Ejemplos con avalancha

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ante la avalancha de refugiados en el Campo de Argelès, se construyeron dos muy próximos: los de Saint-Cyprien y Barcarès, también en el departamento de Pirineos Orientales.
Una gran avalancha de sentimiento que pone cualquier otra preocupación a un lado.
Se produce una avalancha, y los tres son enterrados por la nieve.
Un día aparecerá Colqhoun, un extraño personaje que asegura que él y otro colonos fueron sorprendidos por una avalancha que les dejó encerrados en una cueva durante largo tiempo y en la que lograron sobrevivir practicando el canibalismo.
Parmentier supuso que habían sido arrastrados por una avalancha, pero aun así decidió esperarlos en el campo alto mientras que Rutkiewitz y los dos españoles, que estaban en mal estado, con congelaciones en la nariz y los dedos, continuaron hacia el campo base.
El cuerpo de Smolich, sepultado bajo toneladas de fragmentos de la avalancha, nunca fue encontrado.
Fue como si una avalancha de nostalgia se apoderara de todos los presentes al escuchar aquellas melodias que los llenaran de éxitos, la piel se tornaba fría, los poros delataron las emociones y todo fue una explosión de momentos vividos que surgian del pasado dentro de los corazones de hombres y mujeres llenos de sensibilidad.
Sin embargo, cuando chocan sus copas de champagne, causan, sin quererlo, una avalancha que hunde la cabaña en su totalidad.
Sin la competencia de Barney, Homer gana nuevamente a todos sus clientes, pero las noticias luego reportan que había habido una avalancha en el Pico de la Viuda, la montaña en la que Homer había enviado a Barney.
Las chicas no estaban preparadas para la avalancha de fans que les esperaba en el aeropuerto.
En algunas localidades la mayoría de las casas son de veraneo, llegando en los meses de enero y febrero una avalancha de turistas, que hacen que la ciudad ofrezca más y mejores servicios que el resto del año.
En muchas áreas, es altamente colonizador de avalanchas de laderas de montañas, donde sus potenciales competidores han sido destrozados y muertos por tal daño de avalancha.
La llegada de muchos europeos del norte y franceses a la zona ha producido una avalancha de construcciones, principalmente chalés, que ha frenado, en parte, el declive de habitantes que sufrían todos los pequeños pueblos de la zona.
La avalancha de dolor se esparció por el castillo.
Don Marcelo sintió un placer monstruoso al considerar el número creciente de enemigos desaparecidos, pero a la vez lamentaba esta avalancha de intrusos que iba a fijarse para siempre en sus tierras.
Los arriates de su jardín, las plantas exóticas, las avenidas cuidadosamente enarenadas y barridas, todo roto y ajado por la avalancha de hombres, bestias y vehículos.
Por encima de esta avalancha de pensamientos emergió uno, fatal, dominante y colérico.
Pero en la estación de Austerlitz una avalancha humana asaltó el tren.
Veían aún cómo entraba la avalancha de los hombres con casco en sus tranquilos pueblos: las casas cubiertas de llamas repentinamente, la soldadesca haciendo fuego sobre los que huían, las mujeres agonizando destrozadas bajo la aguda persistencia del ultraje carnal, los ancianos quemados vivos, los niños deshechos a sablazos en sus cunas, todos los sadismos de la bestia humana enardecida por el alcohol y la impunidad Algunos octogenarios contaban, llorando, cómo los soldados de un pueblo civilizado cortaban los pechos a las mujeres para clavarlos en las puertas, cómo paseaban a guisa de trofeo un recién nacido ensartado en una bayoneta, cómo fusilaban a los ancianos en el mismo sillón donde los tenía inmóviles su dolorosa vejez, torturándoles antes con burlescos suplicios.
Siguió el millonario con una mirada de respeto a su carpintero, desmesuradamente agrandado al formar parte de esta avalancha humana.
La avalancha de entusiasmo y emociones acabó por arrastrar a Desnoyers.
Francia presenciaba esta avalancha de acontecimientos, sobria en palabras y manifestaciones de entusiasmo.
Una avalancha de alemanes residentes en Inglaterra invadió las cubiertas con la alegría del que pisa suelo amigo, deseando verse cuanto antes en Hamburgo.
De vez en cuando un empujón formidable, una avalancha que amenazaba romper la cuerda.
Centenares de obreros trabajaron con un vigor extraordinario, pretendiendo revolver la inmensa avalancha de mineral, pero tras una semana de trabajo, sólo habían avanzado algunos metros y ya no se oía nada: de la tierra no salía ningún lamento.
Toda esta avalancha de arte pasó por la Iglesia, y ella, según su costumbre, fue apropiándose lo que era más de su gusto.
La avalancha de gente laboriosa que se dirigía a Valencia llenaba los puentes.
Jamás Viena corriendo hacia el Práter, Berlín hacia el Linden, París hacia el Bosque, habían presentado espectáculo tan original y pintoresco como el que ofrecía a la puesta del sol aquella inmensa avalancha de trenes lujosísimos, la mayor parte descubiertos, atestados de mujeres de todos tipos, de todas edades, con trajes de colores vivos, mantillas blancas o negras, peinetas de teja y flores en la cabeza, en el pecho, en las manos, en los asientos y portezuelas de los coches, en las frontaleras de los caballos y en las libreas de los cocheros, confundiéndose, sin atropellarse, en aquella baraúnda ordenadísima, carruajes, caballos, jinetes, arneses, prendidos, libreas, cocheros con la fusta enarbolada, lacayos con los brazos cruzados, retintines de bocados y crujidos de látigos, efluvios de primavera y perfumes de tocador, olor a búcaro de la tierra recién regada, y fragancia de lilas, azucenas y violetas, envuelto todo como en una gasa en un polvillo fino y brillante, iluminado todo con golpes de luz bellísimos por los reflejos del sol poniente, que penetraba por entre las copas de los árboles, haciendo brotar resplandores de incendio en la plata de los arneses, los botones de las libreas y el herraje de los coches.
Desfilaban los invitados, una avalancha de cabezas calvas o peinadas con exceso de cosmético, una corriente incesante de pecheras combadas y brillantes como corazas, de negros fracs, de condecoraciones anónimas y de un brillo escandaloso, de uniformes de todos los colores y hechuras, desde la casaca y el espadín de nácar del siglo pasado hasta el traje de gala de los oficiales de marina.
Y luego, ¡qué orgía para el olfato en esta atmósfera fresca! Experimentábase la misma impresión que en una tienda de perfumería, donde, al entrar, toda una avalancha de esencias distintas sale de cuantos huecos tiene la anaquelería, asaltando el olfato.

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