Ejemplos con atravesé

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Algunas mujeres estaban realmente enojadas con la película, y yo pensé ¡Caramba! posiblemente atravesé el límite.
Yo no olvidaré nunca la primera vez que atravesé el Océano.
Salí entonces, atravesé las butacas como un sonámbulo, aproximándome a ella sin verla, sin que me viera, como si durante diez años no hubiera yo sido un miserable.
Yo me acerqué silenciosamente, atravesé la habitación y quedé de pie, inmóvil, detrás de ella.
Inmediatamente bajé a ella, y la atravesé hasta la parte opuesta que tiene media legua de ancho, y me parece que con tiempos fuertes se anega toda.
Ven acá, hereje: ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta?.
Atravesé las calles que me separaban de casa, y odio, deseo de vengarme, profunda humillación al verme vencido por ese aventurero de pluma, desprecio por Mercedes que servía de instrumento, todo esto bullía en mi mente y hacía latir mi corazón.
Eran las once, crucé la calle y atravesé el jirón de la Aduana.
¿Y esa niña frágil y delicada iba a realizar aquel prodigio? Celebraron alborozados mis hermanos el circo, y yo, pensando, me fui al jardín, después a la Escuela, y aquella tarde no atravesé palabra con ninguno de mis camaradas.
Descubriólo y me zurró, entonces para vengarme le atravesé de un navajazo, y eché a correr a los bosques.
creyendo yo que se hubiera desencadenado alguna borrasca bajé muy quedo de mi cama, y atravesé por entre las hamacas de los herejes que roncaban como bestias feroces, subí una escalerilla que daba a un agujero de la cubierta, y me quedé espantado al ver lo que os he referido: Henderson temblaba como un azogado, sus ojos eran dos brasas que humeaban.
De dos saltos atravesé el largo pasadizo que separaba de mi habitación el despacho donde esto ocurría.
Le atravesé de parte a parte otra vez con mis miradas.
Esperé a que mis acompañantes, que cantaban entusiasmados, estuvieran lejos, atravesé la calle y entré en la huerta, casi seguro de no encontrar a nadie, aunque esto hubiera lastimado mi amor propio.
Pero me asombró mucho en esta ciudad un detalle del que no hablaba la inscripción, y que noté más tarde, en efecto, hube de comprobar que el río que atravesé a pie enjuto aquel día para llegar a la ciudad estaba lleno de agua todo el resto de la semana, y también supe que aquel río, caudaloso los demás días no llevaba agua el sábado, que es el día de fiesta de los judíos.
Y me salvé, deplorando la pérdida de mis últimos compañeros, y llegué a un río, que atravesé a nado, abandonando mi cabalgadura, y llegué sano y salvo a la otra orilla, donde lo primero que hice fue secar mi ropa, y luego me quedé dormido hasta la mañana, seguro ya de que no me perseguían, pues el río me separaba de las hormigas y de mis súbditos los monos.
Subí desalada por la orilla de la quebrada, y al llegar a un sitio más inculto atravesé sus aguas sin sentir que me mojaba ni pensar que me hería en los espinos del monte.
Me levanté, y saliendo de mi cuarto atravesé el corredor en que estaba mi pajarera y vi por última vez el jardín, la alberca, los árboles.
Me levanté entonces, atravesé las butacas como un sonámbulo, y avancé por el pasillo aproximándome ella sin verla, sin que me viera, como si durante die años no hubiera yo sido, un miserable.
Me desmonté y entregando mi caballo a un sirviente, atravesé el patio que antecedía a la casa y me dirigí al retrete de Dolores en el cual me dijeron se encontraba.
atravesé el acero por medio del corazón, sacándole el amor con la vida: quedó él tendido, y.
Atravesé el valle, subí la áspera falda y costeé el precipicio en cuyas paredes se abría el antro del misterioso viejo.
Preocupados así, el espíritu y el corazón, partí de Buenos Aires, atravesé el océano y fui a perderme como un átomo en el ruidoso tumulto de las grandes metrópolis europeas.
Atravesé rápido como una exhalación el valle de Congata y los callejones de Tiabaya, asustando a las gentes que se encontraban a mi paso, y se apartaban temerosas, creyéndome un alma en pena.
Pasé pues de largo y atravesé la ciudad sin pensar siquiera en pedir hospedaje, deteniéndome solo para comprar algunas provisiones en la tienda de un mercader de comestibles que estaba leyendo un periódico a dos vecinos, y hacía grandes exclamaciones sobre algún suceso trágico allí referido.
Atravesé la calle, me arrimé a un poste colocado junto a la tapia, y con ayuda del cual había mirado otra vez al jardín.
-Atravesé todo el valle -respondí-, y conservo perfectamente su aspecto general en la memoria.
Faltábame conocer, entre lo que no debía de serme desconocido en aquella vasta y montaraz comarca, la salida del valle por la cuenca del río hasta su desembocadura, con lo cual habría completado yo la travesía del espinazo de la cordillera cantábrica por una de sus vértebras más considerables, y como cabalmente en aquellos días estaba yo en vena de exploraciones y correteos, aunque, bien lo sabe Dios, más que por ansias de la curiosidad, por miedo a la inacción enervadora enfrente del temible enemigo, cabalgué una mañana muy temprano en el peludo jamelgo que tan sesudamente me habían traído y llevado por las escabrosidades más peligrosas de la montaña, y, de propio y deliberado intento, solo y sin otro guía que el instinto y la larga experiencia del honrado cuadrúpedo, más unos informes que me habían suministrado de palabra la noche antes en la tertulia de mi tío, atravesé el ruinoso puente que une las dos orillas del Nansa a corto trecho de la casona, y emprendí la marcha siguiendo la bien trillada senda que culebrea por la ladera del cerro, acompañándome el continuo rumor de las invisibles aguas corriendo en el fondo del sombrío cauce a muchas varas bajo mis pies.
Atravesé en mi caída el mar, y me encontré con la luna, en la que me entré por un ojo, y me hallé que tenía los sesos de plata y los cabellos de oro, me descolgué por uno de ellos, la luna volvió la cara, y al verme se cortó el cabello de un bocado, este se desprendió, y caí en una calabaza, donde lo pasé muy bien, hasta que llevaron mi casa a la plaza, donde la compraron para un convento de monjas.
Inmediatamente bajé á ella, y la atravesé hasta la parte opuesta que.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba