Ejemplos con apresuramos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Conocimos que amenazaba una de aquellas tormentas que tan formidables son en las sierras de Gredos y de Jaranda, y como teníamos que andar tres leguas para regresar al , y ya no nos quedaba más que ver, aunque sí mucho que meditar en aquellas ruinas, nos apresuramos a montar a caballo, henchida el alma de mil confusas ideas, que he procurado ir fijando y desenvolviendo en los humildes artículos a que doy aquí remate.
Por último, vemos que entra un hombre con ademán resuelto, como persona muy hecha a semejantes lugares, y observando que adelanta sin recelo alguno, nos apresuramos a seguirle, tomándole por guía en el laberinto de galerías y salas.
Sin que nos lo rogara dos veces, nos apresuramos a participar de la cena.
Nos hablaron de la otra parte, ofreciéndonos socorro, y nos apresuramos a pasar, pero antes de que estuviéramos del opuesto lado sentimos, a los mamelucos y otros soldados franceses vociferando en las habitaciones principales: oyose un tiro, después una de las muchachas lanzó un grito espantoso y desgarrador.
La vida efectiva no aparece nunca, y nos apresuramos a hacer desaparecer los documentos de ella, arrebatando a la publicidad las cartas de personajes fenecidos, por ese ridículo miedo a la verdad que es propia de los que se habitúan a vivir en una atmósfera de artificios.
Expone su punto de vista que nos merece el mayor de los respetos, a pesar de no compartirlo ofreciéndonos algunas sugestiones que nos apresuramos a recoger con la intención única de esbozar a la vez nuestra tesis sobre el mismo asunto.
Tenemos un amigo cuyas bellas cualidades nos encantan, cuyo mérito nos apresuramos a encomiar siempre que la ocasión se nos brinda y de cuyo afecto hacia nosotros no podemos dudar.
Por eso nos apresuramos a solicitar permiso para hacerlo imprimir con objeto de presentarnos un día con el bagaje de otros a la Academia de inscripciones y bellas letras, si es que no conseguimos, cosa muy probable, entrar en la Academia francesa con nuestro propio bagaje.
Por supuesto nos apresuramos a abrirles la puerta de nuestra humilde habitación, ofreciendo nuestros servicios con el mayor gusto, no solamente excitadas por aquel espíritu de fraternidad que abunda en los campos, sino impelidas por la curiosidad latente que abriga todo él que vegeta en la soledad después de haber vivido en el seno de la sociedad.
Entonces nos apresuramos a tender tela de cáñamo encima de nuestros fardos y mercancías, para evitar que el agua los estropease, y empezamos a suplicar a Alah que alejase el peligro de nuestro camino.
Cuando leímos tal inscripción, llegamos al límite del asombro, y nos apresuramos a emprender el camino de la izquierda, que debía conducirnos a la Ciudad de los Judíos, pasando por el Valle de las Hormigas.
Y regresamos a las tiendas de los Bani-Sulem con todas nuestras compras, y nos apresuramos a entregárselas al jeique Al-Ghitrif.
Haz, lector, una seña, y veras cómo nos apresuramos a convertir en Prólogo de otro volumen este Epílogo que -en tal expectación- no relata sucintamente como era uso en tiempos de ingenuidad y bonhomía literarias, qué «se ficieron» todos los personajes de la obra y los hijos de sus hijos.
No hemos creído prudente acercarnos, y como pudimos divisar una embarcación que se desprendía de entre las demás con dirección acá, nos apresuramos en venir a dar la noticia para prepararnos, por si esos jívaros vengan con malos intentos.
En consonancia con la anterior exhortación, exponían a los vecinos brasileños: Don Fructuoso de Rivera y don Juan Antonio Lavalleja, a quienes los más de vosotros conocéis de bien cerca, os hablan con toda la pureza de sus sentimientos, para aseguraros que sin embargo del desarrollo que este país ha hecho a nuestra dirección para proporcionarse su libertad justa, así como el Brasil ha proclamado la suya, esto era consiguiente, pero así misino la guerra no es movida contra vuestras personas y bienes, es solamente contra la fuerza armada que se oponga y quiera privarnos de nuestros derechos, por esta razón nos apresuramos a haceros sabedores de que podréis sin cuidado alguno quedar en la Provincia, seguros que en toda forma seréis respetados y protegidos por el Gobierno y de todos los que dependan de sus órdenes.
Dejamos a la consideración del lector la desesperación, las imprecaciones y penas del buen caballero, y por él y por nosotros nos apresuramos a referir cómo salió de tan mala posición.
Contrajimos, pues, en aquel momento nuevas amistades, y, dado a Dios lo que era de Dios, nos apresuramos a dar al César lo que era del César.
-En efecto, observó Castromerín, y si no nos apresuramos a atajar su ímpetu, nos arrojarán, mal que nos pese, de nuestros mismos hogares.
Nos apresuramos a recoger el botín que los muertos nos habían guardado con mucha discreción, y abandonamos pronto el territorio de los plateos, repitiendo frecuentemente esta sabia reflexión, no hay que extrañar que la honradez haya desaparecido de este mundo, porque despreciando nuestra depravación se ha retirado, hace tiempo, a los infiernos y a los cementerios.
Su faz triste y acongojada enterneció a la asamblea y todos nos apresuramos a implorar su perdón.
Persuadidos de que debíamos hacer algún acto religioso antes de arrebatar sus frutos a Priapo, hicimos devotamente las libaciones de costumbre, y después de desear felicidades eternas a Augusto, padre de la patria, todos nos apresuramos a coger los sabrosos dulces y apetitosas frutas, sobre todo yo, que creía no poder dar abasto a la insaciable gula de Gitón.
R- Distinguido señor, su pregunta es importante, y con el mayor gusto nos apresuramos a aclarar.
-Tenéis razón, en efecto, puesto que si nos apresuramos podemos llegar casi antes de las dos.
Pero preguntaron a los mercaderes: ¿Dónde está ese santo asceta? ¿Lo habéis dejado en el monasterio? Y ellos contestaron: Cuando matamos al monje guardián del monasterio, nos apresuramos a encerrar al santo en un cajón, lo cargamos en uno de nuestros mulos, y huimos en seguida.
Así sería, y nosotros nos apresuramos a dar la enhorabuena al autor y al drama, no se la hemos dado antes porque no sabíamos lo que en París había ocurrido.
Nos apresuramos a ignorar si la ciencia nos puede hacer infelices, pues nos creemos más obligados a ser dichosos que a ser sabios.

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