante con su voz campanuda.
El Duque dejó caer sobre el ayudante por algunos segundos su mirada vidriosa.
Entonces es que Martí, desmadejado el cabello, los ojos fúlgidos y relampagueantes, el pecho henchido de orgullo, enardecido, arrebatado, impaciente por el sacrificio e inquieto por la emulación, invita a la carga a su ayudante Ángel la Guardiaaquel fiero aguilucho caído en Victoria de las Tunas, aviva con las espuelas su noble bruto, y gozoso como un niño que ha crecido un palmo, y como si hubiera alcanzado a ver, reducido a la pequeñez de un montón de carne humana, todo el Gobierno de rencores, de insultos, de envidias, de mezquindades, de ambiciones, de la oligarquía esquilmadora que le vejaba su tierra, se echa sobre los rifles enemigos y cae acribillado a balazos, con la limpieza y majestad de un Dios, del brazo de la muerte que es inmortal, y coronado por la fulgente claridad del martirio y de la gloria.
De manera que, cuando don Manuel murió, solo había en la casa los objetos de su uso y adorno, en que no dejaba de adivinarse más el buen gusto que la holgura, los libros de don Manuel, que miraba la madre como pensamientos vivos de su esposo, que debían guardarse íntegros a su hijo ausente, y los enseres de la escuela, que un ayudante de don Manuel, que apenas le vio muerto se alzó con la mayor parte de sus discípulos, halló manera de comprar a la viuda, abandonada así por el que en conciencia debió continuar ayudándola, en una suma corta, la mayor, sin embargo, que después de la muerte de don Manuel se vio nunca en aquella pobre casa.
Pepe Güeto se hizo el ayudante y el secretario de D.
Tantos y otros muchos nombres tenía el ayudante de farmacéutico, bien que el público en general hubiese optado por darle el de.

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