Ejemplos con arrancándole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aquí cobran fuerza los ríos, descendiendo espumosos hacia el este y arrancándole sedimentos a las montañas.
Martió se venga de Xan arrancándole la lengua.
Pero valiéndose de esa espada, Isildur le cortó la mano a Sauron, arrancándole de esta manera el Anillo Único.
Dublanc fue lisiado por el Caballero Negro arrancándole la mandíbula.
En esta última secuencia se ve a Poincaré entre los oradores que lo elogiaban y al rey del Reino Unido arrancándole un botón de su uniforme para guardarlo como recuerdo.
La pequeña niña usa la mayoría del vestuario y las joyas, solo para ser descubierta por su padre quien procede regañando a la niña, gritándole en su cara y arrancándole fuertemente los collares de perla de su madre, desde su cuello, que caen desparramándose por el suelo.
¡Quita allá, majadero!exclamó Elena furiosa arrancándole el niño.
Luego, los reyes normandos, precursores de Federico IIel padre de doña Constanza, la emperatriz amada por Ferragut, explotaban la ciudad desierta y entera, arrancándole columnas y esculturas.
Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.
En tanto, la madre pensaba en él, arrancándole su recuerdo las horribles lágrimas de la incertidumbre, pues no sabía dónde estaba, ni si era vivo o muerto.
El estertor fatigoso, la inmovilidad del enfermo, las sombras cadavéricas que se extendían sobre el rostro, marcando sus huecos con triste negrura y haciendo destacar fúnebremente el perfil de la nariz, acabaron con la serenidad del pobre viejo, arrancándole un grito que parecía salirle del alma:
Se contrajo su fisonomía: sus cejas se fruncieron, y arrancándole a Julián el chiquillo, con brusco movimiento le sentó en sus rodillas, palpándole las manos, a ver si las tenía mordidas o lastimadas.
Sofocada y furiosa, vociferando, moliéndolo a su sabor a pescozones y cachetes, arrancándole el rizado pelo y pateándolo, estaba el ama, más enorme, más brutal que nunca.
Naranjo fue generoso con Gil, pues, además de trabajar en su reducida esfera, para que pudiese volver a la corte, arrancándole de los miserables pueblos del Norte de Madrid, le dio asilo en su misma casa y calle de las Veneras, a ochenta y tres escalones más arriba del local de la escuela y en un departamento estrecho pero independiente del propio domicilio del dómine.
Después de tres siglos de pacífica dominación, y de un sistema perfectamente combinado para prolongar sin término una situación que por todas partes se procuraba mantener estacionaria, haciendo que la educación, las creencias religiosas, la política y la administración convergiesen hacia un mismo fin bien determinado y bien claro, la prolongación indefinida de una dominación y de una explotación continua, cuando todo se tenía dispuesto de manera que no pudiese penetrar de afuera, ni aun germinar espontáneamente dentro de ninguna idea nueva, si antes no había pasado por el tamiz formado por la estrecha malla del clero secular y regular, tendida diestramente por toda la superficie del país y enteramente consagrado al servicio de la Metrópoli, de donde en su mayor parte había salido y a la que lo ligaba íntimamente el cebo de cuantiosos intereses y de inmunidades y privilegios de suma importancia, que lo elevaban muy alto sobre el resto de la población, principalmente criolla, cuando ese clero armado a la vez con los rayos del cielo y las penas de la tierra, jefe supremo de la educación universal, parecía tener cogidas todas las avenidas para no dejar penetrar al enemigo, y en su mano todos los medios de exterminarlo si acaso llegaba a asomar, después de tres siglos, repito, de una situación semejante, imposible parece que súbitamente, y a la voz de un párroco obscuro y sin fortuna, ese pueblo, antes sumiso y aletargado, se hubiese levantado como movido por un resorte, y sin organización y sin armas, sin vestidos y sin recursos, se hubiese puesto frente a frente de un ejército valiente y disciplinado, arrancándole la victoria sin más táctica que la de presentar su pecho desnudo al plomo y al acero de sus terribles adversarios, que antes lo dominaban con la mirada.
bolsillo del chaleco, y arrancándole al puro las primeras.
arrancándole a cada sensación, a cada idea, un máximo.
Abascal no pudo contenerse, y arrancándole del pecho la medalla y pisoteándola, le gritó:.
¿Ves aquellos viejos que llevan las hachas? Pues algunos no las atizan para que atizadas alumbren más, sino porque atizadas a menudo se derritan más y ellos hurten más cera para vender: estos son los que a la sepultura hacen la salva en el difunto y difunta, pues antes que ella lo coma ni lo pruebe, cada uno le ha dado un bocado, arrancándole un real o dos, mas con todo esto tiene el valor de la limosna.
En aquel pacto infernal, cruel e inhumano, figuraba en primer término una condición siniestra: era preciso desvanecer la huella del crimen, asesinando al tierno niño, o por lo menos arrancándole del pecho de su madre, de su pobre madre que se volvió loca de dolor, de cólera y de sentimiento.
Tamañas profanaciones debiéronse en gran parte, desde hace ya siglos, a la enseñanza de los jesuitas, que quisieron corregir el espíritu de clasicismo arrancándole, hasta donde fuera posible, el elemento pagano, es decir, la vida, y reduciendo el estudio de las humanidades a un mecanismo en que la memoria y la paciencia son las principales palancas.
Saboreaba el suave beleño, soñaba que yo era el conquistador del desierto, que los aguerridos ranqueles, magnetizados por los ecos de la civilización, habían depuesto sus armas, que se habían reconcentrado formando aldeas, que la iglesia y la escuela habían arraigado sus cimientos en aquellas comarcas desheredadas, que la voz del Evangelio ahogaba las preocupaciones de la idolatría, que el arado, arrancándole sus frutos óptimos a la tierra, regada con fecundo sudor, producía abundantes cosechas, que el estrépito de los malones invasores había cesado, pensando sólo, aquellos bárbaros infelices, en multiplicarse y crecer, en aprovechar las estaciones propicias, en acumular y guardar, para tener una vejez tranquila y legarles a sus hijos un patrimonio pingüe, que yo era el patriarca respetado y venerado, el benefactor de todos, y que el espíritu maligno, viéndome contento de mi obra útil y buena, humanitaria y cristiana, me concitaba a una mala acción, a dar mi golpe de estado.
Este amor de Sócrates tenía muchos que le hicieran oposición, mas lograba, sin embargo, dominar el buen natural de Alcibíades, fijándose en su ánimo los discursos de aquel, convirtiendo su corazón y arrancándole lágrimas.
-Mire, padre, si el hombre no es brujo -gritó un desalmado, y arrancándole un mechón de pelo al miserable indefenso lo tiró al aire.
Contra el rey Amasis, pues, dirigió Cambises, hijo y sucesor de Ciro, una expedición en la cual llevaba consigo, entre otros vasallos suyos, a los griegos de la Jonia y Eolia, el motivo de ella fue el siguiente: Cambises, por medio de un embajador enviado al rey Amasis, le pidió una hija por esposa, a cuya demanda le había inducido el consejo y solicitación de cierto egipcio que, al lado del persa, urdía en esto una trama, altamente resentido contra Amasis, porque tiempos atrás, cuando Ciro le pidió por medio de mensajeros que le enviara el mejor oculista de Egipto, le había escogido entre todos los médicos del país y enviado allá arrancándole del seno de su mujer y de la compañía de sus hijos muy amados.
¿Se vestía la señora? Luna la desnudaba, arrancándole a puñados el traje.
Lanzó el conde un rugido como un tigre, y de nuevo quiso embestir al comendador, pero los suyos se lo impidieron arrancándole de aquel sitio, porque los gritos y galope de los caballeros que iban al mando de don Álvaro se oían ya muy cerca.
La muñeca de ojos de cristal y tinta de china estaba nerviosa e indignada, porque aquel haraposo que ahora vestía el traje más elegante de cuantos había visto la pusiera al nivel de las demás, y procuraba desahogar su ira arrancándole la cara a las figuras chinescas de su abanico.
Le estaban incorporando, palpando, arrancándole entre el montón de cadáveres.
Al calmado Duque, arrancándole el linaje.

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