Ejemplos con atavíos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por ello, y por su independencia de los atavíos del mundo exterior, los Reinos del Oeste se han referido históricamente a estas tribus como bárbaros , un calificativo que contradice la rica historia cultural y espiritual que este pueblo posee en realidad.
Su segunda esposa Elvira, deja las tierras que tenía en Campotéjar, tres marcos de plata y toda su ropa, paños y atavíos de seda.
Cuarenta y siete de estos bajorrelieves representan jugadores de pelota empleando atavíos protectores para su juego, como yelmos, rodilleras, guantes, algunos de ellos portan pequeñas esferas en sus manos.
- Tal vez la leyenda de Tayta Palli sea producto de la imaginación, pero en realidad parece concordar con la procedencia chilena sobre las danzas del Yunca , ya que son cuadrillas muy distintas a las estampas folklóricas de origen peruano, por ello coinciden con las narraciones de la aparición de tres personajes muy parecidos pero discapacitados para hablar y para escuchar que dieron origen al folklore de procedencia araucana, tal vez de la época de Lautaro y Caopolican, líderes muy mentados para su región: quienes con sus coloridos vestuarios, atavíos sonoros y utilería dominante, establecieron las primeras poblaciones en las periferias de la ciudad de Pomabamba asumiendo el cacicazgo, quien en una etapa sedentaria enseñaron a los subordinados el manejo óptimo de la agricultura.
Ellos le entregaron la máscara de pico de pájaro y los atavíos que lo distinguen de los demás dioses.
En sus siete salas se muestran numerosas piezas artísticas y objetos devocionales de la vida monacal, como pinturas de escuela castellana del siglo XVI, elementos de vajilla y orfebrería, atavíos litúrgicos, telas y una colección de imágenes para vestir del Niño Jesús y San Juanito.
En esa ocasión, Rachel luce en sus atavíos el diamante y todos los invitados pueden verlo.
La tenida tenía lugar con todos los integrantes vestidos de fiesta, con sus mejores atavíos, y festejaban las burlas, chascarrillos, agravios, menoscabos, de uno contra otro, donde no importaba el grado de injuria, calumnia o difamación, sino lo acertado en la versificación y elocuencia de las intervenciones.
Cobijado en su interior figura un grupo del Llanto sobre Cristo muerto, de estilo hispanoflamenco atribuido al maestro de San Pablo de la Moraleja, cuyo fuerte expresionismo contrasta con la elegancia de los atavíos.
Hay que destacar de la obra las minuciosas descripciones de los atavíos cartagineses, acordes con las modas de la época.
A veces se aparecían también, a guisa de sorprendentes cometas, las ricas cubanas de Amézaga, con sus sombreros extraordinarios, sus sombrillas monumentales y sus atavíos caprichosos, destilados siempre a la quinta esencia de la moda.
Algunos días sacaba Donata de mi maleta las prendas de clérigo, sotana y bonete, que en mi equipaje con socarrona intención pusisteis, ¡oh insignes Beramendi y Tarfe! Estimaba mi odalisca en mucho aquellos negros atavíos, cuidaba de ventilarlos de tiempo en tiempo para que no se picase la tela, y después de cepillarlos con esmero y quitarles el polvo, y arreglar con la aguja algún deterioro que en ellos notase, los guardaba de nuevo respetuosamente.
¡Y qué variedad de trajes y atavíos! ¡Cuánto más pintoresca nuestra tropa que la de España, en que los soldados van igualmente vestidos, como frailes o alumnos de una escuela eclesiástica! No son personas, sino muñecos fabricados conforme a un vulgar patrón de la industria de sastres.
Su cariño de madre la hizo sentir una viva satisfacción ante los atavíos del pequeño.
Allí las madres de las criadas que sirven en el casco de la Ciudad, colocan delante de su respectivo tugurio todas las sillas que poseen, a fin de que las ocupen los amos de sus hijas, convidados préviamente a aquella fiesta, donde las señoras estiman mucho un buen puesto en que reunir tertulia al aire libre, lucir sus atavíos, ver la Rifa y el Baile, y hasta arrostrar las más encopetadas el deseado compromiso de bailar un poco, cual si fuesen humildes mozuelas de la clase baja.
Arreglaron el altar atropelladamente, despojose la una de los atavíos que se había puesto, compuso la otra su vestido en desorden, pero por más prisa que se daban, tales eran la confusión y desconcierto producidos allí por la anarquía, que no había medio de volverlo todo a su primitivo estado.
Mientras estos atavíos se preparaban, veamos cómo pasó el pequeño los primeros días de su nueva vida.
Así es verdad replicó don Quijote, porque no fuera acertado que los atavíos de la comedia fueran finos, sino fingidos y aparentes, como lo es la mesma comedia, con la cual quiero, Sancho, que estés bien, teniéndola en tu gracia, y por el mismo consiguiente a los que las representan y a los que las componen, porque todos son instrumentos de hacer un gran bien a la república, poniéndonos un espejo a cada paso delante, donde se veen al vivo las acciones de la vida humana, y ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que habemos de ser como la comedia y los comediantes.
Con los referidos atavíos, y con gentil donaire y gallardía, salió don Quijote a otra sala, donde el estudiante le estaba esperando para entretenerle en tanto que las mesas se ponían, que, por la venida de tan noble huésped, quería la señora doña Cristina mostrar que sabía y podía regalar a los que a su casa llegasen.
Yo le miraba como diciéndole: basta de atavíos, y él vacilaba y me seguía sin saber qué hacer.
con galas y atavíos y aromas turbadores,.
Yo no puedo ya ver una Virgen sin que esos atavíos sarcásticos se presenten a mi imaginación.
Y Nozhatú, cuando los vió con tales atavíos, les dijo: ¡Verdaderamente, que si no os conociera os creería rumís! Y salieron al encuentro de la Madre de todas las Calamidades.
un corpiño y un corsé se oponen a los proyectos, ¡abajo estos atavíos! el vestido liviano se instala en una silla ostentando su cola, cae una enagua, la novia se encoge de frío y de vergüenza, ¡en camisa delante de un hombre! ¡y qué hombre! un brutal prosaico cuyos botines han atronado al caer sobre el piso de madera.
Aquí, aquí dentro tengo lo que es más que apariencia, lo restante no es otra cosa que atavíos y adornos del dolor.
Los enfermos que reposaban en los limpísimos lechos que en correcta formación ocupaban los laterales de la sala, en cuyo fondo destacábase una bellísima Dolorosa, se incorporaron, los en estado de poder hacerlo, para recrear sus ojos en la belleza de Maricucha, que ponía con sus típicos colorinescos atavíos una nota exótica y brillante en aquel escenario, al que daban los dolores mudos y las miradas calenturientas un sello extraño de austeridad y tristeza, que no podían esfumar del todo el sol que bordeaba los alféizares de las simétricas ventanas, ni el blanco reluciente de los estucados muros, ni las nevadas coberturas de las camas, ni el piar de los pájaros en las ramas de los árboles que asomábanse regocijantes por los amplios ventanales, ni la suave serenidad de los rostros de las hermanas que iban de unos a otros prodigando consuelos y administrando pócimas, con sus sayales azules, sus manguitos de igual color y sus cofias nítidas y las no menos nítidas cornetas.
No era él sólo el iluso mal aconsejado: toda una población le acompañaba contagiada por el mal ejemplo de las alturas, y sin fuerzas en su instrucción para resistir la extraña avalancha que llevaba el descontento a todas partes, de ahí esa pugna cruel por mejorar de posición, esperando que un golpe de azar improvise recursos para poder pasear la vanidad vergonzante con atavíos de lujo, y ostentar triunfantes, predilecciones ociosas.
Hay atavíos que se despegan de las personas, y yo no concebía a nuestro don Pedro sino con aquel célebre gabán marrón amarillento y aquel cuellecito de minino pelado que no bastó para preservarle de las corrientes de aire, puesto que de pulmonía, y por señas infecciosa, vino a morir el mísero.
quizá en el mismo instante en que Nieves, mirándole a hurtadillas, le veía mucho más hombre y más apuesto que nunca, con aquellos limpios, holgados y simples atavíos.
Esclavas hábiles en tañer, cantar y bailar, la daban conciertos y armaban zambras para divertirla, esclavas cocineras la discurrían golosinas y piperetes y refrescos para los días calurosos, esclavas modistas y bordadoras la sorprendían diariamente con atavíos elegantes y extraños, su ropa blanca parecía hecha de pétalos de azucena, sus joyas y collares eran rayos de soles y lágrimas de la aurora.

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