Ejemplos con atrevemos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De aquí a un año protagonizaremos otra jornada cívica que quedará inscripta, nos atrevemos a vaticinarlo, entre los grandes fastos patrios.
Nos atrevemos a señalar que esta forma de diabladas puede considerarse como la más antigua que pudo haber surgido, ya que los rasgos que presenta esta manifestación incluyen una pantomima especial sobre asecho del diablo hacia las almas puras, a través de mímicas a las que se le fueron incorporando música, pasos, movimientos, coreografía, entre otros elementos.
Perdía el que nos atrevemos a calificar de más importancia: El que llevaba consigo la vinculación económica bilbaína.
No se explican de otro modo algunas catástrofes individuales anatematizadas por el Derecho y la Religión, y ante las cuales, absortos y conmovidos, no nos atrevemos a dar nuestro fallo.
También nos atrevemos a indicar, con todas las reservas imaginables, que aquello no era más que un pretexto que ocultaba otros fines.
Su vestido era recatado y monjil, no siendo posible certificar que bajo sus tocas hubiera algo parecido a una cabellera, aunque nos atrevemos a asegurar que la tenía, y muy hermosa.
Ya los pórticos románicos se desdicen de todas aquellas donosuras poéticas que nos habían cantado, y el alto Castillo se reviste de una fiereza tal, que no nos atrevemos a mirarle cara a cara.
Precisamente ahora que vemos a la cabeza de nuestro Gobierno una Reina que, de acuerdo con su augusto esposo, nos conduce rápidamente de mejora en mejora, nosotros, deseosos de cooperar por todos términos, como buenos y sumisos vasallos, a sus benéficas intenciones, nos atrevemos a apuntar en nuestras habladurías aquellos abusos que desgraciadamente, y por la esencia de las cosas, han sido siempre en todas partes harto frecuentes, creyendo que cuando la autoridad protege abiertamente la virtud y el orden, nunca se la podrá desagradar levantando la voz contra el vicio y el desorden, y mucho menos si se hacen las críticas generales, embozadas con la chanza y la ironía, sin aplicaciones de ninguna especie, y en un folleto que más tiende a excitar en su lectura alguna ligera sonrisa que a gobernar el mundo.
-Señor -dijeron al cabo todos ellos al rey, postrándose humildemente a sus pies e hiriendo el polvo con las respetables frentes-, somos unos mentecatos, haz que nos ahorquen, nuestra ciencia es una mentira: ignoramos quién sea el pájaro verde, y sólo nos atrevemos a sospechar si será acaso el ave fénix del Arabia.
La segunda, después de trasmontar la cúspide de este sendero espinoso, cuando todavía nos atrevemos a dudar si vamos dando el primer paso del descenso, o el último de la subida.
La reina, a su vez, quiso ver los aretes y sintió la contracción de la garganta que causa el deseo muy vivo de una cosa que no nos atrevemos a poseer.
¿Diremos que don Braulio era indiferente a todas estas alabanzas que franca y sinceramente le prodigaban sus únicos y buenos amigos? No nos atrevemos a tanto, pero sí añadiremos que jamás se había parado, con conocimiento de su razón, en cosas de nobleza ni otras vanidades.
-No nos atrevemos a decir tanto, señora, porque aún existe el rollizo Florindo, que le debe a usted toda una vida de satisfacciones y de delicias.
Unido esto a su gracia, a su candor, a su belleza, porque era bella y muy bella, le atrajo todos los obsequios de los caballeros de la cuadrilla, y si bien podemos asegurar que Teresa tenía envidia a la hija del conde, sin embargo, no nos atrevemos a decir que Carmela no estuviese celosa de ella.
Además, tu madre te envía un traje precioso que ha bordado ella misma, y como regalo para tu esposa un jarro y una jofaina, que nos atrevemos a esperar que le gusten.
Mas así como de un atleta que se distingue entre todos y ha dado fin glorioso a todos sus combates no se refieren las victorias pueriles, ni se les da la menor importancia, de la misma manera, con haber sido brillantes en sí los hechos de Pompeyo en aquella época, habiendo quedado enterrados bajo la muchedumbre y grandeza de los combates y guerras que vinieron después, no nos atrevemos a moverlos, no sea que, deteniéndonos demasiado en los principios, nos falte después tiempo para insignes hazañas y sucesos que más declaran el carácter y costumbres de este esclarecido varón.
Nutridos de Dios, nos atrevemos a mirar cara a cara la Naturaleza, y proyectamos dominar el Universo.
Es el más fuerte, temblamos en su presencia, y apenas nos atrevemos a tocarle.
También nos atrevemos a indicar, con todas las reservas imaginables, que aquello no era más que un pretexto que ocultaba otros fines.
de Pago Chico -y en primísimo lugar cuanto a las damas y al amor, con sus enredadas marañas se refiere-, destinados a la polilla y el polvo del olvido, si la muestra presente no despierta el interés y la atención que nos atrevemos a esperar.
No se explican de otro modo algunas catástrofes individuales anatematizadas por el Derecho y la Religión, y ante las cuales, absortos y conmovidos, no nos atrevemos a dar nuestro fallo.
De las intenciones y pensamientos del señor cardenal no tenemos aún conocimiento exacto, y casi nos atrevemos a creer que Serafinita, a pesar de su buen deseo, no los interpretaba con estricta fidelidad.
No nos atrevemos a decir que el nuevo don Pedro Alcántara fuese, en efecto, hijo del marqués, pero tampoco a negarlo, y esto en razón a que ni su propia madre podía decir en ello cosa cierta.
Como empleado, es activo y trabajador, y también es inteligente, por cuyas causas debe ser muy benemérito para el gobierno: para los pueblos no nos atrevemos á decir si deberá serlo tanto, porque todos los esfuerzos de S.
presentimientos, y nos atrevemos a asegurar que en aquel instante eran muy negros y terribles los.
Otros piensan al contrario, que semejante lentitud, al paso que entibiará el fervor de nuestros amigos y partidarios, animará a los de Castilla, creyendo que no nos atrevemos a presentarles la batalla.
No nos atrevemos a asegurarlo, pero nos parece y querernos suponer que el tío Cándido fue natural y vecino de la ciudad de Carmona.

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