Ejemplos con apedreaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Era yo muy travieso, armaba frecuentes camorras, corría la tuna como nadie, me batía con el demonio, apedreaba a los maestros y mis diabluras traían conmovida a la ciudad complutense.
Llegaron las dos mozas al atrio, donde hormigueaba el gentío. Remangando los mantelos para no echarlos a perder, se arrodillaron en la hierba, agostada y pisoteada, y sobre las rodillas comenzaron a dar la vuelta a la iglesia, por fortuna para ellas, no muy grande. Sentían en la piel que cubre la rótula como la impresión de rabiosa quemadura, y en el hueso un magullamiento cruel, pero estoicas, avanzaban sin chistar, adelantando sobre la cara el marco del pañuelo, a fin de que no las viesen apretar los dientes. La multitud abría calle, permitiendo pasar a las malpocadiñas. Ventura oía en el hueco de su cráneo martilleos en yunque de fragua, y una voz de hombre, sardónica, que la apedreaba a insultos, a proposiciones sucias y nombres feos. «Pues no has conseguir que me levante, maldito, descomulgado», repetía entre la crispación de sus nervios, ascendente como la marea. Faltábanle sólo ocho o diez reptaduras para llegar a la puerta de la iglesia, cuando, no pudiendo resistir más, no el martirio de las rodillas, sino las infamias que gritaba dentro la arrenegada voz, se incorporó de un salto de fiera, y agitando los brazos a guisa de aspas de molino que hace girar viento huracanado, cerrados los puños, fuera lo ojos de las órbitas, soltó la andanada de injurias y desvergüenzas que le hervía. El gentío no le hizo caso. La misa daría comienzo muy pronto, y era preciso que Ventura entrase y permaneciese en el templo hasta el instante decisivo. No creyéndose capaz de sujetar a la furiosa, solicitó el auxilio de dos labriegos con traza de hombres de bien. Agarraron a Ventura por un brazo cada uno, y hala, adentro. Bajo sus manos duras y callosas sentíanla trepidar, y apretaban más fuerte.
¡Yo soy aquel muchacho travieso que hace seis años les apedreaba a ustedes los frutales cuando iba a Echederra con el tío!.
Nos apedreaba.

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