Ejemplos con avieso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El vulgo avieso y mal pensado vio en esta protección lo que no había, pues si endulzaba entonces su existencia con algún pasatiempo amoroso, iba su capricho por órbita muy distinta de la de Riva Guisando, y si en pasos de amor andaba este, por querencia desinteresada o por estímulos de su ambición, no pisaba los caminos de Eufrasia, su incomparable amiga y protectora.
Pero no se crea que las burlas, a que tan aficionada era, escondían un carácter avieso y malicioso, no.
Y no podía dudar que algún indiscreto, o algún avieso amigo, le llevarían el cuento.
Bien parece que no sabe las entradas y salidas de los impresores, y las correspondencias que hay de unos a otros, yo le prometo que, cuando se vea cargado de dos mil cuerpos de libros, vea tan molido su cuerpo, que se espante, y más si el libro es un poco avieso y no nada picante.
Como el alcalde fue la primera víctima de los embustes del avieso cojo, pudo éste hacer, bajo la garantía de su palabra, frecuentes viajes a la ciudad, desde que por el misterioso decir de los periódicos y otros rumores que, en casos tales, se oyen siempre, sin llegar a averiguarse jamás de dónde nacen ni por dónde vienen, comprendió que la gorda iba a estallar mucho antes de lo que él se figuraba.
Y no podía dudar que algún indiscreto, o algún avieso amigo, le llevarían el cuento.
Para los demás muchachos, el ejemplo podía ser descorazonador, anárquico, desastroso como disolvente, porque don Lucas no sabía contemporizar con la cabra y con la col, pero ¡bah! Yo tenía tanto prestigio entre los camaradas, era tan fuerte, tan poderoso, tan resuelto y tan autoritario, para decirlo todo de una vez, que el puesto gubernativo me correspondía como por derecho divino, y muy rebelde y muy avieso había de ser el que protestara de mi ascensión y desconociese mi regencia.
Porque, indudablemente, mi alma se habría perdido, ¿no es verdad, Padre?, si hubiera cedido a los halagos suyos, que tenían un fin avieso, ¿no es verdad, Padre?.
El que rarísimas veces aportaba por allí era Policarpo, que a Guerra le parecía el más avieso de los Babeles, aparte de que sus maneras chulescas y su lenguaje de germanía le desagradaban.

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