Ejemplos con avaro

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Nos afanamos por apoderarnos de prisa, de prisa, trozo a trozo, del gran bloque del tiempo venidero, y estamos en la situación de un avaro que no hiciese sino guardar onzas de oro en un arca, y que cada onza se le desvaneciese sin llegar al fondo.
Guardó el avaro la moneda, pero no dijo una palabra.
Como nuestro hombre es avaro, conviene que se quite usted los guantes para que brillen bien las sortijas, y que se desabroche las solapas para que relumbre la cadena.
Lo óptimo es el Lebrato y su hijo, y y Quilino, y el médico don Elías, y el magnífico tipo del Berrugo, avaro supersticioso, que Balzac adoptaría por suyo, y la fantástica historia del descubrimiento del tesoro, que Walter Scott hubiera robado para su.
A nadie se le persuadirá que don Francisco de Quevedo, que era en prosa y en verso un poeta lírico antes que todo, idealizador de lo feo, como quien miraba la miseria con vidrios de aumento, hizo la figura de ningún avaro real ni posible en su Licenciado Cabra.
El sacerdote avaro y despótico bajaba los ojos ante ellos y sonreía con el deseo de ser agradable.
Esto es lo que acababa con la paciencia de don Antolín: la injuriosa suposición sobre él y la sobrina, que turbaba su castidad de avaro.
El halagar a don Antolín era empresa más ardua, y el pobre curita sufría mucho para tener propicio al avaro, que se irritaba si no le devolvían a tiempo sus préstamos mezquinos.
Verdad, todo verdad, aquel tío avaro tenía la culpa.
No tenía amigos, todos eran unos ingratos, iguales al avaro don Salvador.
Era la tenacidad del avaro que desea estar en contacto a todas horas con sus propiedades, la pegajosidad del usurero que siempre tiene cuentas pendientes que arreglar.
, que en su calidad de valentón se interesaba por las desdichas de sus convecinos y era el caballero andante de la huerta, prometía entre dientes algo así como pegarle una paliza y refrescarlo después en una acequia, pero las mismas víctimas del avaro le disuadían hablando de la importancia de don Salvador, hombre que se pasaba las mañanas en los Juzgados y tenía amigos de muchas campanillas.
Era un buenazo, no sabía plantarle cara al repugnante avaro, y éste lo iba chupando lentamente hasta devorarlo por entero.
Allí había ido él muchas veces por sus asuntos, y allá iba ahora, a ver si el demonio era tan bueno que le hacía tropezar con el amo, el cual raro era el día que no inspeccionaba con su mirada de avaro los hermosos árboles uno por uno, como si tuviese contadas las naranjas.
Y las palabras eran entrecortadas por los sollozos, y volvían a abrazarse el padre y las hijas, y Pepeta, la dueña de la barraca, y otras mujeres lloraban y repetían las maldiciones contra el viejo avaro, hasta que intervino oportunamente.
Fué varias veces a Valencia a la casa del amo para hablarle de sus antepasados, de los derechos morales que tenía sobre aquellas tierras, a pedirle un poco de paciencia, afirmando con loca esperanza que él pagaría, y al fin el avaro acabó por no abrirle su puerta.
El viejo avaro se mostró inflexible.
Todos comían con apetito, especialmente don Juan, que, a pesar de su sobriedad de avaro, era un tragón terrible al entrar en mesa ajena.
Juanito, eres un imbécildijo el avaro con los labios trémulos por la rabia, erizándosele el bigote de cepillo.
¡Ah, maldito avaro! Necesario era todo su mal corazón para dejar a una hermana en el sufrimiento, pudiendo remediar sus penas con algunos de los papelotes mugrientos que a fajos dormían en el viejo de su alcoba.
Pero no era el avaro hombre capaz de entregarse por mucho tiempo a esta indignación con arranques líricos.
Mirando los salones interminables que parecían iglesias, pensábase involuntariamente en la noche, cuando las sombras ahogaban la macilenta luz de la candileja del avaro y los pasos del viejo y su criada sonaban como en el ulterior de una cripta, en un medroso silencio interrumpido por los crujidos de la madera vieja y las veloces carreras de las ratas.
Era muy dueño de no darle aquella miseria, al fin, resultaba lo que ella había creído siempre: un avaro sin corazón.
Afortunadamente, una tiene lo que necesita para pasarlo bien, y no se ve obligada a buscar los auxilios de ese avaro.
Salía cuando quería, bajaba a la tienda algunas veces, como quien va a un lugar de entretenimiento, a distraerse viendo gentes y caras nuevas, y era dueña absoluta de todo el dinero de la casa, con gran descontento de don Eugenio y del avaro.
El , avaro y sin entrañas hasta con sus hijos, sentía gran debilidad por el estudiante, tal vez por el contraste entre su carácter austero y regañón y la alegría desenfadada de aquel cabeza a pájaros.
Y al decir esto miró al vendedor con tanta indignación como si fuese un enemigo del sosiego público, pero el palurdo, inmóvil y con las manos metidas en la faja, no se dignó reparar en la ferocidad agresiva del avaro.
Estás en uno de los momentos más solemnes de tu vida: ¡mira lo que haces! No eres codicioso ni avaro, no ambicionas riquezas, sueñas con una felicidad modesta y tranquila.
No gustaba de parecer generoso, pero no era mezquino ni avaro.
Ya estamos en tinieblas, y el buen amigo don Juan es tan avaro que no quiere gastar en una vela, por eso nos tiene a obscuras.

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