Ejemplos con arañaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y Maltrana, borracho, señalaba el mar obscuro, increpándolo con una furia cómica Pasaban sobre su lomo, lo arañaban cruelmente con la quilla, bien comidos, el pensamiento en reposo, los miembros en huelga, y él se vengaba de este rudo despertar enviándoles un hálito excitante que esparcía el deseo y la locura.
Entonces oye uno tutearse en las lunetas, sin previo aviso, a dos personas de distinto sexo que no se han hablado desde que se arañaban, al salir él de la escuela y ella de la amiga, esto es, cuando tenían siete años.
Esta pieza lindaba por un extremo con otra más pequeña, que pudiéramos llamar gabinete, en el cual había una mesita con tapete verde, arrimada a un viejo sillón de roble, sobre el tapete, un crucifijo y avíos de escribir, a un lado, una cama de haya torneada, con un jergón sostenido por sogas entrelazadas y cubierto con una colcha de indiana, en el otro lienzo de pared, tres estantes de libros en latín, y el ''Añalejo'' colgado de un clavo y abierto, en el tercer lienzo, frontero a la sala, una ventana, cuyo alféizar arañaban las ramas de un manzano movidas por el viento, que penetraba suave y cariñoso por los abiertos postigos, trayendo, para distribuirlos por toda la casa, los aromas recogidos en la campiña, que desde allí parecía un ascua de oro, iluminada por el sol canicular.
Abríanse las puertas, arrojando la fétida atmósfera de la noche, y las escobas arañaban las aceras, lanzando nubecillas de polvo en los rayos oblicuos de aquel sol rojo, que asomaba al extremo de las calles como por una brecha.
Los chorros de los canalones tocaban sobre ellos redobles de tambor, y unos a otros se embestían, se picoteaban, se arañaban.
Aquellos eran los tiempos en que, como dice un escritor contemporáneo muy gráficamente, el jesuita y él fraile se arañaban las manos bajo la almohada del moribundo para apoderarse del testamento.
Cien brazos se extendían, cien mangas se engrasaban al pasar por sobre los manjares, cien manos arañaban otras ciento para coger una tajada.

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