Ejemplos con atezadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Don Pedro de Madrazo ha descrito estos dos cuadros con una claridad y precisión que no hay más que pedir: al hablar de uno enumera fielmente las prendas de ropa, desde la gorrilla de ala y la valona de encaje, hasta el tabardo de mangas bobas y los zapatos de paño, al referirse a otro, desde el chambergo con plumas y la banda encarnada de cabos de oro hasta las botas atezadas, ni se olvida en el primero de los dos perros, perdiguero y galgo, ni deja en el segundo de dar idea de la jaca andaluza de color castaño sencillamente enjaezada: menciona, por último, los fondos de campo madrileño con sus quebradoras en el piso y sus celajes azulados de nubes blanquecinas, pero lo que no es dado expresar, ni aun con pluma tan experta, es el atractivo que la figura del Príncipe, alegre, juguetona y al mismo tiempo regia, tiene en estos lienzos.
Grande fue la sorpresa de Sor Teodora al ver lágrimas en las atezadas mejillas de aquel hombre que tanto se parecía a un volcán por tener el centro de fuego y el exterior de piedra.
Entre aquellas caras atezadas, a cada instante creía ver la suya.
Y rápidas unas tras otras, como vierten nubes de tormenta las suyas, corrían lágrimas por las escuálidas y atezadas mejillas de la pobre anciana.
»Pero en el hic et nunc, en que tímidos y vacilantes juzgamos irremediable nuestra desgracia, cuando circuidos de horrores y faltos de consejo, hollábamos caliginoso pavor, y palpábamos atezadas lobregueces, ecce Corinna venit, ecce benigna rutilante estrella que aparece a nuestra vista para serenar tan deshechas tempestades.
Pablo, por toda respuesta, desde la cama en que estaba sentado le alargó su mano pálida, fina y un tanto descarnada, mano que desapareció al punto entre las dos de Chiscón, enormes, atezadas, callosas y peludas.
Llevaban calada entrambos la celada y sólo les seguía un escudero de facciones atezadas y cabello ensortijado.
La atmósfera enrarecida, condensada por aquella nube rosada de humo y vapores, daba a los objetos un colorido mágico y a través de ella aparecía en primer término aquel anciano de rostro indefinible, pero en cuyas atezadas facciones no era difícil traslucir una aspereza cruel.

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