Ejemplos con atribuyéndolos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Otra causa a tener en cuenta a la hora de estudiar este tipo de depresión es el estilo atribucional del sujeto, una persona que atribuye sus éxitos a causas externas no controlables y sin embargo se culpabiliza de sus fracasos, atribuyéndolos a causas internas sobre las que tampoco ejerce un control es otro buen candidato a desarrollar una depresión.
Allí don Quijote estaba atento, sin hablar palabra, considerando estos tan estraños sucesos, atribuyéndolos todos a quimeras de la andante caballería.
Alarmóse un tanto el gobierno, tan paternal como previsor, del Restaurador, creyendo aquellos tumultos de origen revolucionario y atribuyéndolos a los mismos salvajes unitarios, cuyas impiedades, según los predicadores federales, habían traído sobre el país la inundación de la cólera divina, tomó activas providencias, desparramó sus esbirros por la población, y por último, bien informado, promulgó un decreto tranquilizador de las conciencias y de los estómagos, encabezado por un considerando muy sabio y piadoso para que a todo trance y arremetiendo por agua y todo, se trajese ganado a los corrales.
Rezando en alta voz no le asustaban sus palabras: caía en una especie de éxtasis, a cada palabra que pronunciaba se le aparecía Dios, sacaba lecciones de todos los hechos de su vida humilde y oscura, atribuyéndolos a Dios, imponiéndose deberes para el porvenir, y al final de cada rezo intercalaba ese deseo egoísta que los hombres dirigen a sus semejantes más a menudo que a Dios:.
Estos eran los ecos de la tertulia para un espíritu desapasionado y observador, no así para el viejo maniático, que no podía explicarse semejantes rumores sino atribuyéndolos a alguna ocupación ilícita, perturbadora y completamente extralegal.
Sólo uno de los seis, Agenor, laconio enjuto y pálido, de grandes ojos absortos, había permanecido indiferente, desde el primer momento, a los ayes, atribuyéndolos a uno de los mil rumores del viento, y extraño a todo lo que no fuese la idea sublime a cuya ejecución se encaminaban, en la impaciencia de ver convertirse en realidad las imágenes deslumbradoras de su sueño, se había negado a desviarse y a esperar que se satisficiera la curiosidad de sus amigos.
La marquesa y el doctor siguieron así largo rato, elogiándose mutuamente, agradeciéndose los elogios y atribuyéndolos todos al cariño que recíprocamente se tenían.

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