Ejemplos con ataja

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Eliminados los centinelas, los soldados de Steiner apenas pueden contenerse de violarlas, pero el firme Steiner los ataja.
También son conocidos los llamados ataja penales que son los que constantemente evitan goles en las definiciones, siendo claves en el triunfo de su equipo.
Cuando llega el Corpus o la fiesta de la Virgen del Sagrario, yo sueño siempre con una gran misa digna de la catedral, pero el Obrero me ataja pidiéndome algo italiano y sencillo: asunto de media docena de instrumentistas buscados en la misma ciudad, y tengo que dirigir a unos cuantos chapuceros, rabiando al oír cómo suena la orquesta ratonil bajo esas bóvedas que se construyeron para algo más grande.
Por supuesto, dicho se está que si no se les ataja a tiempo, harán diabluras.
Por suerte, agrega, que pronto vendrán los calores, y que, haciendo corretear y sudar bien la majada, se ataja la sarna, remedio sencillo, de fácil aplicación y baratísimo.
Ocupa el ánimo de suerte que le priva de su noble libertad, y sin ella se ataja el discurrir, se hiela el decir y se impide el hacer, sin poder obrar con desahogo, de que depende la perfección.
No es traje de lujo, por cierto, pero tapa algo los huesos a los pobres animales hambrientos y flacos, y les ataja un poco el frío.
Ayuda al Mayoral a agarrar caballos, primero, los asusta, porque no sabe, no los ataja, los persigue, los espantan los ademanes con que los quiere detener, pero pronto aprende y hace como los demás.
Por lo demás, ¿quién la ataja? Sedienta -pues don Santiago no se había acordado todavía de componer su jahuel-, había venido, cual avalancha, disparando, al chillido de la roldana.
Si Dulce no le ataja, tragedia segura.
Si el martirio nos ataja, sucumbiremos, pero con gloria.
Cuando un gran río le ataja el paso, se desnuda tranquilamente, apresta su caballo y lo endilga nadando a algún islote que se divisa a lo lejos, arribado a él, descansan caballo y caballero, y de islote en islote se completa al fin la travesía.
Crea usted, Calpena, que esos malditos moderados nos llevarán al abismo, si no se les ataja.
pues quien desciende de la cumbre, ataja.
Donde el ataja es de muerte, y completa la perversión del buen sentido, es en lo referente al pecado social de la «intolerancia», contra el que bufan y trinan los hombres y las mujeres que tienen la manía de creerse muy tolerantes, y, lo que es peor, la de contárselo a todo el mundo.
y los ataja.

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