Ejemplos con atreviste

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Luego, dados tus antecedentes y viéndote vivir oculto en casa como un criminal, tuve sospechas de que habías venido a Madrid para asuntos que no eran tuyos Recuérdalo: exceptuada la primer salida que hiciste entre dos luces la misma tarde del día en que llegaste, sólo al cabo de muchos días te atreviste a salir a la calle, después de las dos o tres visitas de aquel señor que vino a verte, cuando se conoce que estaba ya cumplida tu misión.
—Haz cuenta, traidor y desalmado hombre, quien quiera que seas, que los despojos que de mí has llevado, son los que pudiste tomar de un tronco o de una coluna sin sentido, cuyo vencimiento y triunfo ha de redundar en tu infamia y menosprecio, pero el que ahora pretendes no le has de alcanzar sino con mi muerte: desmayada me pisaste y aniquilaste, mas ahora que tengo brios, ántes podrás matarme: que si ahora despierta sin resistencia concediese con tan abominable gusto, podrias imaginar que mi desmayo fué fingido, cuando te atreviste a destruirme.
Y gritó al aterrorizado El-Aschar: ¡Oh, grandísimo miserable! ¿Cómo te atreviste a llegar hasta aquí, ¡oh tú!, producto mixto de los compañones corrompidos de todos los criminales? Y mi hermano no supo qué contestar a lenguaje tan violento, se le paralizó la lengua, se le aflojaron los músculos y se puso muy pálido.
Y agarró a mi hermano, empezó por cortarle los dos labios, metiéndoselos en la boca, y le dijo: ¡Miserable! ¿Cómo te atreviste a seducir a mi esposa? Y empuñando el zib de mi hermano se lo cortó de un golpe y luego los compañones.
Al oír estas palabras de su eunuco, el rey llegó al límite del furor, y a punto estuvo de matarle, pero le gritó: ¿Cómo te atreviste a ser negligente hasta el extremo de perder de vista a mi hija, cuando te tengo encargado de su custodia diurna y nocturna, y cómo dejaste que penetrara en su aposento y se posesionara de ella ese efrit demoníaco? Y loco de emoción se abalanzó hacia las habitaciones de la princesa, donde se encontró con las servidoras, que a la puerta le esperaban pálidas y temblorosas, y les preguntó: ¿Qué le ha pasado a mi hija? Ellas contestaron: ¡Oh rey! no sabemos lo que ha sucedido mientras estábamos dormidas, pero cuando nos hemos despertado encontramos en el lecho de la princesa a un joven, que nos pareció la luna llena de tan hermoso como era, y que charlaba con tu hija de una manera deliciosa y sin dejar lugar a dudas.
Entonces pensó en el horrible viejo que estaba encerrado en el calabozo, y haciéndole ir a su presencia, le dijo: ¡Oh viejo traidor! ¡oh posaderas de mono! ¿cómo te atreviste a ocultarme el misterio de ese caballo hechizado y poseído por los genn demoníacos?.
Y el arriero saltó sobre sus pies y se acercó a él, y le preguntó: ¡Ya Badawi! ¿qué haces ahí? ¿Y cómo te atreviste a desatar a la vieja?.
Y contestó Esplendor: ¿Pero eres tú, Botón-de-Rosa? ¿Es que permites que los hijos de los hombres traten así a la hija de tu rey? Conoces el poder de mi padre, sabes que se le someten los reyes de los genn y que manda en legiones de efrits y de mareds, innumerables cual los granos de la arena marina, ¡y te atreviste a recibir en tu morada un hombre para que me sorprendiera, y has hecho traición a la hija de tu soberano! De no ser así, ¿cómo iba este hombre a encontrar el camino del lago en que yo me bañaba?.
Así es que el hermoso Anís se adelantó hacia la bella joven, se inclinó hasta el suelo, se llevó la mano al corazón, a los labios y a la frente, y dijo: La zalema contigo, ¡oh soberana de las puras! Pero ella le contestó: ¿Cómo te atreviste ¡oh joven impertinente! a entrar en paraje prohibido y que no te pertenece? El contestó: ¡Oh mi señora! ¡la culpa no es mía, sino tuya y de este jardín! ¡Por la puerta entreabierta he visto este jardín con sus parterres de flores, sus jazmines, sus mirtos y sus violetas, y he visto que todo el jardín con sus parterres y sus flores se inclinaba ante la luna de belleza que se sentaba aquí mismo donde te hallas tú! ¡Y mi alma no pudo resistir al deseo que la impulsaba a venir a inclinarse y rendir homenaje con las flores y los pájaros!.
Hizo lo que tú no te atreviste.
-¡Aleve!, gritó don Álvaro echando involuntariamente mano a la daga, ¿te atreviste a asesinar a tu bienhechor?.
No rechines los dientes, Rodrigo de Alcalá, no revuelvas esos ojos, ni tomes un aire arrogante, tu brazo, antes tan formidable y terrible, yace actualmente sin fuerzas, y aquella misma Inés que te atreviste a menospreciar, te desprecia e insulta en tus últimos momentos.
¡Y tú!, gritó - ¿te atreviste a escapar? - ¿te atreves a estar vivo? ¡Perro cobarde, te enviaré con ellos aunque me cuelguen!.

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