Ejemplos con avíos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cansado de las quejas de los pasajeros del tranvía, a los cuales quitaba sus galeras, gorras o boinas al mover los avíos de pesca, cansado de ser obligado a llevar su mano y brazo fuera de la ventanilla sosteniendo las cañas y el medio mundo y cansado de no saber donde colgar su levita y chistera, se enteró por Tomás de Tezanos que las construcciones que allí estaban las administraba Liborio Echevarría, Gerente del Tren del Este y las alquilaba muy barato.
Tomaron gravemente un cigarrillo, lo pusieron en el rincón de la boca y cada cual sacó sus avíos: yesca de trapo quemado, eslabón y pedernal.
¡Magnífico dato para la !dijo el periodista, sacando sus avíos de nuevo y escribiendo a escape en otra cuartilla de papel.
Antes de repetir en mi presencia lo que a su padre había dicho respecto a su nuevo estado, quiso mostrarnos a los dos los diferentes regalitos que le había hecho su tío putativo: unos zapatitos de charol muy monos, todavía no estrenados, un vestido de merino negro muy honesto y apersonado, para ir a la iglesia, otro de percal sin colorines, pero adornado con mucho aquél, varias alhajillas de poco precio, de oro fino, que no llamaban la atención ni por sus dimensiones ni por su riqueza, medias negras de semiseda, zapatillas de abrigo para dentro de casa, peines y avíos de tocador, un rosario hecho con huesos de aceitunas del Huerto de las Olivas donde oró el Señor en Jerusalén, y, por último, un devocionario monísimo, con sus tapas de nácar y broche dorado para cerrarlo.
Junto a la butaca donde mi menguada persona yacía, pusieron un velador con papel en cuartillas, tintero y pluma, y la ninfa me dijo: Aquí tienes los avíos de escribir.
Todo era común, la comida y los avíos domésticos.
Cuando pudo manejar la pluma sirviole Gracia los avíos necesarios, y escribió a Hillo notificándole simplemente dónde se encontraba, sin más explicaciones.
Llevaba infaliblemente consigo una cajita con los avíos y menjurjes de la decoración capilar y facial, y ya le cogiera la mañana navegando con mal tiempo en un falucho entre África y Europa, ya en la breve parada de diligencia o carromato, rodando por inhospitalarias tierras, nunca dejaba de consagrar a su una horita larga, cuando menos media hora, en casos de premura.
Dile a doña Pepilla que si tiene entre manos alguna obra grande, que me mande los avíos, que yo la ayudaré aquí, que tengo mucho gusto en ayudarla, que me sobra tiempo y puedo emplearlo en eso.
Del dinero he tomado para los avíos de los ramilletes de la Virgen.
Se llevaron de avíos más de cinco pesos, pero, eso sí, ¡son de papel muy fino! No han escrito de San Sebastián, ni Angelina ni el Padre, será porque han tenido mucho a que atender con las fiestas de Semana Santa.
Prepara un maletín con los avíos de tocador y ropa interior, nada de frac, ropa de etiqueta, ninguna.
Encendieron luz en el gabinete, y sobre una gran mesa que allí había, por el estilo de las mesas de los sastres, Aurora, sacando sus avíos, se puso a cortar y a preparar.
En tal virtud, el cocinero recogió a toda prisa los avíos de la comida y se refugió en su cocina, como buen piloto que busca abrigo temporal en el primer puerto que le depara el cielo.
Con gran prisa puso fin a los últimos aprestos, e impaciente por comprobar lo que había de verdad en aquel asunto, cogió los remos y abandonó el cuarto seguido de Rosalía, que llevaba en un saco de lona los avíos de pesca y la cuerda del espinel.
He mandado que me lleven al club el traje y todos los avíos.
—¿Ni tratar de avíos, llevar cuentas, ser asentista, mayordomo?.
Pero, enemigos malos -nos gritaba mi madre-, ¿adónde vais con esas camisas y esas caras, que parecéis carboneros? ¡Mire usted qué avíos! ¡Por más que una se mata, cualquiera dirá que no tenéis madre' ¡El Señor le dé a una paciencia con estas criaturas!.
-No, mañana nos acercaremos todos al castillo por donde la otra vez, con todos los pertrechos y avíos como si fuéramos a poner cerco de veras, y pasado mañana, mientras del lado de acá levantan gran grita y alharaca, en guisa de asaltar las murallas, nosotros nos colamos por el lado de allí como zorros en un gallinero.
-¡Magnífico dato para la Crónica de salones! -dijo el periodista sacando sus avíos de nuevo, y escribiendo a escape en otra cuartilla de papel.
Dispúsose Ana a complacer a su padre, y con tal apresuramiento y tan de buena gana, por lo visto, que al recoger los avíos de costura en su primorosa canastilla, por cada cosa que guardaba ¡ella a quien jamás igualaron prestidigitadores en destreza y agilidad!, dejaba caer media docena.
¿Ha visto usted a la Organista? ¡Gloria de Dios daba mirarla cuando iba a la iglesia! ¡Los mesmos soles del cielo tenía en la cara! ¡Pues dígote con los avíos que llevaba encima!.
Apuntadas estas diferencias de aspecto entre aquellas generaciones y la actual, digamos algo sobre los avíos de nuestros juegos.
Con ese fin por pretexto, se dispuso la partida, y muy tempranito salieron de Peleches los cuatro expedicionarios: don Alejandro y su administrador, armados de sendas escopetas para tirar a las tórtolas que se les metieran por los cañones, y Nieves y Leto con los avíos de dibujar.
Y así aprendió Nieves a andar sola por aquellas alturas, y a alargar los paseos, tan descuidada y contenta, hasta cerca del pinar, por una parte, y hasta el Miradorio y aun hasta el muelle por otra, con la sombrilla al hombro y el libro o los avíos de dibujar en la mano, durante las primeras horas de la mañana.
Otro caso más raro: tiene mucha afición al dibujo y a la pintura, y sus avíos correspondientes para lo uno y para lo otro.
Aquí tienes el piano, los avíos de pintar y de hacer labores, libros, dibujos.
Aquí el palanganero con todos los avíos de limpieza.
Y en virtud de esta cavilación sacó del bolsillo avíos de escribir, redactó una carta, púsole el sobre, pególo con un poco de pan mascado, y echóse a reír de una manera diabólica.
Esta pieza lindaba por un extremo con otra más pequeña, que pudiéramos llamar gabinete, en el cual había una mesita con tapete verde, arrimada a un viejo sillón de roble, sobre el tapete, un crucifijo y avíos de escribir, a un lado, una cama de haya torneada, con un jergón sostenido por sogas entrelazadas y cubierto con una colcha de indiana, en el otro lienzo de pared, tres estantes de libros en latín, y el ''Añalejo'' colgado de un clavo y abierto, en el tercer lienzo, frontero a la sala, una ventana, cuyo alféizar arañaban las ramas de un manzano movidas por el viento, que penetraba suave y cariñoso por los abiertos postigos, trayendo, para distribuirlos por toda la casa, los aromas recogidos en la campiña, que desde allí parecía un ascua de oro, iluminada por el sol canicular.

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