Ejemplos con artística

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La alta posición social de su familia le ahorró la dureza de la lucha por la vida y le permitió consagrarse por completo a su vocación artística.
Sé únicamente que al autor le agrada más que otro alguno, y en verdad que puede andar orgulloso quien ha logrado dar forma artística y, en mi entender, imperecedera, al vago sentimiento de esta nuestra raza septentrional, que con rebosar de poesía, no había encontrado hasta estos últimos tiempos su poeta.
De donde infería aquel ilustre heraldo del romanticismo, y con frase elocuente declaraba, que la verdad artística no era otra cosa que el conjunto ideal de las principales formas de la naturaleza, una especie de tinta luminosa que comprende sus más vivos colores, una manera de bálsamo, de elixir o de quintaesencia extraída de los jugos mejores de la realidad, una perfecta armonía de sus sonidos más melodiosos.
Yo no entraré en la escabrosísima cuestión ética de si puede o no tenerse por cosa inmoral la representación artística de vicios y torpezas hediondas, cuando esto se hace, no con el fin de enaltecerlos, sino con el de clavarlos en la picota.
Es más: a quien nació idealista, es decir, con un exceso de vida espiritual propia, que tiñe con sus matices el espectáculo de lo real, será siempre en vano predicarle que tome por otra senda, como será no menos imposible empeño apartar de la suya al que, escaso de facultades imaginativas, ve las cosas como son, y les aplica el menor grado de transformación artística posible.
Hasta puede añadirse que ha recargado las tintas más de lo que suele, y ha hecho contra su costumbre, y quizá contra la conveniencia artística, un carácter de una sola pieza, porque entes tan completa y absolutamente perversos como don Sotero, sin ninguna cualidad buena ni vislumbre de ella, son, por dicha, rarísimos, y aun pueden tenerse por aberraciones de la humana naturaleza.
Poesía puede haber, pero anda muy oculta bajo la dura ley social, que obliga a todos a decir la mitad, cuando mucho, de lo que piensan y de lo que sienten, y que al detener en los labios la expresión pintoresca y enérgica, engendra hábitos de convención elegante y de disimulo académico, a los cuales difícilmente se allana, ni siquiera para remedarlos, una naturaleza artística tan sana, robusta y viril como la de Pereda.
Cultivar el buen gusto no significa sólo perfeccionar una forma exterior de la cultura, desenvolver una actitud artística, cuidar, con exquisitez superflua, una elegancia de la civilización.
Si algún temor le quedaba de perder la vida, desapareció bajo la caricia de esta falsa gloria ¡Morir contemplada por tantos hombres valerosos que le rendían el mayor de los honores! Sintió la necesidad de ser admirable, de caer en postura artística, como si estuviese en un escenario.
Más hermosa idea artística no se puede dar.
Y en el punto en que salió Sol, y con rapidez tal que pareció a todos cosa artística, tomó el ramo Pedro Real, lo deshizo de modo que las camelias cayeron al suelo, casi a los pies de Sol, y dijo, como si no quisiera ser oído más que del amigo que tenía al lado: Puesto que no es de quien debe ser, que no sea de nadie.
Ella quería saberlo todo, no de aquella tranquila vida interior y regalada, al calor de la estufa, leyendo libros buenos, después de curiosear discretamente por entre las novedades francesas, y estudiar con empeño tanta riqueza artística como París encierra, sino la vida teatral y nerviosa, la vida de museo que en París generalmente se vive, siempre en pie, siempre cansado, siempre adolorido, la vida de las heroínas de teatro, de las gentes que se enseñan, damas que enloquecen, de los nababs que deslumbran con el pródigo empleo de su fortuna.
Allí quería ver él a ciertas gentes que sólo aspiraban la poesía en el polvo de lo antiguo, negando toda sensación artística a los descubrimientos modernos.
Pero estos, aunque se considerasen llegados, siempre esperaban algo nuevo, siempre tenían la ilusión puesta en el mañana, pensaban con inquietud en la combinación política del día siguiente, en la obra artística, que les bullía en la imaginación, temblando, con el vago temor de la torpeza, al ir a darla forma.
Los relatos de guerras y la marcialidad artística del uniforme han seducido su niñez.
Cuando un rey tenía cierta predisposición artística, como Fernando VI, en vez de gustar la alegría de vivir, moría de tristeza escuchando las arias de tiple con que le arrullaba femeninamente Farinelli.
Estas tardes de comunión artística en aquel rincón de la catedral adormecida ligaban a los dos hombres con un afecto creciente.
Influido por el helenismo de su maestro, que fácilmente prendía en él, acostumbrado como estaba al trato diario con los autores griegos, soñaba con que la humanidad del porvenir fuese una inmensa Atenas, una democracia artística y sabia gobernada por grandes pensadores, sin más luchas que las de las ideas ni otra ambición que la de pulir la inteligencia, de costumbres dulces y dedicada a los goces del espíritu y al culto de la Razón.
Colocóse en el centro un gran sitial gótico, preciosa joya arqueológica y artística, y hundidos en él ambos niños y estrechamente abrazados, habían de aparecer examinando juntos el diploma de los premios, un exacto facsímile de una bellísima miniatura del siglo XV, tendido a la larga ante ellos, , el perrazo amarillento, apoyaba el hocico en el rojo almohadón de terciopelo en que descansaban los pies de los niños.
Era una babucha, pero una babucha inverosímil por su tamaño, de raso blanco, con puntera de filigrana de oro y lazos de pluma de cisne sujetos con esmeraldas: una preciosidad artística, cortada sin duda alguna a la medida del pie de un hada, y hecha, más bien que para encerrar un pie humano, para guardar joyas y dijes sobre el tocador de una dama.
El certamen de belleza femenina, celebrado primero en Spa y luego en Budapest, despertó en la condesa de Albornoz la felicísima idea de hacer circular por toda Europa artística y civilizada la suya propia.
Currita, prescindiendo también de su emoción artística, inclinóse vivamente al oído de Leopoldina, para preguntarle rabiosa y preocupada:.
Pero aun más que de su gloria artística, ocupóse Currita, a fuer de mujer elegante, del marco que había de encerrarla, instalando en su casa un estudio lujosísimo, digno de Fortuny o de Pradilla, Delaroche o Makart.
A solas ya en su estudio, cuando abrió la destrozada funda, quedóse ella misma admirada: era aquello una preciosidad artística de valor inmenso, un marco de plata cincelada, obra admirable de orfebrería del siglo XVI, que ostentaba cual noble ejecutoria, esculpido en el pedestal de una de sus mil bellas figurillas, el nombre ilustre de Enrique de Arfe, autor de la custodia de Córdoba y de la llamada Cruz antigua.
Y era lindísima: fisonomía suave y aristocrática, perfil correcto, labios ingenuos, expresivos, como entreabiertos levemente por una exclamación de sorpresa, las mejillas con los tintes de la rosa: la cabeza artística y gentil, el cuello delgado y donairoso.
Además: una novela es una obra artística, el objeto principal del Arte es la belleza, y ¡con eso le basta!.
Entre tanto, sólo una forma artística extravagante o la conveniencia de los más darán triunfo pasajero a todo aquello que en artes, ciencias o gobierno se elabore.
En el arreglo de esta crujía para convertirla en templo interino, manifestábase el buen deseo, la pulcritud y la inocencia artística de las excelentes señoras que componían la comunidad.
Era completamente ignorante en cuestiones de geografía artística, y sin embargo, apreciaba la poesía de aquella región costera mediterránea que se desarrolló ante sus ojos al ir de Barcelona a Valencia.
—Para él no habia ni Dios, ni Vírgen, ni Santos, ni Ángeles: no habia más que el Niño de la Bola, sin relacion a ningun alto misterio, sino por sí mismo, en su forma presente, con su figura artística, con su vestido de tisú de oro, con su corona de pedrería falsa, con su rubia cabeza, con su hechicero semblante y con aquel globo pintado de azul que mostraba en la mano, sobre el cual se erguia una crucecita de plata sobredorada en señal de que el mundo estaba redimido.

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