Ejemplos con atormentaba

Urso era muy creyente, pero el hecho de haber asesinado, de haber pecado, lo atormentaba a cada instante.

¡Cómo le atormentaba este hombre al palpar su carne, que parecía haberse endurecido, haciéndose más sensible, con una sensibilidad enfermiza y tímida, cual si se contrajera al simple contacto del aire! Cuando perdió de vista esta cara, y no sintió ya el martirio de sus manos, sumióse otra vez en el sopor del descanso.

Pero todavía no le atormentaba la prisa, y esto podía consistir en que tenía que ocuparse en refrenar la que devoraba incesantemente a su mujer, que volaba en ambiciones mucho más alto que él.

Al fin huía de la soledad del camarote, que le atormentaba con los deseos de una venganza impotente.

Cuando don Marcelo pasaba malas noches, sufriendo pesadillas, un motivo de terror, siempre el mismo, atormentaba su imaginación.

El recuerdo de sus primeras relaciones con el alemán, antes de llevarlo a la estancia, le atormentaba como un remordimiento.

El deseo de salvar la vida de su cliente le atormentaba como una obsesión.

Pero ahora le atormentaba el remordimiento, sentía vergüenza de él mismo, deseaba empequeñecerse, desaparecer, como si una mirada iracunda le espiase en la sombra.

En vida de su mujer, cuando estaba acatarrado, veíase precisado a prescindir de estas visitas, y era lo que más le atormentaba.

El joven creía que el recuerdo de la fatal escena que narramos la atormentaba, y hacía vivos esfuerzos por distraerla.

Todos habían presenciado el despertar de la riqueza, habían tomado parte en él, era cosa suya, y más que la miseria, les atormentaba el sufrimiento moral de la desigualdad, la decepción de haber vivido en medio de una racha loca de la Suerte sin aprovecharse de ella.

El peso en el hombro había disminuido, ya no le dominaba la fiebre, pero ahora le atormentaba un dolor extraño en el corazón.

Conocía su triste situación, y no se atormentaba por ello.

No se hería materialmente, no se atormentaba largo tiempo hacía con ayunos, con cilicios y con vigilias forzadas, pero en este combate misterioso en que se aventuró, en este silencio y disimulo, en esta aparente impasibilidad que adoptó, en esta dominación tiránica con que su espíritu angustiado quiso imponer e impuso al cuerpo que no dejase traslucir su dolor ni en ayes, ni en llanto, ni en una contracción siquiera de los músculos del rostro, ideó el padre, tal vez sin querer, el más espantoso de los martirios, verdadera venganza, rudo castigo de su culpa, si culpa hubo.

Ni por donación, ni por testamento, en la hora de su muerte, hallaba medio para compartir con la que era su propia sangre o para legarle al menos bienes que eran suyos y no del tirano que la atormentaba.

La atormentaba, sin duda, la idea de que iba a separarse de la enferma, y como si quisiera dejarle grato recuerdo de sus cuidados, la pobre niña se extremaba en todo cuanto a la anciana se refería.

Tendría yo en la hacienda casa y comida, los tiempos mejoraban, y era del caso aprovechar la buena suerte, pero la idea de abandonar a mis tías, aunque fuese para atender a sus necesidades de un modo más amplio, me atormentaba, me llenaba de angustia, y no dejaba de aterrorizarme el pensamiento de que en el prometido empleo me sería necesario tratar con personas que no me estimaran, que acaso no me conocían, y de las cuales tendría yo que sufrir menosprecio y maltrato.

La idea de que podía yo ser objeto de risas y de burlas me atormentaba cruelmente.

Su estómago le atormentaba, recobrando sus funciones después de la crisis nerviosa.

¿Cuál sería la que él utilizase de y como remedio pasajero a la soledad que le atormentaba? ¿A cuál de ellas se dirigiría?.

Lo que más la atormentaba era que le quería más cuando él se ponía tan juicioso haciendo el bonitísimo papel de una persona que está en la sociedad para dar ejemplo de moderación y buen criterio.

Luego el perro de Satanás me atormentaba por vengarse, y cuando empezaba la misa, a mí me parecía que alzaban el telón, y cuando yo rompía a cantar, se me venía a la boca aquello de _ Siglo_, que dice:.

Así es que, en medio del afán y del dolor que por su madre sentía, Clara se atormentaba con la idea de aquella inclinación hacia un sujeto, a favor del cual, por extraordinario hechizo, se trocaban en causas y motivos de simpatía y afecto todas las razones que para aborrecerle le daban.

De esta suerte se atormentaba D.